Mi novia de los sesenta me acusa de acoso

Pensé que el tiempo lo disolvía todo, por lo menos eso le oía repetitivamente a mis ancestros: "el tiempo lo borra todo" y yo lo creí, hasta que me enteré por las malas lenguas que yo, ya golpeado por el tiempo, cuando el pasado ya se me presentaba como fotos raídas y difusas, me encontraba acosado y acusado de acoso, por una novia que tuve, por allá en los años sesenta, hace más de 40 años, que ya no se encontraba ni en el baúl de mis recuerdos.

Cuando llegué a los predios donde vivía, si noté algo extraño, algunos conocidos, que regularmente me saludaban, me veían de reojo, así como dicen en mi pueblo, como gallina que mira sal. No le di importancia y subí por el ascensor.

Ya viste lo que dicen las Redes, me preguntó Josefina, casi hermana, cuando llegué al apartamento. No, le respondí, mucho corri corri, estoy agotado y quiero descansar.

Pues, ya lo sabe todo el mundo, me dijo, con una sonrisa burlona en los labios. ¿Y qué es lo que saben?, pregunté. Bueno lo de la novia, que tenías en bachillerato, que ahora recuerda tus piropos y manoseos y te acusa de acoso sexual.

Al recordármelo, el mundo se me vino encima, mis recuerdos vinieron, cómo si viera una película, pero no observaba en ellos, ni abuso, ni manoseos maliciosos, mucho menos acoso.

Con Ruperta, tomaba la Circunvalación número uno, que costaba medio y recorríamos toda Caracas de Este a Oeste, apenas una agarradita de mano, porque siempre las manos estaban señalando, los sitios emblemáticos por donde pasábamos para comentarlos.

Si íbamos al Coney Island, apenas acercábamos nuestros rostros a los espejos deformadores, para reírnos de nuestras propias figuras irregulares que se nos reflejaban y las curiosas formas que con que aparecíamos.

Las pocas veces que fuimos al Cine Junín, que a ella le gustaba, porque era aficionada a las películas mexicanas, apenas rozábamos las manos, porque las teníamos ocupadas con las bolsas de cotufas y las botellas de Pepsi.

¿Y dónde estaba el acoso?, me preguntaba y se lo decía a mi prima. Bueno, a los mejor en el besuqueo, me decía ella.

Pero era lo de menos, le respondía, porque en la Caracas, de entonces, en los carritos por puesto, en los taxis y en la mayoría de los sitios de esparcimiento había un cartel que decía: "Prohibido el besuqueo y los apurruñamientos" y eso se cumplía, porque era cosa juzgada.

Me confundía cada vez más, cuando trataba de imaginarme el tal Acoso, del que se me acusaba.

Pero con esas dudas y dispuesto a enfrentar tal infundio, di la cara, fui a los estrados judiciales.

La Juez, me miró con severidad, tenía cara de coñazo, y dije, entre mí, de esta no me salvo.

Mi ex, que ahora llaman peor es nada, nombre más apropiado, expuso sus argumentos, una novela rosa, se quedaba corta y yo no veía por ningún lado el tal Acoso, del que me Acusaba.

Pasó por mi mente un instante, la incomodidad, por la que estarían pasando, por la misma razón, una lista larga de actores, futbolistas, músicos, gente de cierto poder e influencia, actualmente acusados de Acoso, que a lo mejor querían sacarles plata. Pero yo, no era actor ni famoso y plata menos tenía.

Ya me veía condenado, encanado y enganchado, cuando de repente, la Juez, hizo señas y llamó a mi acusadora, para que subiera al estrado, quizás para consultarle, pedirle detalles, o preguntarle algo.

Cuando se dirigía al estrado, se le aflojaron los pies y calló tan larga como era. El alguacil y el Secretario del Tribunal, se apresuraron a levantarla, pero estaba grogui. Po tal motivo, se suspendió el juicio hasta nuevo aviso.

Ese nuevo aviso, menos mal, gracias a Dios, nunca llegó. Pasó el tiempo y no fui citado nuevamente. Mi ex, había quedado en silla de rueda y prácticamente muda por su avanzada edad.

Decía, para mis adentros, me salvé, por un pelo y me preguntaba porque en pleno Siglo XXI, todavía el manoseo, el apurruñamiento, los piropos con doble sentido, siguen siendo pecaminosos, cuando la Culebra que le dio la Manzana a Eva, develó todos esos misterios. Pero lo que más me llamaba la atención, era que crímenes graves con el tiempo, prescribían, pero un simple manoseo o besuqueo, era ahora un delito y no prescribía.

Por lo pronto, y recomiendo que lo hagan, fui a mis cajas de los recuerdos y rompí toda carta comprometedora, toda foto raída por el tiempo autografiadas, suvenires sospechosos, todo lo que pudieran constituir un cúmulo probatorio de Acoso y las pesquisas pudiera encontrarlo. ¡Mosca, con las novias viejas!



 







 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1046 veces.



Jesús Sotillo Bolívar

Docente en la UCV

 jesussotillo45@gmail.com

Visite el perfil de Jesús Sotillo Bolívar para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: