La salida no es electoral

En el artículo «¿Quiénes son los principales emisores del discurso de odio en Venezuela?», Clodovaldo Hernández resume lo que ha sido la conducta constante de la ultraderecha en Venezuela: «A vuelo de pájaro, vale recordar a Leopoldo López y Henrique Capriles llevando a cabo aprehensiones ilegales de funcionarios públicos o amparando a los terroristas que atacaron la embajada de Cuba, en 2002; al mismo Capriles llamando a drenar la rabia, tras las elecciones de 2013; a López, Machado y Antonio Ledezma instigando a la persecución de personas y la destrucción de bienes públicos en 2014; a todos ellos y otros más, planificando y ordenando las terroríficas guarimbas de 2017». Es decir, la derecha radicalizada o fascistoide solo ha utilizado el escenario electoral para canalizar el resentimiento acumulado de sus seguidores, negando de antemano la legitimidad de cada elección realizada y poniendo en duda la imparcialidad y la confiabilidad del Consejo Nacional Electoral; lo que, en un momento, significó abstenerse de participar en uno de estos comicios, de modo que el gobierno chavista fuera visto carente de apoyo popular. En todo tiempo, desde que se convocara a la Asamblea Nacional Constituyente y se sometiera a referéndum la aprobación de la actual Constitución, toda la estrategia y las tácticas empleadas por esta oposición derechista tienen en mira el desconocimiento del orden constitucional y, por añadidura, del gobierno, sin importar si lo que hace contradice sus vacuos argumentos en pro de la democracia, su muy particular «democracia».

A fuerza de repetirla, se ha querido implantar en la mente de los venezolanos la matriz de opinión según la cual, con Chávez antes y con Maduro ahora, existe una ausencia de democracia y una violación permanente e indiscriminada de los derechos humanos en Venezuela, a la que se agrega ahora también el presunto fraude electoral perpetrado el pasado 28 de julio. A ambos mandatarios se les responsabiliza por las diferentes dificultades económicas padecidas durante la última década, haciendo creer que, bajo el régimen bipartidista del pacto de Punto Fijo, jamás hubo ningún nivel significativo de pobreza, marginalidad y exclusión social, menos aún de represión; haciendo desaparecer de la historia todo lo ocurrido bajo los regímenes de Acción Democrática y Copei, especialmente lo referente a los militantes de izquierda y dirigentes sociales torturados y desaparecidos por los funcionarios policiales y militares a su servicio, entrenados, de paso, la tristemente célebre Escuela de las Américas, regentada por Estados Unidos en la zona del canal de Panamá.

Como prolongación de su estrategia desestabilizadora, la derecha fascistoide cuenta con el uso de las diferentes redes sociales a su favor, distorsionando descaradamente la realidad venezolana, lo que constituye un nuevo elemento contra el cual no se tenía, aparentemente, nada preparado para contrarrestarlo. Fernando Buen Abad, en su artículo «Elon Musk y el cinismo de los magnates», afirma que «la guerra cognitiva-mediática que se despliega en las redes sociales como "X", es extensión de la guerra económica imperial que no se contenta con poner su bota explotadora en el cuello de los pueblos, como si se tratara de un triunfo moral de toda la humanidad, operado desde las centrales imperiales con ayudas vernáculas. Para eso ha servido el negocio de Musk que nos impone adicciones inducidas para el consumismo de sus "ideologías". Se trata de una doble articulación de la dependencia que supera a los poderes nacionales (muchos de ellos no tributan, no respetan leyes y no respetan identidades) mientras ofrece respaldo a operaciones locales en las que se inclina la balanza del capital contra el trabajo». Un elemento novedoso contra el cual no bastan los discursos exultantes ni las consignas extraídas de la vieja izquierda que podrían elevar los niveles de conciencia de las masas populares. Ahora el enfrentamiento entre conservadores y revolucionarios tiene distintas aristas, muchas de ellas diluidas en unos y otros, aumentando la confusión respecto a qué ideología exacta responde cada uno de ellos.

Todo esto en conjunto nos hace concluir -como otros, dentro y fuera de Venezuela- que la salida proclamada por los representantes de la ultraderecha local no tenía más objetivo que agitar los ánimos de sus prosélitos para reclamar el poder mediante acciones violentas. Una conclusión que sólo es ignorada (adrede en muchos casos) por personas que, hasta ayer, participaban entusiastas en los actos proselitistas del chavismo, algunos en funciones de gobierno y por otras que no tienen ni remota idea de lo que significaría el fascismo; compartiendo el reconcomio que sienten hacia Maduro Moros y demás jerarcas chavistas, al estimar que se han desviado por el proyecto político de Hugo Chávez Frías, traicionando su legado; por ser desplazados de la posición que antes ocuparan y, los más, por un tanto ingenuo deseo de revancha por la situación de incertidumbre económica en que se encuentran al no contar con un nivel de ingresos altamente satisfactorio y no basado en los bonos otorgados regularmente por el régimen actual. En cualquier análisis que pretenda ser objetivo no puede simplificarse la realidad nacional bajo esquemas tradicionales y, en gran parte, obsoletos. Tendría que realizarse desde diversos enfoques, buscando su convergencia. Tocará al chavismo entender y asimilar la complejidad que se está gestando a su alrededor, no únicamente en lo que atañe al país, internamente, sino también sobre el mundo, con distintos polos de poder en disputa con las potencias occidentales jefaturadas por el imperialismo gringo. A lo interno, debe apuntar a una más amplia, sólida y profunda formación de conciencia revolucionaria de sus bases militantes, a una mayor y verdadera democracia participativa y protagónica, y a lograr minimizar las sempiternas intenciones golpistas de la derecha ultrareaccionaria, manteniendo un diálogo realmente constructivo con los sectores democráticos y moderados de la oposición, incluyendo a la disidencia originada del mismo chavismo. Quizás -sin ser ésta la única fórmula a la mano- resulte positiva su aplicación; considerando como posible, en términos realistas- que no existe, por ahora, la hegemonía única que se autoatribuye cada bando enfrentado.



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Homar Garcés


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