Se cruza, él se cruza, se cruza con persistente constancia, con insistencia, un pensamiento que constantemente se me atraviesa.
Sobre todo en la madrugada, temprano, antes de levantarme, rodeado de silencios y risas.
Y es el concepto de El Chalequeo, que veo por doquier en este alocado y cibernético mundo en que nos ha tocado vivir, en el que me ha tocado vivir, habitamos sobre este planeta que a pesar de estar constituido en su mayoría por agua le llamamos Tierra, La Tierra y que desde afuera de sus límites, llamémoslos de alguna forma naturales, se ve azul, plenamente azul.
El Chalequeo, es un fenómeno que se encuentra expandido por doquier y aún cuando es una expresión muy venezolana se le conoce con distintos nombres en diferentes partes del pequeño planeta que habitamos.
Orbe et urbis.
De acuerdo a lo que hace muchos años nos enseñó el doctor Bravo, eminente profesor de una materia que siempre me fascinó, su nombre formal, el de la materia, era Metodología de la Investigación Científica, Metodología para los relacionados y amigos, el primer paso para abordar un tema con seriedad académica era y es su definición precisa.
Lo más precisa.
¿Cómo podemos definir a El Chalequeo?
A modo de intento digamos que es la sorna, la burla, la burlita constante, la chanza despiadada, el ridiculizar algo o a alguien, casi siempre, para desprestigiarlo o hacerlo perder valor.
Es algo que vemos, al menos yo lo veo, que se usa diariamente y en una competencia desenfrenada entre los que tiene acceso a algún medio de los que ahora pululan o pontifician en algún área donde siempre tratan de imponerse por todos los medios.
Santa palabra que no admite discusiones ni análisis de ningún tipo.
Una especie de acto ceremonial donde el o la oficiante tiene todo el poder otorgado por si mismo, auxiliado con la complicidad de una lengua afilada, viperina y de gran capacidad de hurgar en los detalles que enriquecen al chalequeo mismo, siempre con la benevolencia de una audiencia casi hipnotizada y complaciente, me atrevo a decir que sumisa.
Una sorna constante, un burlarse sin piedad de los defectos que observamos en los demás sin tomar en cuenta los propios, de eso ni hablar, imitando su voz, su forma de expresarse, el estilo de moverse del objeto a quien se chalequea y no es tanto lo que se dice sino como se dice, aunado a un lenguaje corporal cómplice, casi malévolo, aderezado de una risita muy particular, burlona, que se enreda íntimamente con lo que se dice.
Hablan como riéndose, aunque algunos son muy serios, exponen haciendo sus pausas en espera de aprobación y utilizan constantemente un sentido del humor sarcástico y duro con el oponente.
El uso de apodos es un de las constantes básicas que observamos en el ejercicio del chalequeo, apodos que la masa borrega, mal informada o inducida sigue sin la menor reflexión, sin respeto ni consideración alguna.
Todo el mundo lo hace y lo considera normal, una nueva normalidad que debemos revisar exhaustivamente.
Es un estilo de comunicación, de exponer ideas, de relacionarse con los demás que funciona y ha tenido cierto éxito, parece que a casi todo el mundo le gusta burlarse de los otros, del otro y lo tomamos como una broma liviana, sin mucha preocupación o seriedad, pero en mi opinión, debemos revisar su uso excesivo y moderar su práctica.
Este ejercicio nocivo y deformante perjudica tanto al que chalequea como a su posible víctima.
Podría en este nivel instaurarse una competencia feroz para elegir al rey o a la reina de El Chalequeo.
El que chalequee más y mejor, por supuesto.
Atención con aquellos que no se miden y que si se miden no les importa el nocivo efecto que tiene su chalequear constante en la opinión pública y en lo que podríamos llamar el alma de La Nación.
Chalequear se convierte pues en una costumbre perniciosa, arraigada a nuestra comunicación diaria donde la burla y la comparación nociva se enseñorean sobre el análisis objetivo y la reflexión profunda.
A chalequear, a chalequear, a burlarse, parece ser el lema que predomina y nos aleja de la posibilidad de lograr una mayor integración entre los que aquí vivimos y luchamos, entre los que en esta tierra de gracia moramos, entre los ciudadanos.
El camino que transitamos por esa vía está lleno de asperezas y rocas afiladas, tanto en el piso que nos sostiene como en las paredes cortantes que nos limitan.
A los chalequeadores de todo orden, se les pide que frenen a sus caballos desbocados y usen su creatividad y su energía en lograr nuevas vías de acción, más enriquecedoras y menos ácidas.
Todo es posible si lo intentamos con fuerza y determinación ,
¡ah y por favor, no se chalequeen ustedes mismos.
Un gran abrazo para todos y Feliz Navidad mi Venezuela querida.