La literatura tributaria mundial conceptúa a los trabajadores y asalariados como rentistas, y en tal sentido los tipifica como contribuyentes adicionales, y con esto les niega su carácter de únicos contribuyentes del Fisco Nacional al equipararlos a los patronos productores, comerciantes o banqueros, quienes también aparecen como contribuyentes importantes y con derechos públicos superiores y hasta prioritarios frente a los del trabajador común y corriente.
Los trabajadores deben ser reconocidos como los exclusivos creadores del PTB, tanto de Capital Constante Invertido como del Valor Agregado en cada segundo laboral.
Estamos hablando de la tributación obligatoria que deben hacer todos los ciudadanos perceptores de ingresos monetarios o personas ora jurídicas, ora naturales.
Cuando se pecha a un patrono, este se limita a compartir con el Estado la ganancia que ilícitamente arranca a sus trabajadores en su centro de producción, de comercio o finanzas, y esto no sería del todo malo si a este tipo de contribuyente se le excluyera de los servicios públicos puesto que estos son sólo costeados por dichos trabajadores. Digamos que quienes no trabajan y perciben rentas deben costear onerosamente todos los servicios públicos que el Estado les preste en razón de ser único prestador de estos últimos, y sólo los trabajadores deben recibirlos *gratuitamente*, aunque toda gratuidad se sale de este contexto cuando afirmamos que dichos trabajadores son los únicos costeadores del Fisco Nacional.
Como si fuera poco, los patronos en general, con raras excepciones, son morosos y evasores natos de impuestos, una evasión que guarda proporción lineal y directa con el giro de esos contribuyentes. Mientras más poderoso es el contribuyente mayor es su tendencia evasionista. Muchos Contadores Públicos nacionales tienen como misión *profesional* maquillarles todos sus movimientos y giros contables para minimizar al máximo el ingreso pechable en cada ejercicio económico, se trata de una misión que cumplen a cabalidad.
Pero hay algo más en el desconocimiento del trabajador como único costeador del Estado: Como los patronos son declarados contribuyentes, estos suelen ser los más solícitos exigentes de los servicios estatales, estadales y municipales. Para estos pseudocontibuyentes, van las mejores vías de comunicación en sus zonas residenciales, para ellos van los mejores servicios públicos de telefonía, electricidad, acueductos, nacionales e internacionales; para ellos van las improductivas e irrecuperables subvenciones, para ellos va lo mejor de la seguridad personal: jueces, fiscales, policías y militares están siempre prestos para atenderlos con prioridad, y para dilatarse en la atención pública del ciudadano común y corriente o trabajador. En Venezuela todavía se desconoce la prestación del Servicio Militar por parte de los llamados *hijitos de papá*, o sea, hijos de patronos de alto y mediano giros.
Y para colmo de males e injusticias tributarias, el moderno Impuesto al Valor Agregado (IVA) inclementemente pecha en un segundo momento al trabajador, que para esto sí es reconocido como el verdadero creador de riqueza, porque cuando el patrono funge de consumidor, y le toca pagar el IVA, sólo está compartiendo con el Estado una segunda parte del valor agregado que, bajo la etiqueta de ganancia, según dijimos y hemos explicado en artículos anteriores, ya arrancó al trabajador en su centro de explotación industrial. Y, además, mientras el patrono se sienta más pechado, más se refuerza su apetencia de ganancias ilícitas durante los ejercicios venideros.
Cerramos, sugiriendo una revisión del Sistema Tributario Nacional, a fin de dejar al margen y exonerar plenamente al trabajador de pago alguno de impuesto, por cuanto no es rentista sino devengador de un salario, y que los impuestos recaigan exclusivamente en los correspondientes patronos en su condición de únicos rentistas.