Esta historia es ficticia. Pero como todo acto de creación viene de la vida. ¡Perdone compatriota lector, si algo le suena al Vargas Llosa, de “La Tía Julia”.
Nadie tiene por qué darse por aludido. Pero es bueno poner las barbas en remojo; y cada uno de nosotros, obligado a hacer contraloría social, debe mantener las luces encendidas. De seguidas echo el cuento.
El viejo patriarca (Alfaro Ucero), aquel que por un tiempo tuvo un erecto dedo, jorungaba sus recuerdos lentamente y hablaba a una escuálida audiencia de nietos y sobrinos nietos.
“Yo había percibido malos signos. Todo empezó cuando a la juventud del partido le dio por meterse a guerrillera. Nos quedamos los viejos casi solos con nuestros dolores reumáticos y una meadera permanente”.
Menos mal, agregó el anciano taciturno, antiguo mandamás del bunker, que al compañero guatireño, Rómulo Betancourt, se le ocurrió la idea salvadora. ÈL bien sabía que nada gustaba más a un vacilante aspirante a guerrillero que un pasaje a Europa y un manojo de dólares para una larga estadía. Y así, a corto plazo, plagamos al país de pre y postgraduados europeos. Llegamos a tener más que el viejo continente”. Por supuesto, dijo el viejo, muchos de esos bi-borlados regresaron al partido. Otros no, pero por lo menos dejaron de echar vaina.
“Como Fedecámaras era goda y jodía demasiado, creamos la fracción de aspirantes a empresarios”.
Habló el viejo dirigente de la etapa de esplendor de la fracción y recordó con amargura a Beto Pinto, a quien llamó “el primer burgués que fabricamos para penetrar la cúpula empresarial”.
“Era Beto Pinto un hijo de la clase obrera. Un espécimen ideal para el proyecto de hacer burgueses de la clase obrera. Cuando le conocí ya él militaba en la fracción juvenil, siguiendo las huellas de su padre, quien cuando López Contreras, ya era dirigente sindical”.
“Nos proponíamos penetrar la burguesía con ricos nuestros, hechos por nosotros, para darle un nuevo rostro al capitalismo venezolano. Ese fue el proyecto Frankestein”.
“Por años, mientras los dólares entraban a borbotones, le dimos al proyecto total respaldo. Pusimos a disposición de la nueva clase todos los recursos del Estado, para que se enriqueciese y pusiese a Fedecámaras en sintonía con la línea del partido. Y la estrategia, por lo menos a mediano plazo, dio buenos resultados”.
“Pero llegó el tiempo de las vacas flacas. Y llegó por la sed de riqueza de Beto Pinto, la fracción que alcanzó frondosidad y el contubernio en el que entraron con las macoyas extranjeras. Todos ellos no encontraron trampa que inventar para saciarse. Y cuando ya no se pudo más comenzaron a mandarnos. El híbrido que creamos, la criatura de Frankestein, resultó más rapaz y desalmada que los viejos burgueses”. Y lo que es peor, nosotros, los viejos patriarcas, creadores de la criatura, terminamos bailando el son que ella y sus aliados nos tocaban.
Por eso, dice uno, al escuchar el rezongo del viejo patriarca, razón tiene Chávez, cuando nos recuerda a cada instante, con insistencia, que debemos tener “ojo pelao”.
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