“¿Cuántas ciudades, en el mundo, tendrán la dicha qué un río les pase por el medio?
La pregunta me la formulé en el instante que atravesaba, hace apenas una hora, el puente “Monagas”, que en esta ciudad de Barcelona, atraviesa al río Neverì.
Y la interrogante me trasladó a las lecturas juveniles, en la década del sesenta, del elevado y exquisito poeta español Jorge Manrique.
“Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir” escribió Manrique.
El río es vida, dice la hermosa y profunda copla del poeta.
La propuesta socialista, particularmente esta del “Siglo XXI”, tiene como meta salvar al planeta. El capitalismo, en su afán rentista, como lo repite el Comandante Chávez, poco le importa cometer ecocidios y cuanta barbaridad sea necesaria para que bonito suene la caja registradora.
Todavía recuerdo, cuando en el Congreso Nacional se discutía la Ley de Nacionalización de la Industria Petrolera”, la denuncia del diputado Rómulo Henríquez, de la fracción del MIR, según la cual, una de las empresas gringas, que tanto elogiaban adecos y copeyanos por su supuesta eficiencia, habían contaminado hasta casi secar el río Amana, de acá de la tierra de Anzoátegui.
El gobierno del presidente Chávez, está haciendo grandes esfuerzos y cuantiosas inversiones para salvar nuestros ríos. El Guaire, es uno de ellos. Se trabaja para que vuelva a ser como antes, una fuente de agua cristalina. Y eso es, como diría el Presidente, Socialismo.
El Manzanares casi muerto está. Sus estertores a nadie llaman la atención. Ya la vieja canción de José Antonio López, aquella que clama por “río Manzanares déjame pasar”, perdió todo sentido, porque en ella se hace referencia a una fuente de agua caudalosa y limpia.
El Neverì, poco interés parece despertar a quienes el asunto le compete. Pese a que uno les supone entusiasmados en la idea socialista y con las aspiraciones del Presidente Chávez. Ahora mismo está cubierto de Bora, planta “cuya acelerada tasa de crecimiento ocasiona problemas ambientales”. Uno de sus efectos es matar las distintas formas de vida que en el Neverì anidan y hasta atenta contra el caudal de éste.
A este viejo río hoy abandonado, con más cariño trataron en la etapa colonial. El Consulado creado por Real Cédula de Carlos IV, de fecha tres de junio de 1793, procedió a descontaminarlo a un costo de 23 mil pesos, cifra ostensiblemente alta, tanto que ese mismo año, se construyó el camino de Barcelona a Cumanà con 36 mil pesos.
Y éste, no es un problema secundario. Tiene que ver con la defensa de las reservas de agua, o lo que es lo mismo, con la vida.
Para quienes aspiran trascender el capitalismo y, socialistas se definen, la defensa de un río es una tarea primordial y permanente. Pero aún así, a uno le provoca decir, evocando al maestro Miguel Acosta Saignes, tenemos que fundar una fracción ecologista dentro del ámbito revolucionario, para luchar para que estos gestos de indiferencia no prosperen.
Y no es mucho lo que estamos pidiendo. Pero es lo menos, para evitar que algún día, cansados de tanto trajinar y del maltrato, esos viejos ríos decidan quedarse allá arriba.