Felicitamos a la señora Nataly Castro (sic) por su desesperada defensa de los animales del toreo, coleo y de los gallos de riña, aparecido en *www.aporrea*. Este último *deporte* lo introdujeron los europeos en América, y los ingleses lo practican mucho. Desconozco si los cubanos fidelianos siguen practicándolo ya que la Cuba de otrora siempre lo practicó. La invasora España del Siglo XVI dio cuenta del primero.
La reina Isabel la Católica condenó el toreo; en ese entonces la víctima era el torero, y el resultado en el tiempo fue proteger la vida *der mataor* con cargo a las horrorosidades y crueldades que ahora recibe este noble mamífero que, por cierto, es sacrificado como alimento básico en la dieta proteínica desde hace siglos, y que, por supuesto, ingieren sólo esporádicamente y en mínimas raciones los trabajadores de ingresos medianos e inferiores. Paradójicamente, los campesinos criadores de este ganado sólo lo ingieren en pequeñas porciones insalubres durante las denominadas *terneras* que los terratenientes ganaderos dan a gobernantes venales y a políticos que les protejan sus latifundios y haciendas varias.
Pero es que el maltrato hacia los animales es más amplio: perros usados para crueles espectáculos de morbosa contienda, despliegue desmedido de lucha mercantil contra las hormigas y otros insectos de comprobado beneficio en la cadena fitotrófica mundial, regional y local.
Por lo demás, la crueldad practicada por nuestras sociedades va de la mano con la crueldad laboral que aplican los patronos industriales actuales, quienes, además de quedarse con la mejor tajada de la producción proletaria, en forma de ganancias ilícitas, lo que garantiza una alimentación opípara para dichos patrones, y dietas subalimentarias para el trabajador, sólo cumplen, o aparentan cumplir, a regañadientes aquellas leyes nacionales ad hoc de onerosa elaboración burocrática que han sido negociadas en nuestros parlamentos para proteger al trabajador de la inseguridad reinante en los centros empresariales capitalistas de siempre.
De nadie es desconocido el pésimo e inseguro servicio bomberil apaguincendios; de pocos es desconocida la indiferencia gubernamental y estatal de la seguridad los transportistas en calles y carreteras de países, como Venezuela. De pocos es desconocido el pésimo servicio médicoasistencial que abunda en el mismo país donde *si no hay real no hay salvación*. Ni qué decir de la indiferencia o complicidad de los Alcaldes en la construcción de viviendas de dudosa higiene y habitabilidad De muy pocos es desconocida la desidia e ineptitud gubernamental venezolana en materia de asesinatos, atracos, secuestros y afines que a diario ensangrientan el territorio nacional.
En fin, que la presente lucha por la defensa de toros y gallos es sólo el comienzo de una lucha más envolvente que sólo terminaría y prosperará cuando el ser más valioso del ecosistema, el trabajador, reciba las protecciones de las que tanto sigue careciendo, y lo seguirá haciendo mientras siga vivito y coleando el presente sistema burgués.
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