La imagen plana culinaria del “arroz con pollo sin pollo” se le atribuye a Rómulo Betancourt. Hoy recobra actualidad cuando la oposición venezolana pretende hacer política sin políticos. La contradictoria cartilla viene del norte y ya fracasó en 2002, pero es necesario insistir en su aplicación. El origen electoral, democrático y constitucional del gobierno del comandante Hugo Chávez obliga a sacarlo del poder por aparente voluntad popular (el golpe suave o blanco) Ayer, por una supuesta rebelión de la “sociedad civil”. Hoy, por las protestas “estudiantiles”.
El problema estriba en que, una vez cumplido su papel por parte del sector civil o estudiantil, deben aparecer los políticos y militares que actúan tras bastidores. Aquí se desnuda la conjura, estallan las contradicciones y el pueblo reacciona. Así ocurrió en la Carmonada y los complotados de Miami, aprendida la lección, calculan que eso se resuelve con la ejecución de unos cuantos miles de bolivarianos.
Desde 2002, los viejos partidos han sido execrados y su dirigencia defenestrada. A la conspiración siempre se le ha puesto un rostro apolítico y civil de casta paloma. Ayer, la punta de lanza fueron las mujeres. Hoy, son los niños y adolescentes. La vanguardia en el pasado reciente la conformaron los meritócratas petroleros, especie de técnicos puros, incontaminados de política. En el presente, la primera avanzada la constituyen los estudiantes de instituciones privadas y, asimismo, políticamente impolutos, vírgenes. La farándula se encarga de poner las lágrimas y el llantén.
El problema aflora cuando se saca de la olla el arroz con pollo sin pollo. Los comensales se dan cuenta de la tramoya. Del mismo modo, consumado el golpe, aparecen inexorablemente los golpistas. Vienen por lo suyo. A los que hicieron el trabajo de maquillar la conspiración (sociedad civil, estudiantes de colegios privados), se les aparta. Esas “revoluciones” de terciopelo, naranjas o de las rosas, no fertilizan en el trópico. Mucho menos en la Venezuela altamente politizada de las misiones, con un pueblo picado de culebra con golpes de Estado, sabotaje petrolero, guarimbas, agresiones cotidianas del imperio, paramilitares y criminales prófugos.
El golpismo ya ha utilizado algunos de sus muchos rostros. Hoy, con cara de escolar imberbe, nos pretende hacer creer que libertad de expresión y dueños de los medios (1BC) son la misma cosa, que derecho a la información y empresas mediáticas son términos sinónimos. El problema de hacer política sin políticos es que la política cansa y exige. Si se le deja a novatos y aprendices, sobreviene el desastre.
Ayer, los meritócratas petroleros y la “sociedad civil” se creyeron de verdad su rol de dirigentes y no querían saber nada de los pobres políticos que montaron todo el entramado para salir de Chávez ya. Hoy, los muchachos de colegios privados, pretenden que los líderes partidistas se mantengan lo más lejos posible, como la peste. Sin embargo, es inevitable que terminen por darse cuenta de que detrás de sus protestas, están esos políticos. Cuando descubran que el arroz con pollo sin pollo es un plato imposible, entenderán que, en política, no hay nada espontáneo, inocente ni virgen.