“El gran celestinaje de los medios de comunicación
masiva consiste en enmascarar la realidad social”.
Marta Colomina, La Celestina Mecánica.
Fracasado el plan mediático de relacionar al gobierno venezolano con la guerrilla colombiana, un feroz “anti cubanismo” ha inundado insaciablemente las páginas y los espacios de los medios de comunicación social del país.
Todo este sanguinario e irracional “anti cubanismo” ha surgido y se ha enardecido desde los medios de comunicación social, a raíz del anuncio de la puesta en marcha del programa de alfabetización que adelanta el gobierno nacional.
Uno de estos periodistas que utiliza la tribuna de los medios de comunicación social para atacar a Cuba, es la señora Marta Colomina. Nada más el pasado domingo 22 de junio en su columna del diario El Universal acusaba a la Guardia Nacional de “repartir bombas lacrimógenas a los círculos del terror y aceptar en sus tanques a cubanos fidelistas”.
Pero la señora Colomina que hoy ataca y le sacude un carterazo a la “antidemocrática revolución” ayer escribía excelencias, era toda sonrisita y guarapito de papelón con el gobierno cubano. La mejor muestra de ello la encontramos en las páginas revolucionarias y anti mediáticas de su laureado libro La Celestina Mecánica, editado por Monte Ávila Editores. C.A. en el año 1976, y que se hizo merecedor del Premio Casa de las Américas que le otorgaron sus hoy impugnados “cubanos fidelistas”.
Según la propia autora, “La Celestina Mecánica presenta un análisis del contenido de las Revistas Cosmopolitan, Vanidades y Buen Hogar (muestras de los años 1967-1968-1970-1971-1972 -1973-1974-1975), de las novelas seudo-amorosas de Corín Tellado, de fotonovelas de las colecciones Cita, Fiesta, Novelas de Amor, Linda y Selene, todas ellas elaboradas en México, España o Estados Unidos y distribuidas profusamente por América Latina. Los análisis en cuestión, disecan minuciosamente el contenido de dichos medios con el fin de desenmascarar la función ideológica que cumplen en perjuicio de las grandes masas femeninas latinoamericanas y en beneficio de la clase que controla tales publicaciones”. (p. 17).
Además de disecar escrupulosamente el contenido de “los medios de comunicación social que difunden la ideología del dominio” y “constituyen un instrumento de las clases hegemónicas”, la señora Colomina dedica en La Celestina Mecánica una extensa sección donde elogia “el rápido y creciente ascenso de la mujer cubana en la vida política y social de su país”.
Igualmente vitorea a la revolución de la República Popular China, donde “Mao Tsé Tung hizo de la liberación de la mujer china uno de los puntos fundamentales de su programa político”. (p. 19 y 96).
Dentro de esta “emancipación revolucionaria” aplaude también “los logros alcanzados por las mujeres de los países socialistas, aún cuando se supone que van a ser superados a medida que se fortalece el proceso revolucionario”. (p. 97).
Volviendo a hacer referencia a la realidad cubana, la señora Colomina resalta que “las leyes laborales para las mujeres en Cuba figuran entre las más avanzadas del mundo. Tienen licencia pagada por tres meses en los casos de maternidad, tiempo del cual destinan al menos seis semanas para el cuidado del niño recién nacido... Las vacaciones pagadas anuales, igual para hombres que para mujeres, son de un mes”. (p. 97).
La identificación de la señora Colomina con la revolución cubana no se queda aquí, sino que avanza con un entusiasmo que le causaría envidia al presidente Chávez. Con frenesí y sin cortapisas, Colomina señala que “a raíz de la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (en 1960), organismo que está formado por mujeres de las más diversas profesiones e intereses, el impulso dado a la participación femenina en todas las actividades sociales, ha sido vertiginoso”. (p. 97).
Y como la más apasionada y fanática alfabetizadora cubana de aquellos tiempos, Colomina escribe que ”uno de los primeros propósitos que se trazó la Federación de Mujeres Cubanas fue incorporar a gran cantidad de sus miembros a las tareas de erradicar el analfabetismo en Cuba, objetivo que alcanzaron en solo un año”. (p. 97).
En La Celestina Mecánica la señora Colomina cuestiona la educación venezolana y la califica (asómbrate Leonardo Carvajal) de “represiva” y “discriminatoria”. En tal sentido, expresa que “los maestros -aún a pesar de que la enseñanza primaria en Venezuela está en una cifra que supera el 90 por ciento en manos de la mujer- proporcionan una educación, además de represiva, completamente discriminatoria entre los sexos”. (p. 15).
Ante esta realidad, Colomina de manera inquisidora, como un miembro de La Esquina Caliente, cuestiona fuertemente a la educación venezolana por formar parte de “los canales de imposición que benefician a las clases dominantes”, entre los cuales también se encuentran “la Iglesia, las relaciones interpersonales y los Medios de Comunicación”. (p.16).
Después de criticar al sistema educativo por estupidizar a nuestros jóvenes, con un lenguaje insurrecto que ya quisieran tener para sí la ministra Nora Uribe, la periodista Teresita Maniglia y Eliécer Otaiza para poder publicitar el Programa Nacional de Alfabetización, la señora Colomina escribe una joya revolucionaria propia de quien plácidamente nada estilo mariposa en su tan cuestionado “mar de la felicidad”. El que tenga oídos que oiga y el que tenga ojos que vea, que la señora Colomina hará uso de la palabra:
“Los avances logrados por la Revolución Cubana en materia de Educación son reconocidos abiertamente en todo el mundo occidental. De esa fantástica revolución educativa ha recibido los beneficios toda la población y especialmente las mujeres, quienes con anterioridad a ese hecho histórico fundamental habían sido visiblemente discriminadas”. (p. 100).
Ante todos estos enunciados tan contundentes, por razones de estética y para no remover escombros me niego a preguntarle a la señora Colomina qué le ocurrió a sus noches de besitos y armonía con la Revolución Cubana.
Me niego a preguntarle a la autora de La Celestina Mecánica: ¿antes era un negocio elogiar a Cuba, pero ahora el celestinaje mediático de siempre ha convertido en una actividad mercantil lucrativa atacar la patria de José Martí? Uno no sabe, pero seguro que ellos sí conocen la verdad de la cosa.
Tal vez, frente a tanto anti cubanismo mediático, la respuesta la tiene la propia señora Colomina cuando destaca que “a través del celestinaje aparentemente despersonalizado de los medios de difusión colectiva la élite que tiene el poder económico, simulando eliminar las diferencias de clase, envía contenidos estereotipados y mecanizados a una gran masa que sigue los estrictos lineamientos ideológicos del grupo dominante convertido en transmisor”. (p. 13-14).
Por cierto, han transcurrido 27 años y la señora Colomina, que sepamos, no ha devuelto el Premio Casa de las Américas que le entregaron los “cubanos fidelistas”.
Sólo nos queda recordarle a la periodista una frase de su amigo Oscar Yánez: “Colomina, chúpate tu mandarina”. Como lo escrito, escrito queda no estaría de más montar el libro La Celestina Mecánica en un marquito.
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