El militar francés, Luis Perú de Lacroix, tuvo la fortuna de tener el empleo de ayudante del Libertador y por ello estar cerca de él en la ocasión en que el general Bolívar esperaba en Bucaramanga los resultados de la Convención de Ocaña, allí el Libertador habló a sus anchas y Lacroix lo animaba para que lo hiciese; y es así como escribe para el 5 de Junio de 1.828: Volvimos donde el Libertador, quien se recostó en su hamaca y habló de Bogotá, diciendo que allí más que en ninguna parte existía un espíritu de localidad bien perjudicial a los intereses generales de la República y a su estabilidad, que los agitadores se valían de él, y que no sería extraño ver reproducirse un día los tiempos lamentables y de terror de los años 13 y 14; aquellos tiempos de furores, de barbarie y de guerra civil entre Nariño y Baraya y aquella insensata y malvada dictadura de Alvarez, que por orden del Congreso general de la Unión desbaraté en Diciembre del año 14; que su expedición del año siguiente sobre Cartagena tenía igual objeto: atraer aquel Estado al gobierno de la Unión, hacerle obedecer y quitar el Poder a todos aquellos tiranuelos que tenían al Magdalena en una continua agitación, a Cartagena en permanente anarquía, y que enteramente ocupados en sus disensiones civiles dejaban el enemigo en la provincia de Santa Marta, comprometiendo con esto la seguridad de la Nueva Granada.
En el día, continuó S. E., existen miras y principios iguales a los de entonces; el interés individual, la ambición, las rivalidades, la necedad, el provincialismo, la sed de venganza y otras pasiones miserables agitan y mueven nuestros demagogos, unidos para derrocar lo que existe y separarse después para establecer sus soberanías parciales y gobernar a los pueblos como esclavos y con el sistema español. Siguió diciendo el Libertador, que el foco de aquellos principios, el cuartel general de los agitadores, estaba en Bogotá; que el pérfido y criminal Santander era el jefe de aquel partido, que se compone de todo lo que hay más desacreditado en Colombia, de lo más inmoral, más perverso y criminal. Santander, siguió diciendo, como granadino, es el jefe natural de todos los trastornadores y descontentos de aquel país, y excita el odio de todos contra los venezolanos; hace creer que yo, como su paisano, los protejo más que a los granadinos, y que los ascensos en el ejército y los empleos son solo para aquellos y no para éstos. Tales calumnias son creídas sin examen, y el amor propio granadino queda ofendido. Si la razón discutiera el hecho, se vería que en la República hay menos empleados venezolanos que granadinos, y que la misma proporción ha existido en los ascensos, aunque hay menos militares granadinos que venezolanos. Por otra parte, ¡qué diferencia entre estos y aquellos! Si entre militares venezolanos hay algunos malvados, casi todos son valientes, y sobre el campo de batalla es donde han alcanzado sus graduaciones. No quiero hacer un paralelo entre los militares de Venezuela y los de Nueva Granada, porque resultaría un contraste poco favorable para estos últimos; sin embargo, voy a pasar revista a algunos jefes granadinos.
Entre sus generales de división están: Santander, Córdoba, Fortoul y Pey; Córdoba el único valiente y militar, pero tiene un carácter duro y absoluto, una soberbia ridícula, una vanidad excesiva, y solo es bueno en el campo de batalla; fuera de él es peligroso. Entre los generales de brigada están: Morales, Rieux, Antonio Obando, González, Mantilla, Maza, Ortega, París, Ucrós, Vélez, Herrán y Moreno. París, Vélez y Herrán son los únicos militares capaces de un mando activo; Maza es valiente como ellos, pero su continua borrachera le hace un hombre inútil. Moreno es un salteador de los llanos y nada más. Morales, Ortega, Rieux, González y Ucrós son hombres de bien y buenos para un mando de provincia. Obando y Mantilla son dos cobardes, incapaces para todo; el último es el bastardo del cura de Girón, doctor Salgar. Entre los coroneles se verían iguales o peores ineptitudes militares si quisiera entrar a revisarlos. La mayor parte de los generales indicados han ganado sus ascensos por servicios en guarniciones, en mandos territoriales, lejos del enemigo o en las oficinas; no pasa lo mismo con los generales de Venezuela; ellos, casi todos, son generales de campaña; sus servicios han sido hechos en los campos al frente del enemigo y combatiendo contra él.
Julio de 2.007