Con respecto a que dentro de nuestras filas, y más que todo en los altos cargos de dirección, existen tendencias incluso fratricidas me parece algo tan real como la misma necesidad de poner orden a la casa.
Hasta el momento el proceso político venezolano ha dado señales enérgicas de asimilación de los embates provenientes fuera de su seno. Pero el particular y notorio debilitamiento político y racional de la oposición en la inherentemente obligada tarea de control y cuestionamiento crítico de las posibles degeneraciones en el desarrollo e implementación de las políticas de Estado, ha ocasionado que en la realidad de nuestro mismo entorno bolivariano –por eso de que nadie quiere darle herramientas mediáticas al enemigo o no querer pisarse mutuamente la manguera- no se esté atendiendo de forma implacable la autocrítica y el poder moral contralor.
Sólo un hombre puede saber cómo actúan los hombrecitos. Del mismo modo como solo un rojo sabría cómo suelen pintarse los rojitos. Por el estado de realidad de nuestra vergüenza debemos aceptar que no todo lo que ahora acontece es obra y consecuencia de los que realmente creen y luchan por el significado moral y político de nuestro color. Él es comunión y respuesta del aporte de lo mejor que uno trabaja por ser, y jamás el amén irreflexivo y adulador de quienes por agradar pintándose corren el peligro de morir revolucionariamente por inanición intelectual. Dolorosamente mucho de esto sucede en la actual Asamblea Nacional.
Como aficionado observador de la naturaleza humana y sus costumbres, me atrevo a elucubrar que el discurso de Baduel si bien es reflejo de un inocultable sentimiento de reacción a situaciones que no del todo se presentan claras –y que de cierta manera describen determinadas tendencias en desafiante pugna a lo dentro del proceso- tampoco encierran exclusivamente raíces ideológicas, tal cómo manipuladoramente pretendió insinuar este comandante.
Las sutiles estocadas tanto de Baduel como Müller Rojas, sugiero, no han de tomarse de forma maniquea. Mucho de lo que realmente sucede en esos predios son tan ocultos para nosotros como, quizás, también para el propio Presidente. Más bien han de ser analizadas a partir del razonamiento crítico y contestatario, y no de la rastrera forma como los aduladores pretenden demostrar falsas lealtades, ésta, estemos claro, ni se fortalece ni se demuestra mediante la ceguera.
Por último, hasta que no se demuestre lo contrario, estos dos venezolanos, hasta ahora, han dado muestra del compromiso de su actuar y su pensar. Lo que otros, en la oscuridad de su poca valentía, realmente sí están complotando lo nuestro.
waldo.munizaga@corpomaracaibo.net