Con los ojos curados de cualquier asombro, hace algunas semanas leímos en un diario de circulación nacional el comentario de un vocero de la alianza opositora en el que señalaba que había que incluir a Américo Martín entre los presidenciables de la oposición.

En su intento de asaltar a Miraflores y sus alrededores, por esta categoría de pintorescos personajes presidenciables de la oposición, entre muchos, han desfilado Carmona Estanga, Carlos Ortega, el coronel Pedro Soto, los generales Guaicaipuro Lameda, Néstor González González, Rosendo y Enrique Medina Gómez. Visto así, pareciera que Henrique Salas Römer, Julio Borges, Juan Fernández y Enrique Mendoza, no han logrado convertirse en el personal de mantenimiento y la luz de esperanza que demanda la oposición.

Pero creemos que proponer a Américo Martín como presidenciable es un acto de provocación que ofende, por decir lo menos, la memoria de muchos venezolanos. Lo decimos, porque pasarán más de mil años, como dice una canción, pero jamás olvidaremos lo que leímos en 1985 en el libro La Corrupción en Venezuela * con relación al susodicho Américo Martín.

Ante la desconcertante novedad de la candidatura de Américo Martín, sin intención de dañarnos el espíritu, sacamos de la biblioteca el libro antes citado. Nos lavamos la cara y acompañados de una copita de Grand Menier, dejamos que el profesor Simón Sáez Mérida nos recordara el relato sobre Martín, ex comandante guerrillero y representante por la sociedad civil de la CD en la Mesa de Diálogo y Acuerdos.

Narra Sáez Mérida (p. 97) que “muchas cosas me hicieron separarme del MIR”. Destaca que “una fue cuando descubrí, a fines de la campaña electoral de 1973 y en el cual participábamos con la candidatura de José Vicente Rangel, que mis dos compañeros de Secretariado, Martín y Moleiro, estaban en tratos con Pérez Olivares a través de los doctores Savelli Maldonado y Holcblat, para recibir 200.000 bolívares de la candidatura de Lorenzo Fernández para financiar nuestra campaña electoral”.

Para tratar de justificar por qué se ofrecían a precio de gallina flaca, Sáez Mérida agrega (p.98-99) que Moleiro y Martín “dijeron que eso lo hacía todo el mundo, que la política era así y que había que hacer política, que eso me sorprendía y me irritaba a mí porque yo no era político sino moralista, dogmático y sacerdotal. (...) Sentí una gran náusea al final y terminé retirándome violentamente de la reunión”.

Sáez Mérida también cuenta (p. 100) que el hoy presidenciable siguió en las trastadas: “Américo Martín, por intermedio de un abogado suyo, que iba y venía de París, amigo de Pedro Estrada y novio de una de sus hijas, había entrado en tratos para recibir 20.00 dólares del ex jefe de la SN, como ayuda al MIR, tanto a su expansión como para restarle votos a AD”.

Sáez Mérida refiere que “se me alegaba que otros dirigentes, algunos connotados del MAS entre ellos, ya iban y venían por la casa parisina de Pedro Estrada y hasta lo trataban con un reverencial Don Pedro”.

Sáez Mérida desliza (p. 101) una frase que en la Venezuela actual ha resultado premonitoria para personajes como Martín: “Dejarán la izquierda más temprano que tarde, se pasarán al enemigo, se irán a AD o COPEI y allí se conectarán con los peores sectores e individualidades en esos partidos, buscarán sus amigos en los niveles de corrupción. Esa será su dinámica, podemos sentarnos a la puerta y comprobar cualquier día que eso será así”. Profesor Sáez Mérida, sin darnos tiempo a sentarnos a la puerta, así se ha cumplido.

No cabe duda que, por culpa de una jauría de políticos hambrientos de poder, Martín resulta otro espagueti piche que puede atragantar a los seguidores de la oposición. Ya antes trataron de indigestar salvajemente al país, con el mondongo enchumbado que resultó Carmonita.

Pero como la oposición insiste en ofrecer a sus comensales comida descompuesta, sólo podemos recomendarle que hablen con el profesor Sáez Mérida para que les sirva el menú completico sobre Américo Martín. De todas maneras, ¡Buen provecho!


Fuente:
La Corrupción en Venezuela, Vadell Hermanos, Editores, 1985.