Campaña colombiana a la venezolana

Más allá del "error" de El Espectador


El caso Boyer nació con tal rimbombancia y se desvaneció con tal patetismo,
que la reacción lógica, para quienes sólo desean conocer la verdad (y en
especial para los bolivarianos que se preocupan por el efecto
propagandístico de ciertas mentiras) ha consistido en suspirar de alivio con
la siguiente frase en los labios: "Uf, ya fallaron otro golpe". Aquí entre
nos, humildemente, creo que no lo fallaron. Hicieron quedar en ridículo a El
Espectador, le dieron cancha al vicepresidente de Venezuela, pero
consiguieron su objetivo: crear turbulencias en un vaso de agua.
Soy un firme creyente de que la intención de esa clase de ramalazos torpes y
abiertamente desajustados, no es otra sino "recordarle" a las almas
distraídas que hay un asunto pendiente: Chávez es, según ciertas castas
colombianas, una amenaza que no conviene descuidar. Cuando Chávez no les da
motivos para descargar contra él sus ataques, entonces simplemente se lo
inventan. Creo que fue Kissinger (en sus tiempos de zorro) quien acuñó esta
grotesca pero contundente metáfora: "Acusa a tu enemigo de fornicar con
cerdos; luego sírvete un trago y siéntate a ver cómo trata de desmentirlo".
Una estrategia afín la escuché de boca de Carlos Piñango, un boxeador
venezolano que combatía por allá por los años 80: "Pégale al rival en las
bolas y dile: 'Ai am sorry'".
En ambos casos, el simple consumidor de noticias dirá que ha sido un error
del atacante. El problema es que el daño estará hecho, y sacarse ese golpe
es por lo general una tarea muy ardua: el boxeador escuchará las disculpas
pero no se recuperará de su coñazo en las bolas; Venezuela comprobará que la
acusación era falsa, pero ahí queda, durísima en la opinión pública
internacional, la persistencia en la campaña que acusa a nuestro país de
albergar grupos irregulares.

Cuando El Espectador
no es de palo

Algo debería cierto periodismo hecho en nuestro país exhibir con orgullo: el
hecho de que su equivalente colombiano se ha "venezolanizado". El fenómeno
es el que ya ustedes se imaginan, basta asomarse a los kioscos para
encontrar ejemplos afines: me busco una declaración o afirmación que
comprometa al Gobierno, me busco a un personaje lo suficientemente
irresponsable o lo suficientemente desequilibrado que defienda esa
declaración, y la convierto en titular de primera página: golpe a los
testículos. Diez minutos después se descubre que la "noticia" era una
payasada, pero lo que queda en el público es el acumulado de "noticias"
parecidas, desmontadas o no. El Espectador se da con una piedra en los
dientes para pedir disculpas "a la opinión pública nacional e internacional,
y a todas aquellas personas que hubiesen sido afectadas por el informe
periodístico del pasado domingo" (ver el comunicado íntegro en la siguiente
página), pero el golpe queda. A la venezolana.
Y el colofón: "En lo sucesivo, en casos especiales como este, se adoptarán
medidas excepcionales, además de las que son regulares en el trabajo
periodístico, para que este tipo de errores no vuelvan a repetirse,
particularmente en casos tan sensibles", dice el comunicado de la dirección
del periódico, en un mea culpa que le quedó horrible: a quien tenga buen ojo
le bastará un vistazo para darse cuenta de que la promesa de El Espectador
dice, palabras más, palabras menos, que la próxima vez, en lugar de
mariquear y de hacer escándalo con las declaraciones de un oligofrénico como
el tal Boyer, se van a dedicar a hacer periodismo. ¿por qué la próxima vez y
no las veces anteriores? ¿No quedamos en que en los periódicos informativos
se informa, al contrario de lo que sucede en los grandes periódicos
venezolanos?

Gringo a la vista

Toda esta bulla ha coincidido con una nueva arremetida de declaraciones de
altos funcionarios norteamericanos que han llamado a Venezuela a "fijar
posición" en torno al tema de la insurgencia armada en Colombia. Muy lindo
el espectáculo: los policías del mundo recordando, con un monigote
colombiano al lado, que quien no está con ellos está contra ellos. Y, de
paso, queda en el aire la insinuación de que, si Venezuela no sale a echarle
plomo a la guerrilla, es porque es aliada de la guerrilla.
Otra de cajón, otra que está en el librito: nuevamente los colombianos
sirven de caja de resonancia para que los gringos sigan fabricando excusas
para una posible intervención directa en nuestro país, vía frontera
caliente-vía Plan Colombia. Súmenle las declaraciones de Escovar Salom, para
quien es urgente que vengan los Cascos Azules a "poner orden" en el Arauca,
el Táchira y el Sur del Lago. Súmenle el constante mariqueteo de la prensa
venezolana que cada cierto tiempo le echa gasolina al tema de los grupos
irregulares colombianos en Venezuela.
Y súmenle también, por favor, algo que justo ahora, al rematar esta nota,
estoy presenciando a través de esa fábrica de embustes infectos llamado
Globovisión. Parece que alguien dejó un bolso frente a la embajada de
Australia, y hasta allá se desplazó la maquinaria propagandística de los
canales de TV; los televidentes observaron en vivo cuando un agente de la
Disip constató que aquel bolso sólo contenía ropa sucia. Pero Gladys
Rodríguez, la hermosa "ancla" del canal, insistía (seguramente porque era lo
que el apuntador le obligaba a recitar) que las imágenes correspondían a:
"Otra amenaza de bomba frente a una sede diplomática"
"Otra amenaza de bomba frente a una sede diplomática"
"Otra amenaza de bomba frente a una sede diplomática"
"Otra amenaza de bomba frente a una sede diplomática"
"Otra amenaza de bomba frente a una sede diplomática"
Repítemelo cien veces más, flaca preciosa, dispárame miles de veces ese
mensaje vía satélite hacia la atmósfera, y tendremos en la opinión pública
internacional una nueva campañita de mierda contra nuestro país. Otra patada
en las bolas que miles de desinformados se encargarán de reproducir de boca
en boca.



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José Roberto Duque


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