Temprano comprendió el actual Imperio la lección sobre cómo conquistar la hegemonía mundial dejada a la intemperie tras la Segunda Guerra Mundial. A partir de legado de terror y locura esparcida por los que lo antecedieron encontraron precisamente la más viable estrategia para lograr saciar la voracidad expansionista. Era necesario sembrar de corrupción, egoísmo e individualismo la originaria orientación de honestidad, camaradería y desprendimiento hermano del hombre mismo, razones por las cuales la humanidad por completo se opuso a Hittler. Urgente se precisaba el combatir cualquier posible ejemplo o modelo que concienciara la búsqueda por construir un mundo mejor.
Precisamente con la llegada de la Revolución Cubana, y el temperamento humanista y ético de su impulso combativo, el naciente Imperio rápidamente se vio en la urgencia de condenar y arremeter de manera cruenta y decidida a este emergente despertar de todo un pueblo. Sólo a 40 millas de sus costas germinaba la certeza de lo impostergable que resultaba para aquella actualidad cerrarle el paso a lo que desde hace tiempo despuntaba con ser la más terrible amenaza que se cerniría contra toda la Humanidad. El CHE, en este sentido, oportunamente logró convencer con la entrega de su diario comportamiento que la lucha a favor de los pueblos oprimidos jamás debía considerarse un sacrificio para un verdadero revolucionario. Con verdadera mística revolucionaria propuso y llevó a la práctica que no sólo a partir de fusiles debía desarrollarse la práctica libertaria, era necesario la honestidad, la camaradería, la transparencia y la eficiencia para construir una sociedad donde el hombre nuevo fundase un nuevo estado de relaciones con su entorno, llamada vida o ecosistema.
El legado llevado a cabo por la Revolución Cubana, y reflejado y modelado por el eterno combatiente de la verdadera esencia de la humanidad, el CHE, ha traído precisamente la certeza de una realidad contrastante y temible para cualquier pretensión Imperialista: la concepción de un Estado entendido a partir de un concepto superior y más general dentro del gran problema y verdadera aspiración de la Humanidad, la inmemorial búsqueda de la Justicia. Un Estado donde sea posible que todos no sólo tengan la posibilidad sino las condiciones de obtener lo que se merecen. Contrario a los estipulados de algunos sofistas y, posteriormente, de Maquiavelo, que conciben el fundamento del Estado como la impositiva organización de los y para los más fuertes.
Por estos días, cuando se cumplen 40 años desde que la Inmoralidad del CHE elevara el vuelo y su trascendencia desde la Higuera, el compromiso de su legado nos hace cada vez más urgente el comportamiento revolucionario.
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