De cuando Denzil Romero
quiso redimir a Pedro Carujo.
Un asunto a replantear.
De las tantas veces que nos vimos, yo le recuerdo subiendo en las tardes por la esquina de Pajaritos, rumbo hacia Altagracia o la Pastora, con un cartapacio de papeles bajo el brazo, gesto grave que le aumentaba sensiblemente la edad verdadera y un proyecto de libro en la cabeza. Pocos años después había escrito unos cuantos y ganados varios premios, entre ellos el prestigioso “Casa de las Amèricas”. Siempre iba a paso lento y cabizbajo, meditando y revolviéndolo todo en su cerebro.
Él, Denzil Romero, nacido en Aragua de Barcelona, de una generación que cuestionó casi todo, que con los años se cuestionó así misma, se preocupó quizás más de una vez que un par de frases de dudosa validez, sirviesen de expediente para condenar a perpetuidad a Pedro Carujo, paisano suyo, de aquí mismo de Barcelona.
Por esto que ya dije y por lo engañoso de muchas de las fuentes documentales de la época, algunos han preferido dejar como en cuarentena ese período. Y Denzil, con el mérito y el peso intelectual que tuvo, decidió no seguir admitiendo que esas dos frases, que debieron ser intrascendentes, dichas dentro de un marco histórico que aún permanece confuso, fuesen suficientes para condenar a Carujo. Y él quiso, por justicia - Denzil también fue abogado y docente recogerlo del fango para que se reabriese el proceso.
¡El mundo es de los valientes! cuentan que dijo Pedro Carujo, el promotor de la llamada "Revolución de las Reformas”. En un país que anhelaba reformas y justicia.
! El mundo es del hombre justo ¡ y qué dijo Vargas, entonces presidente de la República, por decisión electoral censitaria y con el respaldo nada meritorio del mantuanaje y de los canastilleros importadores. Cabeza de un gobierno peleado con la justicia social.
Lo simpático y que estimula duda además del respaldo ya no virtuoso del paecismo es que por años en este paìs, justos e injustos, valientes y cobardes, demócratas y dictatorialistas, civilistas y militaristas, revolucionarios y reaccionarios, por décadas que ya forman centurias, sin meditarlo mucho, sin estudiar el proceso, hemos condenado a Carujo por exaltar a Vargas. Civilización y barbarie; civilismo e incivilismo es la interpretación dogmática y simplista en que nos hemos refocilado y con la que más nos hemos sentido a gusto.
Porque esa fue la que nos enseñaron en una escuela acrílica, ideologizante y de pensamiento único. Es decir, nuestra escuela, sobre todo en lo que tuvo que ver con la historia nacional fue, justamente lo que la derecha heredera de lo que aquella hizo, dice ahora que quiere hacer Chávez con sus planes educativos.
Vargas, médico notable con estudios en Europa, salió del paìs en 1813, cuando "el patiquín Simón Bolívar entraba triunfante en Caracas como epilogo de esa gesta gloriosa que han dado en llamar "Campaña Admirable"; y regresó Vargas en 1825, con posterioridad a la batalla de Carabobo y cuando la sangre se había ya infiltrado en los surcos de la tierra. De él, siempre hemos dicho cosas bonitas. Con él hemos sido generosos y abiertos en el momento de juzgarlo. Y al llegar aquí pienso en la suerte de Fernández Morán, el brujo de Pipe ¡Dios me agarre confesado! quien pese sus aportes trascendentes no hemos olvidado sus inconsecuencias, pasos en falso en política.
Y ese reconocimiento del Estado y de esas figuras que habitualmente cubren de bruma con sus opiniones los procesos históricos que se asustan con los secretos pùbicos del archivo del general Miranda - lo ponen a uno en guardia. Y más aún, a seres críticos y acuciosos como lo fue Denzil Romero.
La historia de Venezuela está aún muy oscura. Lo está más aún ese lapso entre 1830 y 1859. Un espacio trascendente y fundamental en la determinación de un paìs que resultó atrapado en las redes fraudulentas del mercado externo y el ya largo estancamiento.
Por eso, el sólo hecho de poner en duda las afirmaciones del academicismo acartonado, creador de un templo de historia nacional, usuario de los nombres y del prestigio de los héroes, opuesto a todo examen crítico, es un mérito que enaltece a algunos venezolanos. Y es esa necesidad de estar en guardia y reclamar una revisión critica de la historia lo que animó a Denzil.
; Es justo revisar los acontecimientos en torno a Vargas y Carujo, con abandono de los prejuicios y las condenatorias apriori del academicismo conformista y dogmático.
Esto no quiere reclamar una absolución apriori del barcelonés. Pero quizás tampoco resulte justo, al margen de los resultados del examen, que en un paìs de conspiraciones y conspiradores, se le tenga a él, posiblemente un conspirador más, como símbolo tan negativo.
Ahora que Chávez ha puesto énfasis en recordar lo que en última instancia se convirtió el general Páez, asunto por demás conocido por quienes han jorungado algo, no mucho, en la historia nacional, seria bueno que como lo empezó Denzil Romero, se termine un estudio sensato y justo sobre Pedro Carujo. Lleva demasiados años siendo el malo de la película.