1 En medio del Parque Glavnyl Botaniceski todavía apunta a las estrellas el cohete que tripuló Yuri Gagarin, el primer cosmonauta. Desde allí usted sigue por la amplísima Jaroslavskoe Prospekt, ahora afligida por pésimas propagandas comerciales y congestionada de pacotilla de automóviles importados, hasta el Kremlin, que alza sus prodigiosas estrellas rojas contra el atardecer, para retratarse con algún haragán disfrazado de Lenin o de Stalin. Ante la muralla arde la llama por el Soldado Desconocido: por los veinte millones de soviéticos que murieron para salvar nuestras vidas del fascismo. Quienes abrieron las vías del espacio ahora importan chatarras. La llama perenne podría ser apagada para dar paso a una franquicia. Un mutilado veterano de Afganistán pide limosna, emparedado en letreros indescifrables.
2 En la sala de la Galería Nacional del Park Kultury el modelo de la torre del Monumento a la Internacional de Vladimiro Tatlin todavía apunta al infinito. Sucede que rusos o más bien soviéticos inventaron la estética del siglo XX. Crearon el lenguaje del cine como arte y propusieron las formas minimalistas de la geometría como fundamento de visiones titánicas. Allí está el salón con ejercicios tridimensionales constructivistas como astros ingrávidos en dimensiones oníricas, allí está el contundente lienzo "Negro sobre Negro" de Malevich, última frontera de la pintura, allí están todos los paroxismos del expresionismo y las trepidaciones de los colores que nos enseñan, como las piruetas extremas de las danzas folklóricas, que todo es posible, hasta ese hiperrealismo lírico que fue difamado como realismo socialista. La Utopía es la mejor salud del arte.
3 Sesenta kilómetros al norte el monasterio ortodoxo de la Santísima Trinidad y San Sergio en Zagorski aún infla sus cúpulas acebolladas, consteladas de las estrellas de la noche o ebrias del fulgor dorado del día, que brotan como bulbos de muros como pétalos. En la penumbra de la capilla mayor transcurre el oficio: las viejas encienden cirios finos como hilos que apenas alumbran el pasmo, el estupor, la mística exaltación la furia el transporte de la multitud que hace fila para besar un catafalco bajo un dosel: en un rincón dos devochkas pían cantando un salmo litúrgico una dirige a la otra gesticulando como quien devana un ovillo mientras el pope roncamente deposita quejumbres que el piar de las devochkas disuelve elevándose entre la atmósfera entenebrecida y privada de fulgor para que el avieso brillo de los dorados ornamentos apenas siluetee los iconos donde ángeles rostros epifanías nos acechan como manchas de fulgor hasta que, con las espaldas contra un pilar, cae una posesa convulsionándose, un círculo de mujeres enlutadas la rodea sofocándola mirándola para que la posesión se amplifique hasta colmar el cofre de baratijas sagradas donde las devochkas pían devotamente. La voz de esas devochkas quién volverá a escucharla: en ese rincón resonará cuando callen y no será más hermosa la canción que dedicarán al amado ni su cámara nupcial será más oscura ni su lecho tendrá doseles de bronce como los del catafalco ante el cual los de la fila se hincan inclinan persignan arrodillan, cómo escapar por otra puerta que no sea la de la posesión, como dejar los ángeles menstruantes que en su rinconcito pían pañoleta blanca encubriendo la cabellera tirante la una acompasando a la otra con mano oscilante como quien devana un ovillo que dibuja la curva sepulcral de los ornamentos dorados y los rostros de pergamino encimándose sobre la muerte cubierta por una losa plateada dorada decorada con las supuraciones estéticas de la podre mientras mi conciencia cirio que se extingue desea iluminar las devochkas cuya voz se extingue como un cirio como un hilo.
4 Sucede entonces que el pueblo organizado en soviets hace la primera revolución socialista duradera en un gran país; que derrota la coalición de 13 potencias que desde el primer momento le declara la guerra, que en cuarenta años salta del arado de palo al primer satélite y al primer cosmonauta; que salva a la humanidad del fascismo, garantiza educación, salud y trabajo para todos y eleva la Unión Soviética a segunda potencia mundial. Pasa que los capitalistas le imponen un bloqueo y una carrera armamentista de ochenta años que obliga a los soviéticos a dilapidar el excedente económico en gasto militar e imponer mecanismos autoritarios de seguridad. Acontece que los administradores se separan del pueblo y se adjudican privilegios y para convertirlos en propiedad privada reinstauran el capitalismo y desintegran la Unión. Un pueblo exhausto consiente en perderlo todo a cambio de nada. Sueño de la Santa Madre Rusia que no pudo despertar de Occidente.
5 En el vestíbulo del hotel Cosmos ante la mirada ceñuda de vigilantes con cara de mafiosos de película trajeados de negro plantados sin hacer nada una multitud como de estación de metro que mana de millares de habitaciones se atropella entre una galería de maquinitas de juego y una recepción con una sola muchacha que desatiende muchedumbres de coreanos armenios letones venezolanos que reclaman sobreprecios en la ciudad más costosa del mundo bajo grandes cartelones titilantes que ofrecen Solaris Erotic Show Duty Free Shop Souvenir Shop; en medio del tumulto una devochka rubia de ojos color de lluvia con traje de hada y un tocado de cisne donde relumbran millares de falsas perlas ofrece de cuando en cuando las perlas legítimas de una tristísima sonrisa mientras reparte los folletos de un show folklórico del Ballet Kostroma a 60 dólares compre llévese el Zar Saltán, las danzas polovetsianas y la invisible ciudad de Kitejh; quizá la devochka soñó ser Pavlova en el Bolshoi y hacer piruetas que demuestran que todo es posible en vez de quedar para competir con las muchachas en trajes audaces que ofrecen Solaris Erotic Show, para legitimar el yerto cisne del tocado con el fulgor de su tristísima sonrisa.
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