La historia tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad. Se define como la narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados, así como también, conjunto de sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, y culturales de un pueblo o de una nación. Apegándose a esta concepción, y hurgando en hechos pasados dignos del recuerdo, cabe rememorar que en el campo de los derechos políticos, estaba vedado a la mujer el ejercicio del sufragio o voto secreto y universal para elegir representantes políticos, requiriéndose en consecuencia, la modificación de la normativa legal en materia electoral, para que las mujeres tuviesen derecho al voto. Negar el derecho de las mujeres a compartir en igualdad de condiciones con los varones, era sin duda discriminatorio y de rango antisocialista. El derecho al voto de los militares, estaba vedado, como si ellos fuesen seres extraterrestres y no venezolanos bolivarianos. Se oyó decir: “Los militares para el cuartel”.
Otro rasgo de antisocialismo del siglo pasado, era la prohibición de cruzar la plaza Bolívar de Caracas y pasar frente a la estatua del Padre la Patria, sin usar el paltó o chaqueta. Asimismo, no se podía entrar al Panteón Nacional ni a la casa natal de nuestro Libertador, sin las referidas prendas de vestir. En cuanto al uso y exhibición de los símbolos patrios, existía la prohibición de usar los mismos, en franelas, pantalones, gorras, y ni se diga en prendas íntimas. Los diseñadores se cuidaban de no crear prendas de vestir con el escudo ni la bandera nacional. El uso de los símbolos, estaba reservado a los entes oficiales, a excepción de la obligación de enarbolar la bandera en días de fiestas patrias, frente a las casas de familias, fábricas y edificios. En los actos de ofrenda floral ante la estatua de los héroes de la patria, forjadores de la libertad, se debía portar el paltó y no usar sombreros o gorras.
En el campo religioso, las mujeres debían cubrirse la cabeza con un pañuelo o algo similar, para poder entrar a las iglesias, e igualmente no se les permitía ingresar con pantalones o bermudas; es decir, no podían mostrar sus encantos naturales más allá de lo permitido por sus discretos vestidos a la usanza de la época. En el escenario militar, hasta la llegada de la revolución bolivariana en nuestro país, a los cadetes de las escuelas militares, no se les permitía exhibirse en sitios públicos sin el respectivo uniforme. Actualmente, por disposición presidencial, en buen juicio razonado y en buena hora, fue derogada dicha prohibición, porque imaginemos a un cadete en la playa disfrutando en familia sin bañarse, pero obligatoriamente uniformado. Y ni pensarlo empinando el codo. En la explotación agraria de grandes extensiones, conocida como latifundio, que se caracteriza por la subutilización de la tierra, se oía decir a los terranientes que su propiedad llegaba hasta donde le alcanzaba la vista. La ley de tierra ha venido regularizando esta situación.
Los cambios experimentados en la conducción política, social y cultural en el país, traducida como revolución bolivariana, ha enfocado el antisocialismo del siglo pasado, desde una óptica preñada de justicia e igualdad. Gracias a ella, mucha gente aprendió y se acordó que existía el himno nacional. Que los símbolos patrios pueden exhibirse y usarse en la vestimenta, que la memoria de Simón Bolívar se honra con paltó y sin él y que el 12 de octubre nos es el día de la raza, sino el día de la resistencia indígena. Estos visos de antisocialismo del pasado, ya sepultado por las enseñanzas revolucionarias del siglo 21, no volverán a transitar los pueblos, vecindades y sociedades que fueron sometidas y arropadas por el manto de la ignorancia. El avance hacia la integración plena de la sociedad, con tratamiento igualitario en el disfrute de los derechos sociales, políticos y culturales, nos conduce hacia una sociedad más justa y equilibrada. Y hasta la próxima, si Dios quiere.
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