Por tener oídos escuché, con mucha atención, y por tener ojos vi, con mucha claridad, las palabras y el acto en que el Presidente de Francia se dirigió a los miembros del Congreso de Estados Unidos. Para que el Congreso del país imperialista más poderoso y terrorista del mundo acepte que un Presidente de otra nación hable en su recinto, no quede duda que detrás de bastidores se tiene cocinada alguna receta para degustar –el imperialismo- la más nutritiva y la mayor cantidad de la presa que se tiene por cazar. No olvidemos que el expresidente Chirac, con sus intervenciones poco inusual en vocería imperialista, evidenció el nivel de las contradicciones interimperialistas por el nuevo reparto del mundo, lo cual ha llevado a crear una Europa aparentemente unida y fuerte e incluso con una moneda continental que se denomina el euro para, entre otras cosas, poder enfrentar las arrogancias y desquiciadas pretensiones neocolonialistas del imperio estadounidense. Tampoco olvidemos que los lobos también se disputan las víctimas de sus garras de rapiña y en el Grupo de los Ocho se reúnen los grandes lobos del Apocalipsis.
El discurso del Presidente Sarkozy no se salió en ningún momento de la diplomacia imperialista poniendo el acento en la relación entre Estados Unidos y Europa, con mención especial con Francia. Sarkozy ama a Estados Unidos no porque este país sea más o menos hermoso que Francia, sino porque no quiere que aquel sea el monopolizador del nuevo reparto del mundo y anhela, en igualdad de oportunidades, las tajadas imprescindibles –sin conflicto violento interimperialista- para las naciones más poderosas del capitalismo europeo, que son: Francia, Inglaterra y Alemania. Por algo, en Francia, lo llaman “el americano”. El mundo está en tensión y muchas guerras producen enormes exterminios sociales y destrucciones de infraestructuras y del medio ambiente (las de invasión en Irak, Afganistán, Palestina, por ejemplo), y Sarkozy nada dijo sobre ello, sino más bien centró su discurso en la grandeza y la belleza de Estados Unidos y de Francia. Un petit falsificador del grande Napoleón Bonaparte en un tiempo de profundas equivocaciones del imperialismo. Los congresistas, demócratas y republicanos, de derecha y de centro porque no se me ocurre pensar que exista alguno de izquierda, se levantaban de sus asientos y aplaudían con frenesí. Sarkozy seguía con su discurso más bien turístico que político, más de amistad que de sociología.
Habló de Europa pero siempre destacando a Francia aunque ahora nada quieran saber de la guillotina. Robespierre es un mal recuerdo hasta en lo de crear un nuevo Dios. Marat nunca existió. De Danton sólo invocan la audacia en tiempos de tensión en París, pero ahora contra la revolución y no en su favor. Si Estados Unidos tuvo su George Washington, Francia tuvo dos Richelieu: uno cardenal y el otro mariscal. Si Estados Unidos tuvo un general Eisenhower, Francia tuvo a su general De Gaulle y una historia de un Chacal. Si Estados Unidos tuvo su Whitman, Francia tuvo su Víctor Hugo como glorias de la literatura. Si Estados Unidos tuvo obreros rebeldes en Chicago, Francia tuvo sus comuneros de Paris, y ambos son el mal ejemplo de la lucha de clases en la concepción ideológica del imperialismo. Y aunque no lo creamos, ahora: el socialismo para construirse felizmente en el mundo depende del triunfo de la revolución proletaria en Estados Unidos y en Francia. Lamentemos por ahora: que los obreros estadounidenses son los más atrasados ideológicamente en el mundo, y los de Francia dependen de alguna gesta de rebeldía que se produzca un día en París.
Sarkozy, habló de la necesidad de incrementar la amistad y la alianza entre Estados Unidos y Europa –pero con especial atención de Francia- exigiendo que deben ser más firmes que antes para que la cooperación en los problemas internacionales sea mucha más estrecha y tener la fuerza para aplastar los intentos de programa nuclear en Irán, imponer la paz imperialista en el Medio Oriente y garantizar la estabilidad capitalista en el Líbano. Nada, absolutamente nada, dijo de las tropelías del sionismo israelita ni contra los palestinos –en lo particular- ni contra el mundo árabe –en lo general-. Sarkozy fue a limar las asperezas interimperialistas que Chirac había expresado y reconocido públicamente. Sarkozy agradeció la intervención de Estados Unidos en la liberación de Francia contra el imperio alemán nazista de la Segunda Guerra Mundial. Nada, absolutamente nada, agradeció a la extinta Unión Soviética que fue, realmente, la potencia que más contribuyó a la aplastante derrota del régimen de Hitler. En fin: Sarkozy fue a Estados Unidos para programar con Bush el nuevo reparto del mundo para favorecer a los más poderosos supermonopolios económicos estadounidenses y franceses. Es todo. Amén.
Todo verdugo, todo lobo, tiene un pequeño sentimiento de magnanimidad con el cual pretende escudar todo su potencial de perversión. Por un lado, aunque no lo habló en el Congreso de Estados Unidos, hace esfuerzos humanos para lograr la liberación de Ingrid Betancourt y otros prisioneros de guerra en Colombia, pero por el otro lado, sella acuerdos con la nación imperialista más poderosa, agresiva, belicosa y terrorista del mundo para aplastar todos los intentos de redención que se están produciendo en contra de la globalización capitalista salvaje. ¡He allí la verdadera esencia de la diplomacia privada y secreta de todo imperio de explotación y opresión de clases y del hombre por el hombre!. Cifrar esperanzas de justicia para el mundo en el mandato de Sarkozy, es como confiar en Putin para que el socialismo en Rusia vuelva a ser una esperanza de redención para los pueblos explotados y oprimidos por el gran capital.
Sarkozy, frente a un Congreso de sostenedores del imperialismo, terminó su discurso gritando: ¡Viva Estados Unidos!... ¡Viva Francia!, y quien tenga bien ubicado el sentido común fácilmente entiende lo demás que quiso decir y no dijo: “El reste de mundo es: excremento putrefacto”. Y vinieron minutos de aplausos con frenética hipocresía imperialista, que siempre y en todos los tiempos de capitalismo salvaje, se burlarán de sus aliados, pero sí sabrán aprovecharlos al máximo.