Comencemos por reonocer una verdad indiscutible: ser magistrado del Tribunal
Supremo de Justicia es un pasaporte directo a las úlceras, las jaquecas y
los tormentos interiores. La enorme presión que deben soportar quienes
tienen en sus manos el cogollito de las decisiones supremas en materia de
administración de justicia, no puede compararse con la presión que debe
soportar un ciudadano común: cuando el país entero está pendiente de cada
gesto, cada transpiración y cada hipo de un sujeto, éste no puede tener la
misma paz espiritual del caballero cuya preocupación central está en qué
ropa va a ponerse mañana, qué excusa va a darle a la esposa por haber
llegado tarde, o de dónde va a sacar los centavos para los útiles escolares
(gruesas preocupaciones, es verdad, pero no hay 24 millones de venezolanos
pendientes de ver en qué para tu rollo partiocular).
Una vez reconocido esto, quiero comentar brevemente ese tronco de deslizada
que se acaba de pegar Iván Rincón, el presidente del Tribunal Supremo de
Justicia. Repitamos: el máximo reprsentante del Poder Judicial está sometido
a factores inmensamente superiores a los de cualquier perrocalientero, pero
lo que el juez declaró después de reconocer que "alguien" había metido mano
en la sentencia que inhabilita a Chávez como candidato en caso de perder un
revoocatorio, fue sencillamente monstruoso. Mierda, Rincón. Fue tan grave el
pelón de bolas que me veo obligado a abrir otro párrafo, coger aire y nuevo
impulso, y darle poco a poco, no vaya a terminar escupiéndole la cara a
alguien que no se lo merece.
A ver, el cuento es este: los magistrados redactaron un documento que decía
"El carro es negro". Pero sucede que dentro del TSJ,"en los pasillos" según
sospecha Iván Rincón, hay un cabrón que, cuando no le gusta una sentencia,
es capaz de meterse en la oficina de los jueces, arrancar las páginas que le
molestan y cambiarlas por unas que concluyan: "El carro es blanco". Así, la
justicia del país está a merced de las puntadas de culo de un tipo, muy
poderoso y muy invisible el coñísimo, que es capaz de intervenir, alterar,
forjar una sentencia según a él le parezca, o según la cantidad de horas que
haya pasado ese día frente a laspantallas de Globovisión. El infiltrado
perfecto: un día de estos sentencia que las niñas del Miss Venezuela están
obligadas a fornicar con él y el bicho se da el banquete del siglo.
Eso en sí mismo ya es un hecho grave: hay "en los pasillos" del máximo
tribunal de Venezuela un tipo capaz de retorcer la Ley y la justicia a su
gusto. Pero hay además otra cosa que rebasa muy largo esa gravedad, algo que
le haría estallar en pedazos el sistema nervioso hasta a un sofá: Iván
Rincón, la máxima autoridad, ha dicho:
1) Que no es la primera vez que se forja una sentencia en el TSJ;
2) Que en cualuier parte del mundo puede suceder (sí claro, hasta en las
mejores familias)
3) QUE ELPAIS DEBE OLVIDARSE DE ESTE EPISODIO Y DEDICARSE A RESOLVER ASUNTOS
MAS IMPORTANTES.
Sí, facilito: hay un imbécil suelto en los pasillos el TSJ, un delincuente
que tiene por hobbie alterar sentencias que pueden torcer (y mandar a la
mierda) la historia política de este país, y el amigo Iván Rincón nos
recomienda a los venezolanos: olvidarnos de esto, porque no es la primera
vez que ocurre, y ocuparnos de cosas más trascendentales. Claro, mientras
ese bicho anda por los pasillos yo voy a pensar en la temporada de besbol,
en los besos que se dieron Madonna y Britney Spears, y en el inminente
estreno de Matrix III.
¿Verdad que provoca fantasear un poco, preguntándose: si en un organismo
donde debiera gobernar la máxima seguridad, ¿cuántos cómicos infiltrados
habrá sueltos "en los pasillos" de Miraflores, el CNE, la Asamblea, las
gobernaciones y alcaldías, las Juntas Parroquiales...