Transformar una sociedad no es una banalidad, y como dice uno de los personajes de Carpentier en el Siglo de las Luces, las revoluciones se pueden perder entre nubes de palabras. La revolución es algo muy complejo que puede terminar reproduciendo viejos sistemas de poder. Y no es culpa de los venezolanos que las cosas no funcionen como queremos, es que la naturaleza misma del cambio social ha sido siempre la tarea más difícil en la empresa del ser humano.
Es por eso que hay que entender que, para cambiar de verdad una sociedad, hay que entenderla primero; hay que ser, además, muy riguroso con el término "entender" que no es lo mismo que repetir modelos teóricos creados en el pasado y en contextos sociales distintos.
¿Hemos entendido la sociedad venezolana? Esa debería ser una de nuestras primeras preguntas, a la que deberíamos responder con mucha honestidad.
Nuestro conocimiento, el de nosotros mismos sobre nosotros mismos, es fundamental para avanzar hacia esa sociedad que anhelamos. De ese conocimiento, además, depende nuestra seguridad como nación. Pero, ¿dónde se está produciendo ese conocimiento? ¿En el espacio público? ¿En los canales de televisión? ¿En la prensa escrita?
Gran parte de ese conocimiento debería estar produciéndose en las universidades. Estas deberían, a su vez, poner su producción a disposición de las clases dirigentes. Evidentemente, la universidad venezolana no está cumpliendo esa función, no está describiendo a profundidad nuestra realidad y no está ofreciendo modelos de esta que pudieran ser útiles para la toma de decisiones políticas.
Con los hechos pasados, se ha demostrado que la universidad va a ser el epicentro de nuevos ataques contra la revolución. Gracias al golpe de abril se recuperó el ejercito, gracias al paro se salvó PDVSA, pero esta vez no solo se perdió un referéndum sino que estamos mucho más lejos de salvar la universidad.
Me parece que sería prudente dejar de lado, por un tiempo, el debate sobre el socialismo y encaminarnos a la recuperación de las universidades y a perfeccionar lo que ya tenemos a medio construir. Debemos dejar el protagonismo internacional y meternos de lleno a limpiar la casa y poner las cosas en orden. La universidad tiene que ser una de las prioridades. No esperemos que el gobierno tome la iniciativa, organicemos un nuevo referéndum por iniciativa popular para decidir el futuro de la educación en Venezuela.