La Revolución Bolivariana en el marco de la Nueva Izquierda

"Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera, para cambiar un país de bolsillo… Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos… Hay que lograr que se despierte en los demás la vergüenza de sí mismos… Ese día se convertirá en algo útil."

Mario Benedetti (1960): "La Tregua"

Introducción

El discurso reaccionario de la derecha venezolana ha resucitado el viejo mito del "castrocomunismo" para desacreditar el proceso de desarrollo bolivariano que lidera el presidente Chávez.  Esta percepción anacrónica perteneciente a los anales de la Guerra Fría, ha sido auspiciada y reforzada por los medios de comunicación corporativos y compartida por la vieja política socialdemócrata, e incluso por quienes en algún momento comulgaron con el ideal socialista.  En este ultimo grupo cohabitan aquellos izquierdistas "convertidos al neoliberalismo" que hoy rechazan toda aproximación progresista con la misma vehemencia con que en el pasado defendían el totalitarismo estalinista, y una "entelequia moderada" que reclama la fundación de una "izquierda moderna", a la europea, que desde el aparato burocrático ataque con la exquisitez reformista que la caracteriza, los problemas relativos a la pobreza, desempleo y deterioro de la calidad de vida.

Recientemente, Teodoro Petkoff - quizás el personaje mas emblemático de esta "izquierda exquisita" - señaló en un acto político del partido reformista de centro-derecha "Unión", en el que también se dio cita la crema de la derecha cristiana venezolana – léase Salas Römer y Eduardo Fernández - que "hay que reconstruir una nueva referencia de izquierda moderna… y el partido Unión, está llamado a hacerlo… En estas circunstancias es más necesaria que nunca la presencia de una referencia de izquierda que no permita que alguna de las más nobles ideas y aspiraciones de justicia y libertad, puedan ser confundidas con esta payasearía incoherente, llena de concepciones anacrónicas, del actual gobierno nacional." (Últimas Noticias, 3 de Agosto de 2003). Resulta irónico, por decir menos, que la "izquierda" de Petkoff – que si a ver vamos muy poco ha contribuido al desarrollo de Venezuela a pesar de haber sido co-gobierno en la administración Caldera-Alfaro - asuma hoy el "reformismo" como la única expresión valida de la izquierda venezolana, excluyendo y segregando deliberadamente a organizaciones políticas como el MEP, PCV, PPT, Podemos, Liga Socialista y la nueva composición del MVR que conforman numérica y cualitativamente la izquierda venezolana que apoya decididamente el proceso de desarrollo bolivariano.

Al igual que tantos otros reformistas de izquierda, Petkoff desea ignorar las repercusiones del contexto internacional actual sobre el proceso democrático de los países pobres, desestima la nueva concepción progresista de la participación democrática en el diseño, implementación y vigilancia de las políticas publicas, y rechaza el proyecto bolivariano como vía hacia la consolidación de una nueva izquierda que viene emergiendo con fuerza desde hace mas de una década en América Latina, y que a diferencia de las concepciones estalinistas y leninistas del modelo soviético y de la aproximación reformista de la "izquierda moderna" en Europa y Canadá, propone la disminución acelerada de la explotación, la reivindicación de los derechos humanos y la justicia e inclusión social como consecuencia directa de la participación política democrática y no como parte de un paquete reformista impuesto por aparato burocrático de manera vertical bajo la ilusión de una "democracia representativa" que solo ha servido para afianzar el totalitarismo neocorporativista de la derecha reaccionaria.

Este trabajo se propone enmarcar el proceso de desarrollo bolivariano que lidera el presidente Chávez de Venezuela como vía hacia la consolidación de la nueva izquierda en América Latina basada en la "democracia participativa" que toma cuerpo y filosofía a partir de la experiencia de Chiapas y Porto Alegre como respuesta al contexto internacional actual y la crisis de la "democracia representativa".  Finalmente, el trabajo plantea la construcción del capital social como instrumento socio-político y socio-económico que permita la viabilidad y sostenibilidad del nuevo modelo democrático de izquierda.

1.      El contexto internacional: de la globalización neoliberal al neomercantilismo

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética emergieron como potencias mundiales, pero sus diferencias ideológicas condujeron a una pugna de intereses que devino en lo que se conoce como la Guerra Fría. Durante este periodo, Estados Unidos ofreció apoyo financiero y logístico a todos aquellos países que se distanciaran de la influencia comunista, y estableció una política de "contención" basada en el crecimiento desproporcionado de la capacidad militar nuclear con el objeto de neutralizar la expansión soviética y limitar su área de influencia en los territorios que ya dominaba.  Tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, surgió la noción del "fin de la historia" de Francis Fukuyama que suponía la consolidación del capitalismo y la estabilización del sistema internacional.  No obstante, al dejar de orbitar sobre el modelo bipolar, la anarquía y caos socio-económico se apoderó de los países satélites generando pobreza, terrorismo y el deterioro progresivo del medio ambiente.

En este contexto de post-Guerra Fría, la política exterior de Reagan y Bush padre se basó en la promoción del neoliberalismo en América Latina a través del "Mercado Común de las Américas", conocido hoy como ALCA, cuyo aspecto militar fue auspiciado por Bill Clinton a través de la guerra contra el narcotráfico y el Plan Colombia, y en lo político con la aplicación del "Consenso de Washington" que contemplaba la homogenización de las economías regionales de acuerdo al paradigma neoliberal.  Por su parte, el nefasto gobierno de George W. Bush dio sus primeros pasos hacia una política aislacionista que la librase del principio de responsabilidad internacional: abandonó el Protocolo de Kyoto, se negó a firmar el tratado que establece la Corte Penal Internacional, se retiró unilateralmente del Tratado de Mísiles Antibalísticos que tenía con Rusia, se desentendió del conflicto palestino-israelí, desestimó el problema sobre inmigración ilegal que le planteaba México, arreció su política de hostigamiento hacia Cuba y puso en el congelador su política de "compromiso constructivo" con China. En este contexto, la administración ultra reaccionaria de Bush profundizó la implementación del "Plan Colombia", ha ejercido presión sobre América Latina para que de pasos definitivos hacia la materialización del ALCA, y tras el ataque terrorista perpetrado contra Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, desató una campaña ofensiva imperialista en el Medio Oriente cuyo propósito es tomar el control de los recursos energéticos y posicionarse militar y estratégicamente en el escenario mundial para evitar que potencias emergentes como China, India y Corea del Norte lleguen a disputar su hegemonía mundial.  Bajo la premisa de que "la agresión es la mejor defensa" contra el infundado y manipulado pretexto de unas inexistentes "armas de destrucción masiva", Estados Unidos se enfrentó a Francia, Rusia, China, Alemania y el resto de la humanidad a fin de llevar a cabo una ocupación neomercantilista en Irak.

El contexto internacional actual se caracteriza por un acelerado proceso de expansión hegemónica, donde la globalización neoliberal ha venido subordinando progresivamente los principios democráticos y la soberanía de los países a los intereses de las grandes corporaciones y poderosos centros financieros.  Para el sociólogo norteamericano James Petras (2002), la ofensiva militar estadounidense en el escenario internacional obedece a "la transición desde el neoliberalismo hacia el neomercantilismo, donde el Estado figura como el principal instrumento de dominación, expansión y control de mercados, organizando espacios con la expansión y penetración de capitales... [para] excluir y marginar a sus competidores… una forma de monopolizar los mercados."   Petras argumenta que el "neomercantilismo" viene a constituir un "muro de contención" para los sectores económicos norteamericanos no productivos, que de otra manera no podrían colocar sus productos en los mercados de la periferia.  De esta manera, se produciría de manera instantánea "la liquidación de los mercados internos de los países del Tercer Mundo", como ha sucedido en México tras su adhesión al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.  En este sentido, la creación del ALCA como una imposición a las relaciones comerciales Norte-Sur, viene a apuntalar la nueva política estadounidense de dominación hegemónica sobre América Latina en detrimento de la soberanía, democracia y desarrollo.

De acuerdo al intelectual Noam Chomsky (1994), la estructura vertical corporativa del Estado neoliberal donde el poder reside en la mano de los banqueros, inversionistas y empresarios, emula las características del totalitario sistema fascista.  Chomsky argumenta que cualquier forma de poder concentrado no desea ser sujeto del control democrático popular, así como tampoco a la disciplina del mercado, por lo que sectores poderosos y ricos se oponen naturalmente al funcionamiento de la democracia, así como se oponen al funcionamiento del mercado debido a que es natural que las empresas rechacen "las restricciones externas a su capacidad de tomar decisiones y actuar libremente."  En el neofascismo, quien no es empresario o inversionista "no tiene mucho que decir."  Para el intelectual norteamericano, el pueblo es espectador y no participante de las políticas publicas, y solo debe pronunciarse periódicamente para ratificar las decisiones que se toman en la cúpula política y empresarial al seleccionar a los representantes del sector dominante.  En este sentido, encontramos una estrecha relación entre la "democracia representativa" como modelo político que permite el secuestro de la representación democrática, y la conformación de un estado neofascista que vele exclusivamente por los intereses de la minoría.  El propio Chomsky (1987) define la "democracia liberal" norteamericana como un "sistema de decisión de las elites y ratificación del colectivo basado en el control del estado por parte de la dominante sociedad privada, mientras la población observa quieta." Chomsky argumenta que el "nuevo orden internacional" propuesto por el establecimiento político no se diferencia mucho del "neue Ordnung" de Hitler o el "ordine nuovo" de Mussolini, que se caracterizan por la "conglomeración de gobierno y grandes corporaciones, así como por la dirección del estado en la economía que define el fascismo."  En este sentido, Chomsky sostiene que Hitler consolidó su poder político haciendo alianzas con la clase industrial de Alemania, a la cual protegió y extendió un tratamiento favorable.

No obstante, Estados Unidos enfrenta serias dificultades económicas internas, un creciente antinorteamericanismo en Europa, Asia y el Medio Oriente, protestas en su propio suelo - que según Chomsky han sido las de mayor envergadura en toda la historia de este país -, y una difícil situación política-militar en Irak y Afganistán que ha obligado a la administración Bush revisar su política aislacionista para acceder a la colaboración internacional y revitalizar su economía interna de cara a un proceso electoral.  En este contexto, resulta indispensable para Estados Unidos defender y auspiciar su proyecto ALCA para enfrentar con eficacia a sus contrapartes de Europa y Asia. Para ello, la administración Bush considera sumamente esencial neutralizar las apetencias nacionalistas y populares de la izquierda en América Latina, y garantizar la permanencia del modelo de "democracia representativa" que como veremos a continuación, le permita penetrar la estructura del Estado y subordinar el interés colectivo a su propio interés.

2. Degeneración del pluralismo político y crisis de la "democracia representativa."

En su libro "La sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros", Sartori (2001) establece el pluralismo político como un principio democrático basado en "la dialéctica del disentir" en contraposición al "consenso" o "conflicto" entre los distintos entes políticos y sociales. Sartori concluye que en una sociedad pluralista, "las mayorías deben ejercer su poder sobre las minorías con moderación."  Es precisamente por el temor a la "tiranía de las mayorías" que los defensores del liberalismo han mantenido una actitud pasiva frente al tema de la democracia, y usualmente se refieren a ella con cierta incomodidad temiendo que las masas "irracionales y desatadas" tengan poco respeto por los derechos liberales, por lo que "el principio de la mayoría limitada se convierte en un principio democrático." (Linz, 1998) 

Bajo esta concepción liberal surge el modelo de "democracia representativa", que teóricamente comprende un limitado numero de personas que participan en la elaboración y ejecución de las políticas publicas, así como en la conducción del Estado en representación de un electorado plural que las elige en elecciones libres.  En este sistema, los partidos políticos se desempeñan como intermediarios entre la sociedad y las instituciones que dirigen sus representantes, quienes participan solo de manera pasiva e indirecta en la conducción del Estado.  El científico social Joseph A. Schumpeter (1947), define la "democracia representativa" como "el arreglo institucional para tomar decisiones políticas en donde los individuos adquieren el poder para decidir por medio de una lucha para obtener el voto del pueblo." Los defensores de este modelo sostienen que en una sociedad moderna con múltiples y diversos intereses, los partidos políticos y organizaciones civiles y empresariales representan a cabalidad los intereses de la sociedad, por lo cual, su influencia en los asuntos públicos debe ser vista como una característica necesaria y positiva de la vida social. (Schwarzmantel, 1994)

Sin embargo, el modelo de "democracia representativa" que ha dominado el ejercicio del poder en el mundo occidental, se ha caracterizado mas bien por la delegación del poder a una elite política que sin el control popular ha ido degenerando progresivamente hacia un gobierno de minorías cuyo único propósito ha sido el de mantenerse en el poder protegiendo los intereses particulares de las clases oligarcas, excluyendo a la mayoría de la población en la elaboración e implementación de las políticas publicas, subordinando el interés público al interés particular, y ocasionado la degeneración del pluralismo político en una suerte de "elitismo democrático." (Bacjrach, 1969)

En 1956, Wigth Mils ya observaba como el sistema político norteamericano era dominado por una elite de poder que ocupaba posiciones claves en el gobierno, instituciones y en el campo militar, la cual no tenía que rendir cuentas de sus acciones a los políticos ni al pueblo. En 1857, la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos ordenó el retorno de Dred Scott a su "dueño", porque "nunca había dejado de ser esclavo", a pesar de residir en un Estado que ya había abolido la esclavitud.  Esta decisión se basó en que el principio al derecho de la "propiedad privada" debía privar sobre los derechos colectivos de un grupo de ciudadanos, en este caso el derecho de los negros a ser libres. (Zett, 2000) Recientemente, durante la batalla legal por la presidencia de Estados Unidos en 2000, la Corte Suprema de Justicia sentenció de manera "unánime" - 5 votos republicanos contra 4 demócratas - a favor del entonces candidato Bush, obviando las irregularidades ocurridas en los barrios de negros y latinos mas pobres de Florida que impidió contabilizar el voto de mas de 15 mil electores; y como el conteo manual no tenía reglas "uniformes", se habría violado el derecho individual del actual presidente estadounidense, el cual privó sobre el derecho de un grupo de ciudadanos a ejercer el voto.

Desde la perspectiva marxista el secuestro de la democracia por parte de una elite político-empresarial obedece a un problema estructural del sistema capitalista donde el Estado sirve de instrumento para la dominación de las clases.  En el Manifiesto Comunista, Marx expresa que "el ejecutivo del Estados moderno no es mas que un comité para manejar los asuntos comunes de toda la burguesía", la cual ejerce su poder a través de los grupos de intereses y sus redes clientelares insertadas en las instituciones publicas secuestrando la democracia y servir exclusivamente a los intereses de las grandes corporaciones y centros de poder financieros.

La crisis sistémica del modelo de "democracia representativa" es consecuencia directa de la degeneración del pluralismo político y la instauración del totalitarismo neofascista que hoy sirve como fundamento político de la nueva ofensiva hegemónica estadounidense.  Sin embargo, en el "patio trasero de Estados Unidos" están surgiendo nuevos obstáculos que en el pasado resultaban impensables para la administración norteamericana: la conformación y consolidación de una nueva izquierda revolucionaria basada en el modelo de "democracia participativa."

3. La Nueva Izquierda

En su estupendo articulo "Lula: el nuevo tiempo de la izquierda", el intelectual brasilero Frei Betto (2003) clasifica los tres tipos de militantes de izquierda que surgen a partir de la caída del Muro de Berlín: 1) los adaptados "que se acomodaron al socialismo con el mismo espíritu oportunista con que se adaptaron después al capitalismo"; 2) los ideológicos que "sabían de corazón toda la cartilla marxista, citaban de memoria una extensa bibliografía, adoraban tener infinitas reuniones, rendían culto a sus jefes en el poder, pero no demostraban amor al pueblo, trataban a sus subalternos con la misma arrogancia con que un burgués lo hace en las obras de Gorky, y nunca estrechaban vínculos con los sectores más pobres de la población"; y 3) los orgánicos que "se mantenían permanentemente sintonizados con el movimiento social, ayudando a fortalecer las organizaciones de la sociedad civil, como fue el caso, en Brasil, de los comunistas que actuaron junto a sindicatos rurales y urbanos y de los cristianos vinculados a las comunidades eclesiales de base y a las pastorales populares, que ayudaron a expandir el movimiento popular."  Para Betto, "sólo los orgánicos sobreviven en las izquierdas en los ex países socialistas; sólo ellos, en Brasil, no se sintieron derrumbados con la desaparición del socialismo en el este europeo, como si el Muro de Berlín hubiese caído sobre sus cabezas."  (Bretto, 2003)

Por su parte, James Petras (2002) logra caracterizar muy bien a la izquierda reformista "euromoderna" como "la corriente política que busca aumentar los ingresos de los trabajadores, disminuir el grado de las desigualdades sociales, promover políticas de distribución del ingreso y políticas sociales por la vía de buscar un mayor peso del estado, y promoviendo estos objetivos dentro del marco del propio sistema capitalista"; lo cual deja inalterable el mecanismo interno del sistema político de la "democracia representativa", germen del atraso y pobreza que impide el avance progresista.  Por el contrario, la noción revolucionaria de la nueva izquierda tiene métodos de lucha basados en la "acción extraparlamentaria, creación de nuevas formas de organización popular… la posibilidad de transferir a estas organizaciones populares el control de las relaciones de producción y de las formas de gestión de la producción social."  (Petras, 2002)  De esta manera, las transformaciones sociales se producen como consecuencia directa e inmediata de la acción política social participativa, dejando de ser un fin intangible de la elite política, muchas veces inalcanzable e incompatible con las necesidades reales de la sociedad.

En este sentido, la nueva concepción de la izquierda en América Latina propone la "democracia participativa" como reemplazo al modelo de "democracia representativa", lo cual no significa necesariamente la erradicación de la representatividad y el pluralismo político, sino su rescate.

Desde el siglo XVIII, pensadores políticos de la talla de Rousseau, Robespierre y Jefferson defendieron la necesidad del control publico directo sobre la conducción del Estado.  El investigador Cornelius Castoriadis (en Tafalla y Valenzuela, 2000) señala que la "democracia representativa" debe ser complementada con la cogestión y participación real, organizada y efectiva de los ciudadanos.  En este sentido, surge una propuesta alternativa que sobre la idea de desarrollar una opinión publica informada, y capaz de participar y deliberar, concibe la democracia como un "un modelo para organizar el colectivo y el ejercicio publico del poder basado en el principio de que las decisiones que afectan el bienestar de la colectividad son el resultado de un proceso de libre y razonada deliberación entre individuos considerados como iguales, moral y políticamente." (Benhabib, 2000)  Los que están en el poder ofrecen razones por sus acciones, porque a diferencia del modelo de "democracia representativa" se busca asegurar el consenso de todos los afectados.  Los ciudadanos por su parte, deben "retener su poder de juicio sobre materias publicas" para evitar las distorsiones que ocurren cuando estas son colocadas al servicio de intereses privados que dominan el espectro político amparados en el mal-llamado "pluralismo político."  Los ciudadanos y sus representantes debaten y deliberan sobre problemas y soluciones de acuerdo a una reflexión razonada y un desarrollado juicio, una predisposición mutua de entender los valores, perspectivas e intereses del otro, y la posibilidad de rediseñarlos a través de la búsqueda de intereses comunes y soluciones mutuamente aceptadas.  En oposición al enfoque liberal de la "democracia representativa", la propuesta participativa cuenta con un potencial enorme para transformar intereses ya que es un proceso de descubrimiento y no la ratificación de intereses o posiciones rígidas preestablecidas.  Los ciudadanos no tienen un orden de preferencia fijo cuando entran a la esfera publica, y existen oportunidades para formar, redefinir y revisar preferencias a través de múltiples perspectivas orientadas hacia un mutuo entendimiento y acción común.  El resultado debe ser una propuesta colectiva, diseñada, implementada y vigilada por la comunidad junto a sus representantes y la administración publica local, regional y/o nacional que como política publica responda a sus necesidades inmediatas.

Así lo decidió hacer el pueblo de indígenas, campesinos y campesinas de Chiapas tras el alzamiento en armas contra el poder de dominación neocolonial; mas tarde lo puso en practica el Partido de los Trabajadores de Brasil, específicamente en Porto Alegre, de manera institucional, y hoy se desarrolla como mandato constitucional en la Republica Bolivariana de Venezuela.

4. El Alzamiento Zapatista: génesis de la nueva izquierda

En 1960, un grito de angustia del insigne escritor uruguayo Mario Benedetti en su laureada novela "La Tregua", de alguna manera reclamaba la participación directa de los ciudadanos en la conducción del Estado:

¿Usted ve alguna salida?", pregunta y vuelve a preguntar, con franca, provocativa ansiedad. "Lo que es yo, por mi parte, no la veo. Hay gente que entiende lo que esta pasando, que cree que es absurdo lo que esta pasando, pero se limitan a lamentarlo. Falta pasión, ese es el secreto de este gran globo democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera, para cambiar un país de bolsillo como este.. Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos. Hay que gritarle en el oído a la gente, ya que su aparente sordera es una especie de autodefensa. Hay que lograr que se despierte en los demás la vergüenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco. El día que el uruguayo sienta asco de su propia pasividad, ese día se convertirá en algo útil.

Debieron pasar unos 30 años para que comenzara a gestarse en el ciudadano latinoamericano ese asco por la desidia, conformismo y pasividad, y participar activamente en el mejoramiento de su entorno inmediato.

El 1ro. de Enero de 1994, a tan solo tres años del desmembramiento del bloque soviético, los indígenas, campesinos y campesinas de Chiapas que conforman el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), se alzaron en armas contra el poder constituido por los "502 años de injusticia y represión", y contra la política neoliberal impuesta por el PRI tras la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, que colocaba en serio peligro a las comunidades indígenas, su cultura, tradición y costumbres.  Lo que a primera vista aparentaba ser un vestigio de la lucha armada insurgente marxista-leninista, se reveló como una nueva forma de lucha que logró deslumbrar al mundo entero por su originalidad y honestidad, pero sobretodo, por los mecanismos políticos utilizados para lograr su emancipación del sistema neoliberal que venía abriéndose paso desenfrenado en América Latina, y especialmente en México.  A diferencia de las luchas revolucionarias tradicionales que parten de una élite intelectual y un centro de poder militar, la estrategia insurreccional del ejercito zapatista surge de las asambleas de comunidades indígenas donde se debate y delibera la acción política, social y de defensa.  El zapatismo propone la sociedad civil – bien entendida (BUSCAR ARTICULO Y NOTA A PIE) - como el vinculo esencial de unidad y lucha contra las pretensiones neoliberales del gobierno central.  En este sentido, el EZLN ha organizado eventos políticos en todo el territorio mexicano, donde organizaciones no gubernamentales y ciudadanos discuten y elaboran propuestas de acción política conjunta para la transformación social.

La estructura horizontal del movimiento zapatista se basa en el sistema de asambleas comunitarias que conforman la base política y militar.  Es en esta instancia donde las acciones se consultan y se toman decisiones de manera democrática.  Aun cuando el "comandante Marcos" es visto desde afuera como el líder del movimiento zapatista, quizás por los propios vicios de la cultura política occidental que suele verticalizar los movimientos políticos, en la realidad solo representa un hombre mas en el complejo conglomerado insurreccional.  Tal y como lo manifestara el propio Marcos, "el Ejército Zapatista no puede ser la voz de los que mandan, aunque manden bien y obedeciendo. El EZLN es la voz de los de abajo". (La Jornada, 9 de Agosto de 2003)  En este sentido, el uso del pasamontañas pasó a convertirse en un símbolo que invita a desmontar la percepción individualista del movimiento zapatista para convertir a cada uno de los indígenas, campesinos y campesinas en líder de su propia revolución.  Es así como las reivindicaciones del movimiento zapatista no incluye solo el derecho a tierra, trabajo, vivienda, educación y salud, aspectos que suelen ser parte de los programas populistas, sino el ejercicio de la democracia participativa que les permita diseñar, implementar y vigilar de manera directa los aspectos relativos a su identidad, cultura y condición socio-económica.

Aun cuando el alzamiento zapatista se realizó a través de la vía armada para resguardar su legitima defensa, la negociación política pacifica ha sido su principal instrumento de acción.  No obstante la mayor peculiaridad que define este movimiento y que lo convirtió en el embrión que mas tarde tomará cuerpo y filosofía en Brasil y Venezuela, es que el EZLN no busca la toma del poder político central.

En entrevista al diario Pagina 12 de Argentina, John Holloway, catedrático escocés radicado en México y autor del libro "Cambiar el mundo sin tomar el poder", aborda el tema del antipoder en la concepción de la nueva izquierda.  De acuerdo Holloway,  la transformación de las relaciones sociales deben originarse desde la propia sociedad.

El partido político es una forma de organización orientada hacia el Estado y hacia la toma del poder estatal o hacia la influencia estatal. Ahora, el Estado y su existencia implican ciertas formas de relación, cierta jerarquía, cierta jerarquización incluso del descontento, y una forma de integración en el mundo de las relaciones sociales capitalistas.

En el último siglo, los intentos de transformar las relaciones sociales a través del Estado fracasaron. Cien años atrás, Rosa Luxemburgo discutía con Edward Bernstein cómo tomar el poder estatal, si por la revolución o por la reforma. Bueno, ambos fracasaron. Los revolucionarios en Rusia no lograron cambiar la sociedad en la forma en que ellos querían. No lograron instalar una sociedad más vivible. Pero tampoco los reformistas.

En este sentido, Holloway señala que lo que haga Lula en Brasil, por ejemplo, no dependerá del gobierno, "sino de la fuerza de las luchas sociales y del modo en que las luchas sociales estén arraigadas en la cotidianidad de la existencia…"

Enfocar todo hacia el Estado implica normalmente un debilitamiento de estos movimientos sociales y sus luchas. En casi todos los casos una elección de un gobierno de izquierda termina en fracaso: trata de conciliar las presiones sociales y las demandas del capital global…En general elegir a un gobierno de izquierda es ineficaz porque subordina las luchas sociales a los fines electorales.

Para Holloway, la clave para la transformación social por la que luchan los zapatistas en Chiapas, los piqueteros en Argentina y los Sin Tierra en Brasil, no se traduce únicamente en la consecución de bienes materiales, sino en desarrollar en el individuo la autoconfianza, dignidad y participación política.

Obviamente en ningún caso eso ha conducido a un cambio radical de la sociedad. Todavía estamos viviendo dentro de una sociedad capitalista. Pero me parece que la única forma de lograr un cambio de esa sociedad es a través de luchas para construir otras formas de sociabilidad, ya dentro del marco de una sociedad capitalista.

Holloway también caracteriza el movimiento zapatista como una política de izquierda que logra separar la revolución y el Estado, o como bien lo definiría, el "fin del leninismo" ya que bajo esta concepción se planteaba la revolución a partir de la toma del poder político.

Los zapatistas dijeron:

Queremos cambiar el mundo pero no tomar el poder. La idea misma de revolución implica un respeto a la dignidad de otros. Mientras el capital camina dictando, el zapatismo avanza preguntando… Decir que uno se involucra en el Estado para lograr cambios es no entender al Estado. Uno se incorpora sí o sí a una red de relaciones sociales capitalistas. Si uno quiere cambiar la educación orientándose más a los niños que a la rentabilidad del capital, muy pronto el capital se irá a otro país porque usted no está produciendo el tipo de gente considerada como un buen trabajador, como un tipo disciplinado.

[Debemos] tratar de cambiar el mundo sin tomar el poder. Porque pensar en la toma del poder implica posponer la revolución hasta el día mágico. Y el problema es que tal día mágico no existe… Eso es postergar la revolución hasta quién sabe cuándo.

El catedrático venezolano Domingo Alberto Rangel (2003) coincide con Halloway cuando señala que tras el fracaso del leninismo que establecía la toma del poder político como condición necesaria para la consecución de la revolución socialista, las transformaciones sociales solo pueden ser logradas "desde abajo, no esperar la toma del poder para cambiar la sociedad."  En este sentido, Rangel sostiene que "la tragedia del leninismo es que descansó en la falsa estrategia de tomar, ante todo, el poder para cambiar la sociedad. La sociedad hizo del leninismo que había sido revolucionario, un desecho histórico. La sociedad hay que empezar a cambiarla desde el primer momento."  Para Rangel, “el leninismo, la socialdemocracia y la estrategia de liberación nacional están muertos... Romper con ellos es el primer paso. Luego hay que crear fuerzas nuevas que nada evoquen del pasado. Grupos o tendencias que no vayan a legalizarse, que ningún vínculo tengan con el presupuesto universitario, que no se acerquen a ninguna autoridad como no sea a la cabeza de grupos de vecinos, de obreros o de gentes que protesten. Grupos que no vayan jamás a elecciones y que agiten hasta donde puedan y en la forma que puedan, que no se parezcan a nada ni pacten con nadie."

Aun cuando la toma del poder político no constituye el objeto de la revolución indígena zapatista, lo cual conforma una de las principales y mas interesantes características de la nueva izquierda en América Latina, la lucha contra el poder político-militar mexicano se ha recrudecido, toda vez que la ausencia de un enfrentamiento armado ha trasladado la lucha revolucionaria zapatista hacia otros escenarios.  En los últimos años, mas de 70 mil efectivos militares han tomado posiciones en el estado de Chiapas para acosar y hostigar a las comunidades indígenas, así como para prestar apoyo y entrenamiento a grupos paramilitares para la contrainsurgencia.  Igualmente, la derecha reaccionaria ha ejercido un control total sobre los medios de comunicación privados encubriendo la persecución, encarcelamiento y hostigamiento de periodistas de medios alternativos.  Ante la ausencia del estado de derecho en el Estado de Chiapas, la impunidad se ha incrementado significativamente facilitando y auspiciando la violación sistemática de los derechos humanos.  Ante la simpatía y solidaridad internacional mostrada hacia el movimiento zapatista, las instituciones federales se han visto obligadas a bloquear la participación de organizaciones humanitarias y de derechos humanos impidiendo su colaboración estableciendo "alcabalas" en la concesión de permisos y visas.

El movimiento zapatista ha logrado sobreponerse a todas las dificultades y erguirse como una referencia democrática para la nueva izquierda en América Latina.  Recientemente, dio un paso importante hacia la consolidación de la "democracia participativa" al instalar las juntas de buen gobierno en los municipios autónomos rebeldes zapatistas.  Las juntas de buen gobierno, que según la reconocida antropólogo Margarita Nolasco constituyen "un proceso irreversible", se caracterizan por "el respeto a la autonomía e independencia de las organizaciones sociales; la promoción de formas de autogobierno y autogestión en todo el territorio nacional, y el impulso de la rebeldía y la resistencia civil y pacífica frente a las disposiciones del mal gobierno y los partidos políticos." En este sentido, las juntas se abocaran a defender la propiedad ejidal y comunal de la tierra, la protección y defensa de los recursos naturales, la generación de trabajos dignos y salarios justos, la construcción de viviendas dignas, la provisión de un sistema de salud pública gratuita, garantizar la alimentación y vestido para todos y una educación laica y gratuita para niños y jóvenes, y la promoción al respeto a la dignidad de la mujer, el niño y el anciano. (La Jornada, 9 de Agosto de 2003) Asimismo, el ejercito zapatista puso a disposición de las comunidades "una red de comercio básico y convocó a formar una red de información y cultura a escalas local, regional y nacional para demandar a los medios información veraz y balanceada, así como a organizar la defensa y promoción de la cultura local y de las ciencias y las artes universales."

La iniciativa institucional que toma el EZLN tras 10 años de luchas bajo la figura de las juntas del buen gobierno, constituye un gran paso hacia la consolidación del proceso democrático de Chiapas.  De acuerdo al intelectual Juan Bañuelos, "las nuevas juntas de buen gobierno del EZLN no sólo proponen alternativas para solucionar los problemas de las comunidades, sino que consolidan su poder de desarrollo y autonomía."  Este camino ha sido también transitado con éxito por el Partido de los Trabajadores de Brasil en la ciudad de Porto Alegre.

5. La Democracia Participativa en Brasil: desarrollo de la nueva izquierda

A partir de la fundación del "Partido de los Trabajadores" en 1979, la "Central Única de Trabajadores" en 1983 y el Movimiento de los Trabajadores rurales Sin Tierra en 1985, así como el surgimiento de la "Teología de la Liberación" que inspiro la formación de "Comunidades Eclesiales de Base" y las "Pastorales Sociales", comienza el desarrollo de una concepción democrática de la izquierda brasilera. (Tafalla y Valenzuela, 2000)  En su carta de principios, el Partido de los Trabajadores (PT) "afirma su compromiso con la democracia plena ejercida directamente por las masas, pues no hay socialismo sin democracia ni democracia sin socialismo."  Igualmente, en su manifiesto de 1980, el PT se aboca por la democracia participativa al pronunciarse a favor del pueblo para que "decida qué hacer con la riqueza producida y con los recursos naturales del país… Para esto es necesario que las decisiones sobre la economía sean sometidas a los intereses populares. Pero estos intereses no prevalecerán mientras el poder político no exprese una real representación  popular, asentada en las organizaciones de base, para que se haga efectivo el poder de decisión de los trabajadores sobre la economía y los demás niveles de la sociedad." (Tafalla y Valenzuela, 2000)

La diversa composición político y social de la nueva izquierda brasilera comprometida con el proceso democrático obligaba la refundación de una nueva doctrina política que garantizara la participación política de la sociedad.  De acuerdo a Joan Tafalla  y José Valenzuela (2000),

Un partido que hunde sus raíces en un suelo nutricio tan movilizado y autoorganizado, no podía crecer con una concepción dirigista o sustituista de las energías populares. Difícilmente podía adoptar una concepción de la democracia formal y representativa, como han hecho diversas fuerzas de la izquierda europea, pasando en muchos casos de los dogmas del marxismo-leninismo al acatamiento de las fórmulas y procedimientos de la democracia representativa sin más preocupaciones.

La propuesta de democracia participativa en Brasil es el producto de la experiencia política expresada por el PT, sindicatos, barrios, centros educativos y grupos cristianos de base que componen la "sociedad civil alternativa" en asambleas participativas, e inspiradas en la experiencia socialista.  En el IV Encuentro Nacional del PT, celebrado en 1986, se profundiza el carácter democrático y participativo en la concepción de la nueva izquierda.

Formas de control popular y obrero, que precisan ser incentivadas desde el inicio, como los consejos populares y las comisiones de fábrica, por ejemplo, así como las variadas formas de poder de base, son fundamentales para el proyecto futuro.

A diferencia del movimiento zapatista, la "democracia participativa" en Brasil se constituyo a partir de la toma del poder político en las regiones que facilitara su desarrollo y aplicación.  La democracia participativa impulsada por el PT comienza a desarrollarse en la practica a través de los Presupuestos Participativos ejecutados por los Consejos Municipales en Porto Alegre bajo la iniciativa del marxista cristiano y líder sindical del PT, Olivio Dutra, a partir de 1989 bajo un gobierno federal adverso.  Según relatan Joan Tafalla  y José Valenzuela (2000),

Cuando Dutra llegó a la “Prefeitura”  (Alcaldía) se encontró en minoría en la Cámara de Vereadores lo que llevó a los petistas a buscar el mecanismo para desbordarla apelando a la participación directa de los ciudadanos a través del mecanismo del Presupuesto Participativo. Encontramos así una feliz conjunción entre la necesidad política de dar soporte popular a la gestión municipal transformadora y las concepciones de fondo del PT sobre una democracia que desborde los estrictos límites de la democracia representativa… Este planteamiento chocó en principio con muchos inconvenientes. Los ciudadanos, acostumbrados a ser tratados como menores de edad y a tener relaciones clientelares con los políticos, inicialmente no participaban en gran número. La prensa local, en manos de la derecha, no daba ni da ningún soporte informativo, “ninguneaba” el proceso del OP. Las únicas noticias sobre el mismo aparecían y aparecen cuando eran pagadas por la alcaldía. Las redes clientelares de los partidos, al mismo tiempo, reaccionaban en contra de un procedimiento democrático que segaba la hierba bajo sus pies y por tanto bajo los pies de un sistema político intrínsecamente corrupto. Sin embargo, la realidad de que las decisiones de los vecinos eran respetadas y aplicadas por la alcaldía petista, o sea cuando se empezaron a ver las obras y realizaciones, hizo crecer paulatinamente la participación vecinal y comenzó a romper la apatía y el clientelismo.

En su libro sobre la experiencia de Porto Alegre, los investigadores Tarso Genro y Ubiratán de Souza (1999) señalan que la experiencia de democracia participativa,

No se trató simplemente de ‘incentivar’ la participación popular de forma espontánea, ‘hacer obras’ o simplemente ‘aceitar’ los mecanismos de democracia formal. En realidad, se creó un nuevo centro de decisiones que, junto a los poderes Ejecutivo y Legislativo, democratizaron efectivamente la acción política e integraron a los ciudadanos comunes a un nuevo ‘espacio público’. Este nuevo centro de decisiones, que incidió directamente sobre el tipo y la pertinencia de las inversiones públicas, fue fundamental para generar una distribución de los recursos y contribuir a la socialización de la política. Distribuir los recursos sin socializar la política no representa gran cosa y puede abrir paso a cierto tipo de paternalismo, nocivo para la afirmación de la autonomía de los individuos y de las organizaciones de base de la sociedad. Socializar la política sin tocar los recursos lleva al desaliento sobre la eficacia de la lucha política y al repliegue de la gente al ámbito cada vez más aislado de su vida privada.

El modelo de "democracia participativa" en Brasil también ha tenido sus detractores.  Unos la ven como un sistema excluyente, donde los estratos sociales "cómodos" y con suficientes recursos desisten de participar políticamente.  Otros críticos, la ven mas bien como un proyecto reformista que disfrazan con contenido social debido a que el pueblo no tiene posibilidad de acceso a los medios de producción y a la tierra, la facultad para deliberar sobre los asuntos públicos de gran envergadura, y tampoco el poder para legislar o ejecutar políticas, sino para sugerir el destino del presupuesto.  (Abramo, 2001)  Por su parte, el analista Cuevas Noa (2003) observa que la limitada cantidad de personas que intervienen en la elaboración del presupuesto participativo de Porto Alegre ha reproducido los vicios del sistema representativo facilitando los recortes en el gasto publico.  Según Cuevas Noa, al no contar con órganos de control efectivos, la participación democrática puede ser simulada para evitar conflictos con la clase obrera y sectores populares.  Otra de las deficiencias de la democracia participativa en Brasil, ha sido la falta de continuidad.  En la municipalidad de Santo André del estado de São Paulo, por ejemplo, el triunfo del PT permitió la instalación de un sistema para la elaboración del presupuesto comunitario de manera participativa, pero fue derogado cuatro años mas tarde cuando el PT perdió las elecciones. 

A pesar de las dificultades, propias de un modelo en constante edificación, la magnifica experiencia de Porto Alegre se ha convertido en un modelo de gestión publica, el cual ha sido imitado por otros 70 municipios de Brasil y llevada a distintos países de Centroamérica, México, El Salvador y Venezuela, epicentro de su consolidación. 

6. La Revolución Bolivariana: hacia la consolidación de la nueva izquierda

Desde 1958 y hasta finales de siglo, el sistema político venezolano estuvo basado exclusivamente en la "democracia representativa", que a pesar de sus tropiezos y vicios estructurales permitió la celebración de elecciones "justas y libres" para elegir al Presidente de la Republica y representantes del pueblo.  La libertad de expresión, el acceso a la información alternativa y la autonomía para asociarse en partidos políticos y asociaciones civiles pudieron sobrevivir a pesar dela presión política y militar que se ejerció contra estos derechos.  De acuerdo al criterio de poliarquía del catedrático Robert Dahl, estos elementos constituyen un sistema democrático.  Sin embargo, el sistema político venezolano de la era del puntofijista puede ser definido mas bien como una "democracia delegativa" (O'Donnell, 1996), caracterizada por la presencia de instituciones obsoletas con ninguna representación legitima o participación de la sociedad en su funcionamiento y conducción.  El sistema puntofijista, como se conoció a la red clientelar y corrupta que mantuvo el sistema de "democracia representativa", también concentró el poder exclusivamente en el brazo ejecutivo de los partidos políticos tradicionales, que distribuyeron sus prácticas clientelares hacia todo el sistema político, económico y social, e incluso cultural, de Venezuela.  Contrario al principio de "balance de poderes", el único obstáculo a los deseos del presidente y su aparato partidista era su estadía en el poder; cualquier otro impedimento era resuelto por decreto y mediante la suspensión de las garantías constitucionales.

La sostenibilidad del sistema la garantizaba los altos precios del petróleo, por lo que su declive progresivo, aunado a la expansión de la población y la incapacidad de la elite política de poner fin a los vicios del sistema permitiendo la participación de la ciudadanía en la conducción del Estado, produjo una enorme grieta entre la sociedad y la vieja clase política-empresarial que originó los primeros intentos insurreccionales por tomar el poder político.  En este contexto, surge la alternativa política del actual presidente de Venezuela basaba en la toma del poder político por vía electoral, y desde el poder, facilitar los cambios sociales que demandaba la población venezolana. Pero sobretodo, permitirle a ésta su participación directa en la conducción del Estado.  Desde el poder, el presidente Chávez impulsó la conformación de una Asamblea Constituyente que transformara el Estado y sus instituciones; y en este sentido propuso el "equilibrio político" a través de la conformación de un Estado eficiente que promoviera y estimulara el desarrollo, la paz, la justicia social, la seguridad jurídica, la genuina representación de la sociedad en el poder legislativo y la participación de los ciudadanos en la elaboración, aplicación y control de las políticas públicas.

Lo que podría parecer una contradicción con la nueva concepción de izquierda en América Latina, la toma del poder político como parte esencial de la propuesta bolivariana significó mas bien el medio, y no el fin, del proceso revolucionario.  Es precisamente por ello que diversos analistas políticos, especialmente los de la "izquierda exquisita", han manifestado que con la toma del poder político Chávez no ha logrado revolución alguna ya que el mecanismo interno del Estado ha permanecido inalterable.  Esta "confusión" filosófica del proceso bolivariano se debe a que lejos de plantearse los nuevos retos políticos en el contexto internacional actual, analizan la revolución bolivariana desde la concepción leninista que estudiaron y practicaron en su juventud militante.  La toma del poder político significo para el proceso bolivariano la edificación de un conjunto de principios, derechos y garantías recogidas en la Constitución Nacional que trascendiera la coyuntura política y que fueran asumidas por el pueblo como cultura política.  La Constitución Nacional constituye el punto de partida de la consolidación de la nueva izquierda; esta diseñada para desconcentrar el poder y redistribuirlo entre las nuevas instituciones, la sociedad civil organizada e individuos, en la medida en que estos se conviertan en actores y no objetos de la democracia, como es el caso en el modelo representativo.  El texto constitucional viene a ser el instrumento de las transformaciones políticas, económicas y sociales de Venezuela.

En su preámbulo, la Constitución Nacional establece para la nueva republica,

Una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones... 

El resto del texto esta edificado bajo el principio democrático de participación publica en el quehacer nacional.

Artículo 6. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables.

Artículo 62. Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica.

Artículo 70. Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocación del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante, entre otros; y en lo social y económico: las instancias de atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las cooperativas en todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la empresa comunitaria y demás formas asociativas guiadas por los valores de la mutua cooperación y la solidaridad.

Artículo 166. En cada Estado se creará un Consejo de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, presidido por el Gobernador o Gobernadora e integrado por los Alcaldes o Alcaldesas, los directores o directoras estadales de los ministerios; y una representación de los legisladores elegidos o legisladoras elegidas por el Estado a la Asamblea Nacional, del Consejo Legislativo, de los concejales o concejalas y de las comunidades organizadas, incluyendo las indígenas donde las hubiere. El mismo funcionará y se organizará de acuerdo con lo que determine la ley.

Artículo 168 (…) Las actuaciones del Municipio en el ámbito de sus competencias se cumplirán incorporando la participación ciudadana al proceso de definición y ejecución de la gestión pública y al control y evaluación de sus resultados, en forma efectiva, suficiente y oportuna, conforme a la ley.

Artículo 184. La ley creará mecanismos abiertos y flexibles para que los Estados y los Municipios descentralicen y transfieran a las comunidades y grupos vecinales organizados los servicios que éstos gestionen previa demostración de su capacidad para prestarlos, promoviendo:

1. La transferencia de servicios en materia de salud, educación, vivienda, deporte, cultura, programas sociales, ambiente, mantenimiento de áreas industriales, mantenimiento y conservación de áreas urbanas, prevención y protección vecinal, construcción de obras y prestación de servicios públicos. A tal efecto, podrán establecer convenios cuyos contenidos estarán orientados por los principios de interdependencia, coordinación, cooperación y corresponsabilidad.

2. La participación de las comunidades y de ciudadanos o ciudadanas, a través de las asociaciones vecinales y organizaciones no gubernamentales, en la formulación de propuestas de inversión ante las autoridades estadales y municipales encargadas de la elaboración de los respectivos planes de inversión, así como en la ejecución, evaluación y control de obras, programas sociales y servicios públicos en su jurisdicción.

3. La participación en los procesos económicos estimulando las expresiones de la economía social, tales como cooperativas, cajas de ahorro, mutuales y otras formas asociativas.

4. La participación de los trabajadores o trabajadoras y comunidades en la gestión de las empresas públicas mediante mecanismos autogestionarios y cogestionarios.

5. La creación de organizaciones, cooperativas y empresas comunales de servicios, como fuentes generadoras de empleo y de bienestar social, Asamblea Nacional Constituyente propendiendo a su permanencia mediante el diseño de políticas en las cuales aquellas tengan participación.

6. La creación de nuevos sujetos de descentralización a nivel de las parroquias, las comunidades, los barrios y las vecindades a los fines de garantizar el principio de la corresponsabilidad en la gestión pública de los gobiernos locales y estadales y desarrollar procesos autogestionarios y cogestionarios en la administración y control de los servicios públicos estadales y municipales.

7. La participación de las comunidades en actividades de acercamiento a los establecimientos penales y de vinculación de éstos con la población.

El pasado 18 de noviembre el antichavista Samir Kabbabe escribe un articulo sumamente interesante sobre el proceso bolivariano en el área de la salud que da cuenta de las potencialidades que surgen a través de la democracia participativa.  Acertadamente, Kabbabe explica como "los representantes de una comunidad dada tendrían participación en los diseños de programas de salud, en la supervisión de la ejecución presupuestaria y en la planificación y funcionamiento de los servicios…. [determinar] qué tipo de atención médica, cuáles especialistas contratar, cuáles programas de vacunación, prevención y educación para cumplir con los objetivos en salud.  Habría sentido de pertenencia y participación ciudadana y podría acabarse con la indolencia y los tantos vicios que tienen colapsados los costosos e ineficientes servicios de salud de los cuales dispone nuestra población."  No obstante, el fantasma "castrocomunista" toma posesión del análisis de Kabbabe, quien convierte un excelente articulo en una burda propaganda de la oposición contra la "cubanización de la salud" por "las dudas [que] surgen por algunas cosas que nos ha mostrado la clase gobernante actual con su concepción centralista, sectaria y partidista."  A pesar de este desafortunado desenlace, el articulo de Kabbabe comparte la filosofía revolucionaria del proceso bolivariano que contempla la participación activa de las comunidades en la elaboración, implementación y vigilancia de políticas publicas que afecten su entorno inmediato.  Asimismo, Kabbabe hace un llamado oportuno a sus copartidarios de la oposición para que se preste mayor atención a estos aspectos que la "diatriba diaria" ha puesto en el ultimo lugar de las prioridades, aunque en el largo plazo implique la consolidación de la revolución bolivariana que la clase oligarca que ha aprovechado la democracia representativa para asaltar el poder y sus instituciones ha tratado de evitar por cualquier vía.

Las dificultades que atraviesa la revolución bolivariana no son pocas.  De acuerdo al catedrático Heinz Dieterich (Franco, 2002), además de la ineficiencia gerencial del Estado venezolano, hasta el Golpe de Estado del 11 de abril de 2002 el movimiento de masas no se había logrado articular y organizar de manera efectiva.

Después del 11 de abril, empieza un proceso de radicalización de las masas que el presidente Chávez estimula, como dijo en la reunión de los trabajadores municipales, hace poco: "ustedes deben formar un movimiento obrero revolucionario, popular, autónomo, no sometido a ningún partido o Estado…" (…) ante el proceso de autoorganización de las masas y su radicalización, el presidente dice: "Adelante…"

En este sentido, el modelo de democracia participativa que nutre la revolución bolivariana aun debe resolver los mecanismos para desarrollar el contenido constitucional y la capacidad de interacción de las instituciones con los ciudadanos y como incluir a estos de forma significativa en sus nuevas formas de deliberación que garanticen su continuidad.  También es pertinente descifrar la confrontación entre el debate publico y la acción gubernamental, y como obtener resultados razonables y expeditos en áreas complejas y de interés nacional.  Fundamentalmente, es necesario definir una estrategia para el desarrollo del capital social que garantice la participación razonada.  

7. Construyendo el Capital Social.

De acuerdo al catedrático Robert Putman (1995), el capital social se caracteriza por el conjunto de relaciones productivas entre personas basadas en expectativas comunes, valores compartidos y un sentido de confianza mutuo. Para Putman, el capital social "se refiere a las conexiones entre individuos -- redes sociales y normas de reciprocidad y confianza que emergen de ellas."  La estructura de las instituciones y organizaciones formales o informales como agencias gubernamentales, federaciones de negocios y asociaciones de vecinos, en donde la gente interactúa y coopera, le dan forma al capital social.

Las instituciones estructuradas horizontalmente favorecen la acción colectiva e impulsan la participación comunitaria, ya que la autoridad y las responsabilidades son compartidas localmente. Al contrario, las instituciones tradicionalmente jerárquicas y conservadoras pueden ser mas bien un obstáculo para la construcción del capital social debido a que la estructura vertical es permeable a la interferencia del establecimiento político y económico, quienes podrían tender acceso frecuente al tren directivo en el ejecutivo, parlamento y sistema judicial, y de esa manera influenciar el proceso político en detrimento de la vasta mayoría. Construir capital social es, entonces, sujeto de la función e interacción de mecanismos de participación construidos alrededor de instituciones y organizaciones. De acuerdo a Stephan Baas (1998), la estructura horizontal de las instituciones impulsa la participación social: "localizado el proceso de acumulación de capital social por medio de la movilización de capacidades de autoayuda, progresivo desarrollo de habilidades y destrezas, y movilización local de recursos (ahorro, conocimiento tradicional) para mejorar los recursos humanos, naturales y económicos, así como su poder político, de los miembros de un grupo." De esta manera, el conjunto de instituciones y organizaciones formales e informales, y las comunidades, se benefician de unan reducción substancial de costos en el envió y acceso de los servicios.

La confianza social y las redes comunitarias como las asociaciones de vecinos, clubes deportivos y cooperativas que crean los individuos para resolver problemas comunes también forma parte del capital social.  Estas redes impulsan las normas de reciprocidad, facilitan la coordinación y la comunicación dentro y fuera de la comunidad, y apoyan sistemas de relaciones mutuas basados en el concepto de compartir.  De acuerdo a Steve Spear (1998), el capital social complementa la regeneración comunitaria, las cuales han estado concentrada hasta hoy mas que todo en capital físico y humano. La creación de capital social y humano a través de la construcción de amistad, solidaridad, colaboración y confianza mutua puede determinar el desarrollo de la capacidad institucional y democrática en beneficio del colectivo.

Conclusión

La nueva izquierda no es reformista, como es la pretensión de la clase política socialdemócrata venezolana, sino revolucionaria. En lugar de luchar por la toma del poder político, vieja concepción leninista y objetivo principal de la "democracia representativa", la nueva izquierda se apoya en la "democracia participativa" para hacer que desde abajo las comunidades logren diseñar, implementar y vigilar las políticas publicas dirigidas a mejorar su entorno inmediato. En este sentido, la disminución acelerada de la explotación, la reivindicación de los derechos humanos y la justicia e inclusión social se convierten en consecuencia directa de la participación ciudadana y no de las promesas electorales de la burocracia representativa, que en lugar de responder al colectivo, impone de manera vertical las políticas que solo benefician al aparato político-empresarial neocorporativista que financia y sostiene su poder político.

Esta nueva concepción de la izquierda surge como respuesta al fracaso del sistema totalitario soviético, y se ha venido construyendo a partir del alzamiento zapatista y del proceso democrático brasilero, que de la mano del Partido de los Trabajadores, institucionalizó su practica en Porto Alegre. En este sentido, la revolución Bolivariana en Venezuela le ha dado carácter constitucional a la nueva izquierda, convirtiéndola en la alternativa política de América Latina frente al contexto internacional actual.

Para Heinz Dieterich (en Franco, 2002), "cuando cayó el sandinismo en el 89, por las políticas de Washington, todos estábamos un poco deprimidos, pero con la revolución bolivariana venezolana, regresó la esperanza de la Patria Grande en toda nuestra América." En efecto, la revolución Bolivariana representa la etapa mas acabada de un proceso histórico hacia la integración y desarrollo latinoamericano que inicio Miranda, Bolívar, Sucre y Martí.

No obstante, la consolidación de la nueva propuesta política de izquierda sustentada en la participación activa de la sociedad, solo será efectiva en la medida en que se haga de manera razonada, por lo que  el gran reto de la nueva izquierda ya no es solo construir la "democracia participativa" como propuesta política, sino construir redes sociales que garanticen la participación de la sociedad en la conducción del Estado mas allá de los partidos y la burocracia estatal, y edificar el capital social que haga viable y sostenible el diseño, implementación y vigilancia de las políticas publicas que motoricen las transformaciones sociales.

Antonio Guillermo García Danglades
Internacionalista, MA
agd1967@yahoo.com
Septiembre, 2003

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