Trincheras de Ideas

Se le cayó la careta de farsante a Heinz Dieterich (I)

Sin dudas, la forma como se vienen presentando los acontecimientos previos y posteriores al referéndum del 2 de diciembre, nos indican un movimiento conspirativo desde dentro del proceso tendente a minarlo, a producir un debilitamiento tal que lo haga desplazarse hacia el centro y a la derecha políticas, evitando, en un principio, una alianza formal con los sectores fascistas y golpistas de la burguesía monopólica, de la pequeña burguesía de origen extranjero, ultra derechista y neonazi y con los despojos de la clase política que nostálgicamente pretenden revivir otrora poderosos partidos: AD, COPEI, MAS… y forman parte de la comparsa de marionetas que mueven los hilos sedicentes del imperialismo yanqui, verdadero director del circo. Intentar fortalecer políticamente, en el bloque social que apoya el proceso bolivariano, a la burguesía nacional, inclinar hacia ese lado el peso de las políticas económicas del Estado.

Ya, a estas alturas, ¿quién duda de que el ciudadano Isaías Baduel formaba parte fundamental de ese proceso conspirativo contra el presidente Chávez? conspiración que tiene tras de sí a nada más y nada menos que al oportunista Heinz Dietrich, personaje que vino a recalar a estas tierras, producto de la atipicidad del proceso, de cuanto bicho de uña oportunista y aventurero, viviani, se coló en el deslave social que confluyó en los primeros años del proceso revolucionario, adquiriendo rango y poder inmerecidos y, por supuesto, mal manejados y siempre en función de los objetivos de favorecer a los enemigos del pueblo, de fortalecer las desviaciones como la corrupción, generar la impunidad en el caso de la aplicación de la justicia como hicieran los magistrado colocados por Miquilena en el TSJ. La de Baduel es una conducta calcada de la actuación conspiradora de Miquilena.

Dietrich, por no ser venezolano de origen, tuvo sus limitaciones, aunque su objetivo era ganarse la confianza del líder del proceso y de los dirigentes del mismo, como una persona aguda, de profunda visión estratégica, un ideólogo, para lograr que pusieran en sus manos la conducción ideológica y política del proceso –como en parte ocurrió– mientras ganaba tiempo para sembrar cizaña, confusión y, desde adentro, colocar minas que al explotar su honda expansiva generara un resquebrajamiento de la confianza y la fe del pueblo en Chávez, en el proceso bolivariano y en la propuesta socialista.

Pero Dietrich tenía una debilidad intrínseca: desconocía –y desconoce– la historia de Venezuela y el complejo y contradictorio desarrollo de las luchas de este pueblo por su emancipación. Pero no sólo eso, este filósofo de pacotilla, viene ser lo que en el lenguaje revolucionario, marxista, se llamó un revisionista, es de aquella escuela europea que de alguna manera comenzó con la disidencia del exmarxista Roger Garaudy, en Francia, al enfrentar inadecuada e incorrectamente los problemas teóricos, ideológicos y políticos que se suscitaban en la antigua Unión Soviética, las desviaciones de aquel formidable proceso, para terminar en esa cosa que se llamó Eurocomunismo que tuvo como exponentes a varios conspicuos ideólogos alemanes –la cuna de Dietrich– hasta llegar a la derechización absoluta del movimiento socialista y comunista europeo, con un Santiago Carrillo denostando del comunismo y abrazándose a la social democracia, disuelven los partidos comunistas –recordemos España, Italia, Alemania…– y ya, antes de la caída del campo socialista europeo, el imperialismo yanqui –quien movía todos aquellos hilos y dirigía de múltiples formas aquella conspiración antisocialista, antimarxista, anticomunista– se había anotado un triunfo resonante.

En Venezuela –todos conocen esa etapa de la historia contemporánea– el gran “ideólogo” del revisionismo, que jugó un papel estelar en todo aquel proceso internacional de cayapear política e ideológicamente al socialismo científico y pretender enterrar el ideario revolucionario, socialista, ¡a nombre del socialismo!, fue Teodoro Petkoff y, en menor grado, Pompeyo Márquez. Su objetivo fue destruir al de por sí debilitado Partido Comunista de Venezuela por la crisis de la derrota de la lucha armada y golpear el pensamiento socialista, dándole apertura a una especie de pensamiento socialdemócrata avanzado, tropicalizado, con un fuerte acento en la pequeña burguesía universitaria y en aquellos militantes y luchadores populares con escasa preparación ideológica. ¿Luchó el MAS por el socialismo realmente o devino un grupo clientelar, oportunista, con un Petkoff de ministro de un gobierno derechista como el de Caldera, que terminó apoyando la eliminación de las prestaciones de los trabajadores venezolanos, esos trabajadores a los que supuestamente reivindicaba cuando hablaba de un socialismo con rostro humano y para Venezuela?

De esa escuela, desde su cómoda trinchera en México, viene Dietrich, con su saco de especulaciones teóricas y políticas, a experimentar con la complejidad y riqueza del proceso revolucionario bolivariano y su originalidad, y a tratar de construirle un piso político e ideológico a lo que él llama “el centro político”, es decir, a aquellos sectores a su juicio nacional burgueses de los cuales Baduel viene a ser su exponente más representativo.

Cuando señalo el desconocimiento de la Historia de Venezuela por parte de esta especie de Fukiyama de “izquierda”, este post moderno tropical, me refiero a que en su análisis de las clases sociales –si es que aplica esta categoría al estudio del complejo movimiento social venezolano– no entiende, no percibe la riqueza de esa lucha; pero es que ideológicamente no puede hacerlo; está impedido por privar en él una cosmovisión neomágica de las clases sociales y no una visión científica del contradictorio movimiento las mismas.


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Humberto Gómez García

Director de la revista Caracola. Pertenece al Movimiento de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC). revistacaracola.com.ve

 humbertocaracola@gmail.com      @hgcaracola

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