La visión de Dietrich del socialismo del siglo XXI no es igual a la que expresa el presidente Chávez, independientemente de que haya escrito uno o varios libros habiéndose aprovechado de la figura, la imagen y el pensamiento de Chávez. Una lectura detenida de los mismos va a permitir descubrir unos cuantos contrabandos ideológicos que ahora se revierten en “sesudos análisis” políticos donde, como medida salvadora, le planta a Chávez que la única salida a la crisis política es una alianza con Baduel, “representante del centro político”. (HD)
En su panfleto “Luego de los resultados del referendo sobre la reforma constitucional, derrota estratégica en Venezuela; peligro mortal para Bolivia y Cuba”, ya le pone fecha al derrumbe de la revolución venezolana: 2008. “Es posible que los gobiernos de Hugo Chávez y de Evo Morales no sobrevivan los embates de la reacción en el año 2008 y que el modelo cubano se agote en el 2009-2010, si no se toman medidas realistas de inmediato”. (Aporrea, 03-12-07, Quinto Día 7/14-12-07, subrayados nuestros)
En el análisis se invierten los papeles, habla Dietrich, pero quien le está soplando desde atrás es Baduel quien le va aportando “elementos”, chismes a los que se la quiere dar categoría de análisis político, infidencias, detalles de la intimidad del gobierno que delatan la naturaleza vil y canallesca de Baduel y de Dietrich que se presta, con esos elementos, a aconsejar lo que debe hacerse.
Manejando medias verdades en su perverso análisis, categoriza los errores partiendo de que las grandes fallas y las causas de la derrota están en la conducción oficial del proceso, donde se concluye que no hay líderes sino eunucos políticos que Chávez maneja como vulgares marionetas, impidiendo que alguien le haga sombra a su liderazgo. Afirma así la falacia de la derecha del caudillismo y del autoritarismo de Chávez.
Para Heinz Dietrich, “La causa principal de la derrota en Venezuela es el sistema vertical de conducción del proceso revolucionario. Esto es evidente en sus tres instancias formales, en las cuales el Presidente no tiene contrapeso alguno: el parlamento, el gabinete y el partido. El parlamento (Asamblea Nacional) es, esencialmente, una caja de resonancia de la voluntad presidencial donde los diputados, controlados por tres “capataces”, dicen “sí” a todo lo que él plantea, aunque sea inviable. La responsabilidad de esta situación reside en parte considerable en los diputados oficialistas, que no quieren perder sus prebendas”.(Aporrea, 03-12-07)
El párrafo es ilustrativo, en lo perverso de lo dicho se falsea la verdad y no puede ser ése un punto de partida para ningún análisis. Yo comparto el criterio que fue un error de la AN agregarle 36 artículos a la reforma de los 33 propuestos por Chávez, muchos eran correctos, otros discutibles, pero eso generó confusión y, sin el tiempo requerido para el debate de lo que de hecho era otra propuesta, afectaba su difusión. Esa actitud del parlamento, ¿no demuestra autonomía como poder, contradicciones incluso del liderazgo de los diputados en la AN con el propio presidente, al punto que no entendieron que no debían hacérsele cambios tan sustanciales que desvirtuaran la propuesta original o que éstos podían ser mejorados? ¿Fue, en este caso, la AN una caja de resonancia de un caudillo? Evidentemente no y la falacia de Dietrich se cae por su propio peso.
La crítica de Dietrich nos habla de un Chávez aislado en una especie de cúpula de cristal, divorciado hasta de su propio gabinete, que se encuentra estratificado en fracciones y grupos de los ministros –representantes de ‘la nueva clase’ burguesa–, donde el poder del grupo de Diosdado Cabello –que no es ministro– es omnímodo, que domina desde los aeropuertos, Relaciones Exteriores hasta los ascensos militares.
De seguidas el filósofo alemán se va en un ataque cerrado contra lo que llama “sistema presidencial de dominación” donde “la ventaja de este sistema para el presidente era la discrecionalidad del poder y una cierta distancia de los casos de corrupción, ineptitud de los ministros y falta de seriedad en los debates del gabinete”. (QD, subrayados nuestros)
En lo que es evidentemente un trabajo de equipo para articular una estrategia dirigida a debilitar la imagen del líder; un artículo discutido cuando menos entre quien lo suscribe y Baduel, que presuntamente aporta el grueso de las informaciones, estamos en presencia de un artero ataque contra Chávez simulado en la descripción de la realidad del ejercicio del poder ejecutivo, de ministros neodelincuentes, de un Chávez perennemente engañado y aislado de la realidad. Sin dejar de rechazar y condenar su vil actitud, debemos dar por despedido este personaje del mundo revolucionario bolivariano y socialista.
Dietrich ataca, ahora, con inusitado odio –que no diferencias tácticas o estratégicas, políticas o ideológicas; es la voz de otros expresada a través suyo– la propuesta de la reforma a la que califica de producto que se quería vender, tácticas absurdas y condena enfáticamente el poder popular y califica de oportunistas los aumentos a médicos y maestros, los 3 meses de aguinaldos y el caramelo de la reducción de la jornada de trabajo. Se da ese lujo, él, que nada ha aportado al proceso sino sus consuetudinarios análisis catastróficos y derrotistas, de venir a criticar como un derechista y un enemigo más de la revolución bolivariana y de Chávez.
Señala el ideólogo del centro político: “El producto que se le pretendía “vender” a la ciudadanía (ahora se habla de ciudadanía, no de pueblo), la reforma constitucional, era deficiente; de hecho, tan deficiente que se logró sólo convencer a una cuarta parte del electorado. Había cláusulas tácticas absurdas, como la ampliación del período presidencial de seis a siete años; elementos económicamente inviables como la jornada (de trabajo) de seis horas y la refundación del Estado sobre consejos comunales, cuya implementación presuponía (él lo presupone, no Chávez ni el pueblo) la implementación de una dictadura revolucionaria”.
Para Dietrich (valga decir Baduel y Cía) el imperialismo no esperará hasta enero del 2010 para deshacerse de Chávez con un referendo revocatorio; el gobierno yanqui apresurará su caída el 2008, “tratará de dar golpes decisivos a partir de este momento en los flancos débiles de la revolución nacionalista-desarrollista latinoamericana, para convertir la batalla ganada en una guerra ganada”. Apocalípticamente predice una gran crisis económica. “En Venezuela, el detonante será, además de la subversión oligárquica-imperial, la crisis económica que golpeará con fuerza en el 2008, si el gobierno no toma medidas de urgencia de inmediato”.
El filósofo titula el punto 5 de su análisis así: “¿Cómo evitar la destrucción del gobierno”.
Por supuesto no lo desarrolla, sólo hace enunciados catastróficos y enumera escenarios. “La derrota del referendo debilita sustancialmente el poder del Presidente en cuatro frentes de batalla: a) ante la oposición interna: b) dentro de los aparatos del oficialismo, donde los delfines de la Nueva Clase Política reorganizarán con urgencia sus escenarios del “Chavismo sin Chávez”; c) en la política internacional y, d) en las Fuerzas Armadas”.
Es la hora de la batalla de las ideas, a enfrentar los Dietrich, los Baduel y al imperio todo.
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