Después del madrugonazo del 2D, el Presidente tiene que pasar la escoba por su casa si quiere que las cosas se enderecen y el año comience con buen pie. Él sabrá lo que tiene que hacer, pero un paseo por los alrededores de las oficinas públicas por donde pululan los nuevos ricos de la revolución no le vendría mal.
Se encontraría, por ejemplo, con que hay oficinas que cuentan con costosos servicios de agencias de festejos que le preparan las tres comidas diarias a más de uno de los "ejecutivos" de la revolución. Tienen cocinas full equipo, vajillas de primera calidad y cubertería de las que no se consiguen en mercados libres.
Un somero inventario de los activos de ministerios, alcaldías y gobernaciones, por otra parte, le daría una idea de cuánto invierten sus funcionarios en unas inmensas camionetotas a todo lujo, importadas, que son un insulto a la conciencia del ciudadano de a pie o de aquel que sabe que revolución y consumismo compulsivo no se sientan en la misma mesa. Verá a alguna alta funcionaria trajeada a todo trapo y leerá amplísimas discusiones en Internet sobre si los ministros deben usar o no corbatas de marca. Se sorprenderá el Presidente si constata que los debates no se centran en cómo alcanzar el mayor compromiso con su proyecto, sino en si es importante o no vestir bien para un bolivariano.
Y eso que estamos hablando muy superficialmente acerca de la grosera ostentación de riqueza que hacen algunos, por no mencionar los abusos de los privilegios a los que se van mal acostumbrando. Un pequeño ejemplo lo vemos en los semáforos, cuando a cada rato choferes y transeúntes son literalmente atropellados por bandas de motorizados armados que resultan ser la escolta de cualquier director de despacho que se cree con el derecho de circular más rápido que los demás.
Ni ser rico es malo ni vestir bien insulta. La diferencia la hace el cómo se llega ahí. Si la distinción es producto del esfuerzo propio, está bien. Todos tenemos derecho a aspirar a vivir mejor. Lo malo es con el dinero de quién se hace y, peor aún, con cuál motivación. Si las camionetas y los trapos se instalan en la cabeza, donde deberían ir las ideas, estamos mal.
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