Caracas, la insoportable

Sólo pensar en el reinicio de las actividades cotidianas de todo comienzo de año es estresante. Anticipar una tempestad es sufrirla dos veces pero en esta capital, tan predecible en su caótico existir, es prácticamente imposible sustraerse del martirio de habitarla. Aquí no se vive; aquí se padece verdaderamente.

Ofrezco mis disculpas a los lectores que tengan a bien ocuparse de estas líneas desde otros rincones del país y que no sientan el más mínimo interés por lo que suceda en la capital. Pero tal vez la somera enumeración de los males que nos aquejan y cuyos remedios parecieran cada vez más lejanos, sirva de ejemplo para que otras ciudades que pugnan afanosamente por salir de su maravillosa condición pueblerina, hagan un alto a tiempo y no nos emulen en esta frenética carrera hacia el barranco.

Los días que precedieron a la Navidad fueron tal vez los más dramáticos en materia de tránsito vehicular. La primera quincena de diciembre debe haber arrojado una cuantiosa pérdida en horas hombre sobre el asfalto caraqueño. Se impone desde hace rato la necesidad de restaurar el día de parada y no la aislada y tímida medida de "pico y placa", que más que críticas positivas lo que encontró fue oposición política. El Inttt tiene que hacer su trabajo y sacar a los fiscales a la calle. Ya basta de motorizados rodando por las aceras, choferes irrespetando semáforos, peatones cruzando por todas partes, autobusetes desparramando pasajeros donde les da la gana, líneas de mototaxistas ocupando canales de circulación, carros oficiales estacionados en los bulevares y todo el mundo haciendo lo que mejor le plazca, sin que haya autoridad que lo impida. Los que vivimos en esta ciudad perdemos la sonrisa cada vez que pisamos la puerta de la calle.

Mención aparte, ya no como un clamor general sino como un grito estridente, merece (o desmerece) el tema de la inseguridad.

¿Hace falta mencionar aquí las estadísticas de esta ciudad en situación de guerra o de la naturaleza cruenta y alevosa como se cometen toda clase de crímenes? Cuando cae la noche un estado de sitio no declarado se cierne sobre la ciudad. Las vías comienzan su apresurado despeje y el miedo pasa a ocupar todos los espacios. ¿Hasta cuándo? La basura, ese inconmensurable monumento a la ineficiencia administrativa, se yergue cada vez más crecida, más amontonada, más grande, multiplicada por todas partes, desparramada en laderas de montañas, acumulada en quebradas, exhibiendo su descarada presencia en rincones, debajo de puentes, en plena calle, en parques y plazas. La basura es la vergüenza del caraqueño, víctima y responsable a la vez de su desgracia.

En 1988, bajo el título de "La ciudad escondida", José Ignacio Cabrujas escribió: "así como hay personas que proclaman con orgullo pertenecer a un pueblo de grandes constructores, me atrevo a decir hasta con cierta jactancia, que provengo de un pueblo de grandes `derrumbadores’, un pueblo demolicionista que hizo del escombro un emblema. Caracas pertenece al ámbito de la destrucción deliberada como un ladrillo erróneo que termina por no dejarnos satisfechos. Caracas es una ilusión de inconformes". Casi veinte años han transcurrido desde entonces...

mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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