Colombia, te canto

El imperio de la ternura es el único válido en estos momentos en que Colombia es protagonista de una historia de amor: la de su pueblo con la esperanza, y quienes saben de lo que la hermana nación significa mas allá de sus dolores no se sustraen a esa ternura esperanzada que se proyecta en nuestro continente.

Para quien esto escribe Colombia va más allá de cualquier sueño. Durante cinco años Colombia me acogió en su seno y me dio amor, amistad, escolaridad, formación y grandes lecciones de humildad.

Eran otros tiempos. Camilo Torres disparaba su doctrina redentora y la configuración del Tercer Mundo asumía contornos de dolor en un país que, en la práctica, era disparo y cruz como su sacerdote símbolo.

La posibilidad adolescente de pasear por esas tierras me enseñó paisajes humanos y geográficos y mucha humildad, esa que jamás debe ser confundida con la inercia.

Desde mis ojos de juventud la recorrí completa. Conocí de Corralejas en Sincelejo y de dulces en Buga, de la magnificencia de la Bahía de Santa Marta y de rezos de sal en Zipaquirá. Sudé en Barrancabermeja y bajé mis ojos agradecidos en la Quinta de Bolívar.

Descubrí el miedo cuando la tierra tiembla y admiré las amorosas manos que arrancaban al acordeón quejumbrosas melodías del alma.

Colombia no es sólo narcotráfico y violencia, dolor y conflicto. Colombia es Julio Flórez, aquel poeta de la pobreza y de lo sórdido, traductor impecable de Allan Poe, y es José Asunción Silva, tal vez el más ambicioso poeta colombiano, quien vivió en Caracas y murió a los 31 años dejando sus Noc turnos como legado de amor, y es Rafael Pombo; el gran fabulador, emparentado con Esopo y La Fontaine; traductor en grande de Virgilio y Byron, y es Jorge Isaacs; el escritor que hizo llorar a un continente con la historia de amor de Efraín y María; y es José María Vargas Vila, el autor leído a escondidas, casi con vergüenza y con amenaza de excomunión, porque a final de cuentas Vargas Vila era irreductible anti imperialista (lo supe después) y removió a su sociedad con Aura o Las Violetas. Colombia es Gabriel García Márquez, quien responde por evolución a estos nombres y por amor responde a la gratitud de América. Colombia es arquitectura plena y pintura gorda con forma de Botero, y un Bolívar desnudo en Pereira, y un Zapato viejo como monumento en una plaza, para no olvidar los inicios; y es un periodismo con muchos comunicadores rescatando las crónicas y la historia, y es una radiodifusión de referencia. Colombia es el recuerdo vivo de Gaitán. Y es música, mucha música.

Música de almas. Considerada nación suramericana y andina, pareciera que no tuviera una historia común con los pueblos caribeños. Nada está más lejos de la verdad. Siendo la más grande en extensión de todas las repúblicas del Caribe, puede inferirse la diversidad en su paisaje humano y geográfico.

La globalidad musical de Colombia es sorprendente y rica y va más allá del porro, la cumbia y el vallenato de su costa atlántica. Guabinas, valses, canciones, pasillos, joropos y bambucos son soporte primordial de su música interiorana, y en ese soporte hay unos cuantos detalles que conviene apuntar.

El bambuco, por ejemplo, fue el primer género musical latinoamericano que accedió a un estudio de grabación. No fue el son cubano, como muchos piensan.

El primer bambuco grabado fue El ente rrador de Victoriano Vélez y corresponde la grabación al dueto Pelón y Marín. Fue en el año de 1908, pero en 1907 Pelón y Marín habían llegado a Santiago de Cuba, pasando a La Habana y posteriormente a México, nación a la que arribaron en compañía de Alberto Villalón y Luis Casas Romero.

Por ejemplo, se sabe que en 1854 estuvo en Santiago de Cuba el músico colombiano Santiago Pujols, quien llegó a ser Maestro de Capilla de la Catedral de la ciudad. Se sabe también que en 1870 llegó a Cuba un barco llamado Hornet, cargado de voluntarios colombianos que iban a luchar por la independencia cubana. En ese barco venía, procedente de Popayán, José Rogelio Castillo, músico cultor del bambuco.

Rogelio Castillo llegó a fundar en Santiago de Cuba una banda de música a la que llamó La Libertad, que tocaba recaudando fondos para la guerra.

Se sabe también que para 1897 ya había bambucos y pasillos impresos en la Revista Musical de Cayo Hueso.

También resulta interesante conocer que para 1907 Cuba recibió con júbilo a Julio Flórez, el todavía no suficientemente reconocido poeta colombiano, autor de Mis flo res negras. Hay pruebas que señalan cómo en Cuba para 1914 se componían temas en aire de "colombianas" (o bambuco).

Por su parte la música de los llanos colombianos está muy emparentada con la de los llanos venezolanos y muchos de los temas confunden, por fortuna, la nacionalidad. Tan unidos son como el hecho de que en el Tamunangue venezolano hay guabina, nombre de un género musical de Colombia.

La contemporánea incidencia de la música de la costa Caribe colombiana en los conjuntos bailables de Maracaibo es sumamente notoria. Willy Quintero, Los Blanco, Los Master’s, Los Imperial’s, Emir Boscán y los Tomasinos, El Super Combo, Los Tropicales e inclusive el larense Pastor López (a quien los venezolanos dan por colombiano) son buenos ejemplos.

Más acá, en estos tiempos, merece destacarse el tratamiento dado al campo del jazz desde la década de los cuarenta cuando la Atlántico Jazz Band llamó la atención de los vecinos del norte.

En esa banda de jazz estuvieron dos músicos definitivamente importantes: Lucho Bermúdez y Francisco "Pacho" Galán. Ambos retornarían a las raíces de la música popular colombiana del Atlántico y Pacho Galán sería, con el tiempo, el creador del Merecumbé (merengue con cumbia).

Del mundo de la lírica, Colombia aporta el nombre de Carlos Julio Ramírez, mientras que del ámbito de los grandes arreglistas se puede hacer mención de Justo Almario (con Mongo Santamaría), de Eddy Martínez (con Ray Barretto) y de Francisco Zumaqué (con Eddie Palmieri).

Colombia ha tomado además todo lo bueno que el Caribe le hizo llegar, como la residencia de Eddie Palmieri, de Ricardo Ray, de Alfredo De la Fe, de las visitas permanentes de Miguelito Valdez (quien murió en Bogotá), de la Casino de la Playa, de la Sonora Matancera, de César "Albóndiga" Monges y muchos mas.

Por todas éstas cosas y por muchas otras, notables hoy, parafraseo a Eddie Palmieri: Colombia, te canto.

Y un Feliz año para la América mestiza.


lilrodriguez@cantv.net


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Lil Rodríguez

Periodista. Defensora de los valores culturales venezolanos y latinoamericanos.

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