Si tuviéramos una cultura menos faramallera, menos consumista, menos pirata, y una burocracia más doliente de los dineros públicos, si fuera así, decimos, esta Conversión Monetaria que se haya en incipiente proceso de ejecución no tendría porqué ser excluyente de ninguna de las monedas actuales.
Cuando se decretaron las conversiones anteriores entre monedas de oro en las de plata, y la de estas en las de níquel, y así mismo las de este metal por las presentes monedas que se hallan en paralela circulación, se justificó plenamente el retiro de la moneda inmediatamente precedente. Pero este no tiene porqué ser el caso presente.
En cuanto al dinero de papel de la familia saliente, estos billetes podrían seguir indefinidamente circulando, y su uso cambiario iría dando cuenta de su extinción. Y en cuanto a las monedas, estas pueden perfectas complementariamente seguir supliendo necesidades cambiarias del mercado detallista sin que en nada, absolutamente en nada, entorpezca la fluidez ni la velocidad circulatoria del torrente en funciones.
Los bancos privados podrían seguir usando monedas de alto peso adquisitivo para montos operacionales de significativo giro, e ir combinado armoniosa y acopladamente ambas familias, de tal manera que estas, lejos de ser excluyentes entre sí se comporten incluyentemente.