Rupturas y secuencias

Las tres R y el Balance Necesario

Al recapitular lo logrado en casi una década por el proceso revolucionario bolivariano en Venezuela, el balance general no puede ser más que positivo, a pesar de los múltiples contratiempos y contradicciones confrontados en diversos escenarios y tiempos: unos sectores populares politizados, conscientes de su dignidad y del rol esencial que le corresponde ejercer en la construcción y consolidación de una democracia verdaderamente participativa, el cambio operado conscientemente al nivel de la Fuerza Armada Nacional, la cual dejó atrás su condición de guardia pretoriana de una clase económica y política dominante; la visión internacionalista e integracionista promovida a partir de los ideales del Libertador Simón Bolívar y otros destacados próceres de nuestra América; además de los diversos cambios políticos, sociales, culturales y económicos que, bajo las banderas de un nuevo socialismo, sirven de referencia a los demás pueblos sojuzgados de nuestro Continente en su lucha por conquistar mayores niveles de bienestar y de democracia, dan cuenta de la trascendencia que ello ha tenido bajo el liderazgo indiscutible de Hugo Chávez Frías.

Este ha sido, ciertamente, un proceso revolucionario combatido desde diferentes trincheras (nacionales e internacionales), pero fortalecido constantemente por la fe y el apoyo populares. Sin embargo, aún no ha podido derrumbar de modo definitivo las estructuras heredadas del antiguo régimen representativo debido, por una parte, a la carencia ostensible de una formación revolucionaria de sus cuadros de dirección y de gobierno, lo que explica el abismo profundo existente entre éstos y los lineamientos estratégicos de Chávez, como también entre éstos y las expectativas populares, resultando que -en consecuencia- entre Chávez y el pueblo venezolano no se halle, en su sentido más amplio, una vanguardia revolucionaria volcada a la concientización, la movilización y la organización populares, de manera que el socialismo tenga canales de expresión permanentes y no se dependa peligrosamente de la voluntad e iniciativas de un líder único.

Aún así, este proceso revolucionario ha demostrado sus fortalezas, pero es imperativo que se le dé una mayor confianza en los grupos sociales de generar también las transformaciones que acabarán por consolidar la revolución bolivariana socialista, obligando a la nueva clase política a comprender que ésta no se producirá nunca mientras se frene y se pretenda tutelar la organización revolucionaria del pueblo, como ha ocurrido hasta la fecha. De ahí que sean vitales las tres erres invocadas por Chávez, entendiendo que ellas podrían provocar un sacudón ideológico, insoslayable y necesario, que contribuya a dotar al amplio movimiento popular revolucionario de un cuerpo de ideas que constituyan, a su vez, la teoría revolucionaria socialista de la cual se adolece gravemente. La revisión, la rectificación y el reimpulso del proceso revolucionario bolivariano requiere -por tanto- de una explosión de protagonismo y de participación desde sus bases populares, estableciendo de antemano vínculos estrechos entre éstas y la dirigencia, en los cuales sea preponderante la democracia participativa y protagónica, de modo que todos los dirigentes (y gobernantes) asuman el papel de voceros y de ejecutores de las decisiones tomadas desde abajo, cuestión que sí implicaría invertir la pirámide del poder en función del interés colectivo.

No obstante, el mayor inconveniente que se le presenta a las tres erres formuladas por Chávez lo conforma la realización de las elecciones regionales de este año, ya que muchos de sus seguidores volverán a caer en el vértigo de una nueva campaña electoral sin alcanzar a comprender adecuadamente la coyuntura que vive el proceso bolivariano tras el revés del 2 de diciembre pasado, requiriéndose líderes revolucionarios, dotados de programas audaces y propios, que acompañen el accionar del Presidente y no simplemente oportunistas, demagogos y repartidores de dádivas. En medio de esto, se requiere que las masas populares avance en el logro de sus más sentidas reivindicaciones y de un nivel organizativo autónomo, autogestionario y socialista, como consecuencia de su toma de conciencia y de la formación revolucionaria adquirida. Por consiguiente, el movimiento popular revolucionario deberá deslastrarse de la práctica paternalista o asistencialista, además de burocrática, que es inherente al reformismo y no a la revolución, haciendo posible el cambio estructural y, junto con él, la revolución socialista.-


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Homar Garcés


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