La Moneda devaluada no estimula la Oferta

La conocida y trajinada Ley económica de *la oferta y la demanda* expresa un potencial y tendencioso movimiento que sufre la producción de las mercancías cuando su demanda se ve incrementada por razones varias. Para estos casos, la teoría correspondiente prevé una suba de precios a corto plazo, más o menos pronunciada, según las elasticidades involucradas tanto para la oferta como para la demanda en juego.

Una suba de la demanda puede ser causada por inyecciones monetarias extraordinarias, tal como ocurre a final de cada año, o por cambios en los hábitos de consumo, aunque macroeconómicamente hablando estos últimos casi no cuentan, porque, por ejemplo para un circulante fijo la subas de demanda de unas mercancías forzosamente van con cargo a bajones en otras.

En el caso venezolano, es innegable que durante los últimos lustros la población consumidora viene disponiendo de un mayor poder adquisitivo, no tanto por mejores salarios como por un mayor número de receptores de *renta* que han sido incorporados a las nóminas burocráticas de muchos Ministerios y demás organismos sociales creados para llevar bocados de arepa a hogares y personas tradicionalmente olvidadas por nuestra sociedad.

También es cierto que la oferta nacional podría crecer cuando se abra la demanda exterior; un caso atípico para una Venezuela que no necesita un dólar adicional, dado su innegable e ingente volumen de Ingresos petroleros del mismo período, y sin contar los dólares no convencionales que el Ejecutivo nacional ha subestimado y manejado caprichosamente (100% o más de los estimados durante los últimos tres años), particularmente si para ingresar esos dólares adicionales no petroleros la economía debe sufrir la devaluación sostenida de su moneda, una de las peores plagas que financiera y fiscalmente puede infligírsele a la mayoría de su población.

Los cuatro o seis dólares adicionales provenientes de las exportaciones nacionales beneficiadas y estimuladas con esas devaluaciones no compensan en un ápice los estragos económicos que sufre la economía familiar con una moneda en franco declive de su poder adquisitivo. Por lo demás, tales dólares adicionales, los que podrían incentivar la oferta nacional, producto de unas cuantas e insignificantes exportaciones no petroleras, resultan de una notorísima incongruencia con las salidas de divisas que el propio Presidente exporta y esfuma a manos llenas.

Por si fuera poco, es falso de toda falsedad que la prosperidad de un exportador privado, como la de ningún empresario privado, deba identificarse con prosperidad para las mayorías. Esos dólares adicionales provenientes del estímulo inducido por la devaluación de nuestra moneda sólo va a los bolsillos de dichos exportadores, y como son dólares, estos terminaran emigrando al exterior, tal como lo sigue haciendo cada dólar petrolero que ingresa al país.

Ahora bien, en cuanto a la oferta nacional para consumo doméstico, esta nunca podrá ser estimulada mediante dinero devaluado. Es de perogrullo que, por ejemplo, la oferta colocada de Bs. 1.600 se traducía en un dólar para pagar importaciones, y si ahora un comerciante logra vender dentro del país Bs. 2.150, él seguirá recibiendo el mismo dólar de antes, y obviamente no tendrá motivos para aumentar su oferta.


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Manuel C. Martínez M.


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