La vieja política anda de nuevo en ajetreos. Entre las impaciencias de los desesperados y las presiones de la fracción extremista, la tentativa de tomar el camino constitucional y pacífico se ahoga aceleradamente en su seno, si es que la tuvieron en algún momento. Vuelven a marcar el paso quienes apremian por una salida de fuerza, la “otra vía” como la llamó Carlos Ortega.
En el ascenso de la estrategia de aventuras y violencia ha jugado un papel relevante el “sector duro” de los intervensionistas norteamericanos. Los cambios en Argentina, Bolivia y Brasil y los presagios en Uruguay, Colombia, Salvador, Paraguay, han creado una estela pesimista en los círculos que apuestan por quitarle la cabeza a Chávez. Lo eliminamos ahora o después será demasiado tarde. Este es el criterio dominante en los conciliábulos extranjeros. Es la atmósfera en los grupos “duros” en Washington, Madrid y Bogotá.
También han influido las mediciones de opinión. No hay aliento para recoger las firmas. Demasiadas fisuras y fragmentaciones. Muchas dudas sobre el liderazgo. No hay seguridad en cumplir con las exigencias del CNE. Si se fracasa en las firmas, las repercusiones en el orden político nacional e internacional serán definitivas para consolidar al Presidente Chávez.
El cuadro en la vieja política inclina el peso de las decisiones a favor de quienes proponen un baño de sangre, incluso pagando el costoso precio de una dictadura de ultraderecha “ por 10 o 20 años”, con tal de salir de Chávez, como lo proclaman Carlos Ortega y Manuel Cova.
¿Es una locura? No, no es una locura. Es un expediente a la mano. Ya fuimos testigos cuando el golpe de Estado del 11 de abril y después lo proclamaron abiertamente Juan Fernández y Carlos Ortega durante el paro golpista de diciembre pasado. Los “duros” imponen su política de aventuras y violencia, bajo el paraguas del desenfrenado apetito belicista y reaccionario de los grupos dominantes en Washington, Madrid y Bogotá. La ultraderecha no entiende otra política sino la fuerza, la guerra y el golpe de Estado. Bush ha conducido a Estados Unidos al desastre de Irak. Uribe sumergió a Colombia en las tenazas
de la ocupación extranjera y el estado de sitio. El propio Felipe González acaba de señalar a Aznar como responsable de hundir a España en el fraccionamiento, la intolerancia y la reacción. ¿Qué puede esperarse, entonces, de sus seguidores en Venezuela?