Hace dos semanas publiqué en este mismo espacio "El otro Holocausto", título con el que denominé al genocidio que se está cometiendo en Irak, a propósito del quinto aniversario de la invasión gringa a ese territorio, en el cual, por lo demás, hice un breve resumen del balance de esa atrocidad.
Para mi sorpresa, hace pocos días apareció en Cartas al Director una misiva dirigida por el presidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela, protestando mi artículo y calificando la definición que de Holocausto hice allí –tomada de variados diccionarios y enciclopedias– de "crasa desinformación" de mi parte o de "intención de desprestigiar a los judíos". Me permito sugerirle al señor Abraham Levy Benshimol que le reclame a la Real Academia Española y que haga lo mismo con los editores del Pequeño Larousse en sus presentaciones tanto en español como en francés, y a los de la Enciclopedia Sal vat, del diccionario Webster, de Wikipedia, etc. En todas esas publicaciones se define holocausto, palabras más, palabras menos, como el sacrificio que en la antigüedad hacían los judíos y en el cual se quemaba toda la víctima. En cuanto a la afirmación de mi supuesta intención particular por desprestigiarlos, no creo que eso merezca mayor esfuerzo de mi parte. Ellos lo hacen solos.
Ni entonces ni ahora pretendo desconocer el horror ni la magnitud del crimen cometido por las huestes de Adolfo Hitler contra la nación hebrea. El espanto que brevemente describe el señor Benshimol en su carta se queda corto ante lo que esta misma periodista pudo constatar en una breve visita que hiciera hace unos años a Dachau, en Munich, Alemania. No muchas personas pueden decir que han visitado un campo de concentración nazi. Yo lo hice.
Pero la circunstancia de que uno condene un hecho histórico de esa magnitud no impide que esa misma voz de protesta se levante cuando se percata de que los crímenes se siguen repitiendo con una constancia pasmosa y, lo que es peor, que se hagan con el voto cómplice de quienes de víctimas se convierten impunemente en victimarios.
Hablé hace dos semanas sobre el holocausto iraquí.
Hoy le agrego el holocausto que se comete contra el pueblo palestino, ese mismo al que el sionismo despojó de sus tierras, al que persigue y asesina en sus casas de manera constante, con bombazos cada diez minutos para enloquecerlos; a los que se les tienden cercos que impiden que les lleguen los alimentos, las medicinas, el agua, la electricidad; ese holocausto contra la nación palestina ha convertido a los habitantes de Gaza en prisioneros dentro de su propia tierra, confinados a un campo de concentración que tiene la extensión de la misma franja de Gaza. Y ese genocidio lo está cometiendo Israel con la complacencia de sus aliados imperiales.
Recientemente el ministro del Interior de Israel, Meir Sheetrit, afirmó que si la decisión dependiera de él, ordenaría a los soldados sionistas disparar contra "todo lo que se mueva" en Gaza. Si eso no es un plan "expresamente urdido y ejecutado para exterminar a todo un pueblo", no sé cómo se le puede llamar. Puede ser cobardía.
Mlinar2004@yahoo.es