El Trueque

El trueque no es malo per se, es histórico, rigió muy eficazmente durante la primitiva fase del desarrollo económico, cuando la producción local rompió la autarquía familiar y los trabajadores empezaron a depender unos de otros para la satisfacción de sus particulares necesidades de entonces.

Había nacido el comercio. Los bazares medioevales fueron un paso determinante pero en ellos ya estaba circulando la moneda de aceptación común que venía desde tiempos atrás y regía para comerciantes extraños entre sí.

El truque perdió vigencia cuando los mercados se desbordaron, a tal punto que hoy ya ni siquiera el oro puro puede darse abasto para las innumerables y repetidas transacciones comerciales. Surgió el crédito y la moneda fiduciaria, misma que hoy se usa con gran aceptación, aunque ha sido impuesta por los grandes industriales de la finanza burguesa internacional.

Es verdaderamente aberrante que un pobre trabajador reciba una paga salarial con billetes fiduciarios, devaluados al capricho del gobernante de turno quien a su vez es un simple gerente del dominio imperial que rige en la actualidad. Estos asalariados perfectamente podrían recibir su paga en especie, y no pasaría nada, pero su hábitat quedaría reducido al espacio trazado por su humilde vivienda, el taller de su patrono, las callejuelas de acceso y la bodega del patrono, o del gobierno, hoy en Venezuela conocidos como MERCAL y MERCALITOS.

Los llamados *cestatiques* que complementan el menguado salario de muchos venezolanos es la más pura manifestación de dinero fiduciario local. Es tan apremiante e insuficiente la paga de estos trabajadores que ni siquiera pueden ahorrarlo. Tan pronto lo reciben deben cambiarlo por alimentos básicos so pena de serles rechazados por comerciantes y hasta por el mismo patrono emisor.

Necesariamente el truque funciona bien en pequeña escala. Si un gobierno desea estrangular una economía local lo consigue cuando impone semejante mecanismo de compraventa. En Venezuela pareciera que se va hacia ese objetivo.

Recordemos que muchos artesanos culinarios lo practicaban. Por ejemplo, un ama de casa se ayudaba con la confección de arepas, empanadas o hayaquitas, o de dulces criollos que colocaba para su venta en la bodega de la esquina. Por lo general este comerciante le pagaba a esos *proveedores* con mercancías de variado uso necesarios por esas amas de casa.

De manera que aún rigiendo avanzadamente el dinero como medio de compraventa, el trueque no ha perdido vigencia plena, pero estamos hablando de una economía estrictamente familiar, local, provinciana o parroquial.

La orgullosa Venezuela del Tercer Milenio, la que se jacta de tener la mejor legislación social del mundo, de introducir los mejores avances en materia de DD HH, derechos sanitarios, derechos económicos, y en general de tener el venezolano con mejor conciencia política, *como pendejo*, no puede funcionar con éxito con una forma comercial que se remonta a los mismísimos infiernos
pre medievales.

marmac@cantv.net


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Manuel Martínez


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