¿Todo valor es tiempo de trabajo humano?
Toda revolución es humano reconocimiento del valor del trabajo. Las abejas erigen colmenas con su cera, los trabajadores sociedades con su labor. Así como los criadores arrebatan la miel a las abejas, los explotadores roban a los trabajadores la ganancia o plusvalía que éstos generan. El trabajador que todo lo crea apenas recibe la nada suficiente para sobrevivir y seguir siendo explotado. Todos los días se trabaja; apenas un día se conmemora a obreros ejecutados por recordar que sin el trabajo no existiría nada.
¿Cuántos trabajamos?
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para el segundo semestre de 2007, de nuestros 27.403.078 habitantes, 65% integramos una fuerza laboral de 19.110.435. De éstos, se encuentran ocupados 11.503.869 (92,5%), desocupados 932.448 (7,5%) y cesantes 845.167 (6,8%). Están inactivos 6.674.119 (34,9%); 2.271.072 estudian; se ocupan en quehaceres domésticos 2.999.174, y están incapacitados para trabajar o en situaciones similares 296.870. Que 65% de la población forme parte de la fuerza de trabajo es un buen índice para un país con alta proporción de niños y jóvenes.
¿Cómo trabajamos?
La tasa de ocupación de 92,5% sugiere un alto aprovechamiento de la fuerza laboral que debemos matizar. Según el INE, para el primer semestre de 2007 trabajan en el sector formal 6.173.940 y en el informal 4.803.145. Laboran por cuenta propia unos 3.063.109 trabajadores no profesionales. Por margen no demasiado amplio escapamos del promedio latinoamericano y caribeño que ubica a más de la mitad de los trabajadores en el sector informal. De cada diez ocupados venezolanos, algo más de cuatro laboran en ese mundo fantasma. Pero no existen un sector formal y otro informal, sino uno con derechos y otro sin ellos: el informal es la cara inconfesable del formal. El trabajo "informal" es eslabón indispensable de la producción, como los talleres hogareños que cosen a destajo para las textileras, o culminación barata de un proceso de comercialización, como los buhoneros que sin cobrar salario ni pagar local revenden mercancía de los importadores de pacotilla. Las industrias textiles y del calzado recurren al subcontrato para disimular verdaderas maquilas; uno de los rubros que genera más empleo es el de la construcción, pero la mayoría de sus empleos son temporarios.
¿En qué trabajamos?
Para el primer semestre de 2007, unos 91.962 venezolanos sembramos, criamos, pescamos y cazamos. Un contingente de 1.328.699 manufacturamos bienes, 1.025.197 construimos inmuebles, 91.962 extraemos y transformamos hidrocarburos, 964.752 transportamos y almacenamos bienes y 51.111 prestamos servicios de electricidad, gas y agua. Somos las bases humanas de un nutrido sector primario y secundario y de una potencialmente poderosa clase campesina y obrera. En el sector terciario laboran unos 2.557.393 en comercio, restoranes y hotelería, y 557.237 en financiamiento, seguros e inmuebles. El rubro de servicios comunales y sociales ocupa 3.412.180 operarios; quizá comprende funcionarios y colaboradores en las misiones. Unos 356.970 patronos emplean a esta gran masa humana y se apropian del fruto de su trabajo. Gracias a ellos, en 2007, 20% más rico de la población confisca 47,7% del ingreso, y 60% más pobre apenas se reparte 29,7% de él.
¿Disfrutamos de derechos?
En teoría, de muchos; en la práctica, de menos. La Ley no protege a los informales, el Capital ilegalmente considera informales a todos los que puede. La Constitución reconoce prestaciones proporcionales al tiempo de servicio calculadas según el último salario devengado; aún no se sanciona la norma que instrumente su devolución. La Ley del Trabajo califica toda remuneración causada por una relación laboral como salario: el cestaticket no es admitido como tal. Todos los precios suben; sólo tres categorías de jubilaciones están indexadas para alcanzarlos.
En las misiones trabajan multitudes con invencible vocación de servicio comunitario: no se les otorgan contratos ni nombramientos; el pago de incentivos que no son reconocidos como salario a veces se retrasa, y se les despide periódicamente para evitar que acumulen prestaciones. Tampoco se les conceden vacaciones, y bajo el principio de día trabajado, día pagado, a veces se labora a destajo siete días sobre siete. No hay permiso prenatal ni posnatal. Tales sacrificios son aceptables y necesarios en momentos de crisis y si son compartidos por todos. Cuando el proceso se estabiliza, debe aplicarse la legislación laboral.
¿Cómo nos organizamos?
Desaparecida la CTV, la fusión de gremios bolivarianos en la Unión Nacional de Trabajadores al parecer replicó algunos vicios de organizaciones anteriores y la hizo dividirse en facciones. El ministro del Trabajo, Roberto Hernández Wohnzieler, señala la ausencia de los sindicatos en las luchas de clase de las últimas décadas, apunta que "las cooperativas, las unidades de desarrollo endógeno y las empresas de propiedad y producción social requieren la unidad sindical" y llama a una Constituyente Sindical. Y en efecto, cooperativas, fábricas sin patronos y Fundos Zamoranos son experiencias todavía por madurar. Consejos comunales y partidos se organizan preponderantemente por localización domiciliaria de sus miembros y no por sedes de trabajo, ramas de industria u ocupación, lo cual no contribuye a que se ocupen de la relación laboral. Braulio Álvarez denuncia que pasan de 200 los dirigentes campesinos ultimados por sicarios. Y sin embargo, un conflicto laboral propulsa la renacionalización de Sidor. Así se empieza.
¿El trabajo lo hizo Dios como castigo?
El trabajo lo hace el hombre para satisfacer sus necesidades. Su meta es la abundancia mediante la automatización de todas las tareas, menos las creativas. La creación, placer de Dios, debe ser goce de todos. Nos vemos en el Reino de la Libertad.
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