“Y fui llevado al Fuerte Tiuna”

“A las ocho de la mañana ya había pensado que debía rendirme, había estado incomunicado y la fuerza aérea estaba dispuesta a atacarnos, en esa circunstancia le digo al militar que llega al Museo para parlamentar conmigo que vamos a conversar sobre la rendición. Entre las condiciones le planteó el recoger a las tropas que estaban dispersas y se respete la vida de los oficiales y demás compañeros alzados. Fue así como me puedo comunicar con los demás comandantes, Urdaneta, Arias, Valderrama y los de Valencia. Me reuní con los oficiales que estaban conmigo y empezamos a discutir la situación, les di la orden de recoger las armas y formaran en el patio a los soldados, allí habían más de 100 soldados. Por algunos minutos les dirigí la palabra, rendí las armas y salí con Santeliz y Altuve; estábamos en el vehículo solo nosotros tres. Yo cargaba mi fusil y mi pistola, eso fue así porque un amigo me llamó por teléfono y me dijo que no saliera de allí porque había la orden de matarme, de manera que protegido por Santeliz y Altuve salí del Museo, yo les decía la ruta que debían seguir por lo que fuimos a varios puntos donde habían tropas alzadas y les daba orden de que entregaran las armas y se rindieran; y llegamos a Fuerte Tiuna. Al bajarme del vehículo un oficial, Diego Moreno, quiso quitarme el fusil y se lo impedí con un empujón, y armado llegamos al quinto piso del Ministerio de la Defensa a eso de las 10 de la mañana, siendo en la oficina del ministro donde entrego mi fusil, pistola, cargadores, una granada de mano y un radio; solo me quedo con el uniforme.

El ministro Ochoa no estaba allí, me siento en un sofá y veo que llega Fernando Falcón, amigo desde hace tiempo, me dirige la palabra y me abraza fuertemente, este acto de extraordinaria valentía y adhesión le significa a Falcón la muerte profesional. Después de eso ordenan salir de allí a todos los oficiales quedándose solo generales y almirantes, estaban, entre otros: Iván Jiménez, Rodríguez Citrato, e Ismael Guzmán. Iván Jiménez iba y venía con un radio en las manos, yo lo oía hablar con los aviones, otro de los generales pegaba gritos dando órdenes y pendiente de que nadie entrara a la oficina; todo era una gran confusión. Yo oigo a Jiménez Sánchez ordenando que bombardeen a Valencia y Maracaibo y comienzo a preocuparme por la vida de mis compañeros. Ante la inminencia del bombardeo le pedí a Jiménez Sánchez me permitiera hablar con los capitanes de Valencia y así me pongo en contacto con Arteaga Páez, después de identificarnos con la debida contraseña le ordeno deponer las armas, ya los aviones le estaban pasando por encima, le pido al general que haga se alejen de allí los aviones y así lo ordena. La gente de Valencia pedía que lo sacaran de allí en helicóptero porque no querían entregarse al general que habían puesto preso, temían que la reacción de éste fuera muy extrema, por eso un helicóptero los recoge y se vienen directo a Caracas. Los aviones se retiran de Valencia y Maracaibo pero siguen sobre Maracay. En Maracay Urdaneta había desconectado la radio, los teléfonos, no había forma de comunicarse con él, yo pido me den la oportunidad de hablar por Radio Apolo para llamar a Urdaneta a la rendición, es allí que los generales deciden haga un llamado general de rendición por medio de la televisión.

Me piden escriba lo que debo decir, yo les digo que no voy a leer nada, que yo solo voy a dar un mensaje de rendición a mis compañeros, ellos temen que el mensaje sea para que el pueblo salga a defender el alzamiento, doy mi palabra de honor que el llamado solo sería a mis compañeros para que depusieran las armas. Hay mucha discusión entre los generales, la prensa se encontraba reunida en el salón contiguo, por fin ellos acceden y así es como me presenté por televisión y di mi mensaje. Yo pensé que ellos lo grabarían y que después lo televisarían; nunca pensé sería en vivo. Paso a la oficina de al lado, doy el mensaje de rendición y me regresan a la oficina del ministro. Me sentía desmoronado, pensaba había puesto la torta del siglo” Aquel “POR AHORA” fue calando en la mente del pueblo y desde ese 4 de Febrero de 1.992 hasta diciembre de 1.998, esa fue la consigna que dominó y que se convirtió en la esperanza del pueblo venezolano, siendo hoy, por la voluntad de ese maravilloso pueblo, que está de Presidente de la República aquel soldado enamorado de su patria: HUGO RAFAEL CHÁVEZ FRÍAS.

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José M. Ameliach N.


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