Tengo tres meses como facilitador en la Misión Cultura. Explico, porque no siempre conocemos cada una de las misiones, que la Misión Cultura se sustenta en un convenio con la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez para formar licenciados-as en educación con mención en desarrollo cultural.
Las personas que desde hace aproximadamente tres años estudian aquí, fueron propuestas por sus propias comunidades. Necesitaron un documento firmado por alguna organización comunitaria que, reunida en asamblea, autorizase a la Misión para inscribir al postulado-a. Se trata, en muchos de los casos, de artistas y cultores-as populares en diferentes áreas, los cuales carecen de título universitario, o poseen uno poco relacionado con el arte específico al que están dedicados-as. También confluyen aquí líderes-as comunitarios-as, o personas que aspiran a serlo.
Serán educadoras-es porque su trabajo va a consistir en liderar el proceso social venezolano hacia la búsqueda, consolidación y arraigo en valores totalmente distintos a los que definen nuestro accionar en el presente (se actúa con base en valores, ineludiblemente). Se espera que cada “activadora o activador cultural” –así se llama a los universitarios-as adscritos al programa- aun desde su etapa de estudiante, y mucho más en su gran etapa próxima de profesional con licencia universitaria, se consustancie en cuerpo, espíritu y sentimiento con la realidad de su contexto social restringido: su propia comunidad, tanto como con el contexto nacional e internacional de lucha y esperanza en el que se debate este gran proceso emancipatorio revolucionario renacido hace diez años en Venezuela.
Por eso no se le entrega casi nada hecho al aprendiz, sino que se le insta a conseguir cada cosa, cada método, cada saber, por sus propios medios. Y las-os estudiantas-es lo están haciendo con gran tesón y admirable valentía. Se quejan bastante, como cabría esperar en personas antieducadas por el capitalismo para la inutilidad y la dependencia, pero en la mayoría de los casos, tragan fuerte y asumen el reto.
Se les exige, asimismo, romper con el paradigma de la incapacidad venezolana para trabajar asociados; de hecho, toda la carrera la hacen en sociedad; entre ellos-as mismos-as se evalúan, se critican, se ofrecen mutuos aportes, pelean, se reconcilian, luchan, y en fin, consiguen “de todas, todas” el camino no solo para salir adelante en lo personal, sino en lo colectivo; para maximizar el producto grupal de manera sinérgica, para alentar al rezagado y animar, empujar, soplar y hacer llegar definitivamente, a quien va más adelante.
Pero la clave de este nuevo paradigma formativo (ni tan nuevo, dirán los entendidos) está en dejarse enseñar por la comunidad y adquirir la habilidad de mostrar a todos, de manera sistemática, lo que se ha aprendido. Se entrenan con y por los demás, sus vecinas y vecinos, en lucha constante todos por mejorar sus vidas, no ya desde el esfuerzo individual egoísta y aislado, sino desde la lucha concertada entre varios, muchos a veces, para solventar causas comunes.
Son, pues, soldadas y soldados de la patria nueva revolucionaria. Algunas-os van a recibir su licencia universitaria de ejercicio profesional este mismo año, otras-os el año próximo o hasta un poco más allá.
Pensándolo bien, constituyen desde ahora la vanguardia intelectual de la Revolución, llamados a sustentarla estructuralmente. Ninguna otra misión y ningunos-as otros-as misioneros-as tienen sobre sus hombros una responsabilidad mayor: enseñar, liderar, mostrar, educar-en, el socialismo, la Revolución, la identidad nacional y cultural latinoamericana y del sur; crear contextos nuevos para la lucha, la emancipación y la recreación de los nuevos valores a los que deberemos acceder si es que esperamos vivir de manera libre, digna, exitosa, en este planeta y en este país.
Nuestra revolución todavía no es estructural; sigue dependiendo de factores como un incuestionable líder histórico presente –Hugo Chávez- o de la lucha heroica de otros pueblos del mundo, Irak, Afganistán, quienes con su sangre regada logran que aquí todavía tengamos paz para construir. El camino para hacerla estructural, y el mejor homenaje o retribución que podemos hacer a los pueblos que mueren hoy en día resistiendo al invasor para nuestra paz y nuestro crecimiento, es asentar la revolución desde lo estructural. Estoy convencido de que la Misión Cultura es nuestra particular manera de lograrlo. La Misión Cultura, sin duda alguna, está hecha para andar revolución adentro.
C.E. julioruiz633@yahoo.com