De Boves a Páez, de la sabana del salado a Urica

La gente se vino presurosa y con angustia desde Caracas a buscar refugio a oriente en las postrimerías del año 1814. La población civil que, por los caminos imprecisos se lanzó tras los soldados, llegó a superar a estos en cantidad. Mujeres, niños y hasta ancianos, valiéndose de cualquier medio, marcharon casi al mismo ritmo que imponía la tropa; de vez en cuando, ésta retrasaba su marcha para ofrecer precaria protección a los desplazados que abandonaron todo en la ciudad avileña por temor a represalias de las fuerzas de Boves que les pisaban los talones.

Detrás de aquella desordenada y apurada retirada en masa de gente que a oriente vino a buscar refugio, llegó el asturiano Boves. Y en su deseo de aniquilar cualquier vestigio de resistencia, avanzó hasta Cumanà. El general Piar asumió la responsabilidad de detenerle.

“Banderas y banderolas en la sabana del salado”, como dijese el poema de Paco Damas Blanco, que parecían infinitas, refrescaban el espacio ancho y salitroso. Piar puso todo empeño y experiencia adquirida en las batallas libradas en esta parte de la naciente patria y la exitosa campaña del centro. La ciudad del Manzanares había puesto su esperanza en el mismo hombre que salvó a Maturín el año anterior de las arremetidas de Zuazola, de De la Hoz y del mismo Monteverde. El general patriota no sabía de derrotas; hasta ese día aciago había sido imbatible.

Pero esta vez, el jefe enemigo era diferente y superior sus fuerzas. Sus tropas parecían empeñadas en imitar la ferocidad del caudillo; la furia y empuje que éste les impulsaba, eran incontenibles, como también sus deseos de exterminio.

Boves era el más acompañado de los jefes militares de la contienda en Venezuela. Ejércitos enormes iban tras él. Era delirante el entusiasmo que sus arengas despertaban. Por donde pasase el terrible asturiano, crecido y formado en medio de los rasgos de la sociedad colonial venezolana, los hombres más humildes con él se iban. Despertó el odio oculto e inconciente anidado en los espíritus sencillos de hombres humillados y explotados; de gente bondadosa hizo rapaces y asesinos; de pillos y villanos, jefes de montoneras con poder y capacidad para imponerse a él mismo y exigirle el cumplimiento de ofertas. Así debió ordenar exterminios, blasfemias, torturas, fusilamientos colectivos, pillaje y más pillaje, porque eso formaba parte del programa propuesto a sus seguidores que creyeron en la venganza como alternativa para alcanzar una vida mejor. De esa manera concibieron y sintieron la forma de resolver las contradicciones entre explotadores y explotados. Y por esta circunstancia, los humillados llegaron a ser humilladores

Este Boves, exterminador, agitador insigne y relevante; líder de masas sin propósito racional, en la sabana del Salado, hizo añicos la tropa oriental del glorioso Piar. Cumanà fue arrasada. Boves hizo que los hijos de la ciudad oriental olvidasen los tristes y dolorosos días de Cerbèriz y Antoñanzas.

Pocos días después, a esa fuerza telúrica encarnada en José Francisco Bermúdez, batió Boves en la batalla de los “Magueyes”. Y así, entre escaramuzas y retiradas muchas veces intencionadas, se llegaron hasta la sabana de Urica. Allí estuvieron los patriotas en diciembre de 1814; Ribas marchando desde Maturín, se unió a Bermúdez que venía del fracaso de intentar detener aquella marejada descomunal que encabezada Boves.

360 lanceros de caballería se escogieron de aquel ejército de 2000 hombres. 180 al mando de Pedro Zaraza y a la otra mitad se le puso bajo el comando de José Tadeo Monagas: Fueron las dos columnas conocidas como “rompe líneas”. La crema de los combatientes de a caballo y de brazo fuerte y hábil para manejar la lanza. En aquella memorable jornada del calamitoso y mal año de 1814, el mismo en el que en agosto, murió Francisco Carvajal, “El tigre encaramado”, quien debió estar en Urica, porque tenía pendiente su confrontación final con Boves, en un diciembre lleno de presagios murió este jefe enemigo de las fuerzas patriotas. En una arremetida quedó atrapado entre los hombres del “rompe líneas” que, con audacia y empuje, se llegaron hasta los terrenos del caudillo enemigo. Se dice que antes de la acción, el general Pedro Zaraza, expresó, “hoy se rompe la zaraza o se acaba la bobera”.

La sabana de Urica, “tumba de los tiranos”, como se lee en el escudo del Estado Anzoátegui y en la entrada al pueblo, no sólo lo fue de Boves, sino de una concepción de la guerra y de la estrategia clasista que frenaba las aspiraciones de libertad e independencia de las fuerzas patriotas.

A partir de aquel momento, el escenario de la guerra comenzará a tomar un rasgo diferente y se llenará en gran medida, con la presencia significativa de José Antonio Páez, el nuevo líder de los marginados y olvidados por España y la república de 1811. .

Lo que este general y caudillo popular hizo después, sobre todo cuando se alió, en el seno de la nueva república, a los grupos más conservadores, es harina de otro costal.

pacadomas1@cantv.net


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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