Silencio en la noche,
ya todo está en calma,
el músculo duerme,
la ambición trabaja.
(De la letra de un tango)
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La noche del lunes primero de diciembre de 2003 los caraqueños fueron testigos de un extraño fenómeno: mientras casi toda la ciudad bullía de alegría, la mayoría de las urbanizaciones del este se encontraban sumidas en un ominoso silencio sólo interrumpido, ocasionalmente, por el corneteo de un solitario vehículo cuyos ocupantes proferían consignas en contra del Presidente Chávez, las cuales resonaban sin siquiera tener eco.
¿Cuál era la razón de este comportamiento tan atípico de estos sectores de la ciudad?. Muy sencillo: gran parte de sus habitantes que habían estado sometidos durante largos meses a un bombardeo mediático que los había sacado de la realidad, no lograban asimilar el duro golpe que les habían terminado de asestar ese día y ante el silencio "ensordecedor" de sus "líderes", que tampoco salían de su asombro, no sabían como reaccionar y se encontraban en estado catatónico. Estos últimos, que a fuerza de tanto repetirlas habían llegado a creerse sus propias mentiras, no entendían cómo a pesar de los denodados esfuerzos de sus más obedientes seguidores, a quienes habían incitado a cometer cualquier tipo de fraude, no habían sido capaces de recolectar el mínimo de firmas requeridas para convocar el referendo revocatorio y no sabían que actitud adoptar que pudiera justificar tan estruendoso fracaso.
Fue así como, recuperados parcialmente del golpe recibido, convocaron a una reunión de emergencia la cual se prolongó hasta el alba del día dos de diciembre y en la que acordaron que lo único que les permitiría mantener su "liderazgo", al menos durante cierto tiempo, era inflar los resultados obtenidos en el megafraudazo. Era un plan audaz en vista de que no podían ocultar el hecho incontrastable de que sus centros de recolección, a pesar de las "colas virtuales" que mostraban sus medios de comunicación, permanecieron la mayor parte del tiempo más vacías que sus cerebros, pero era lo único a lo que podían aferrarse. Así que decidieron anunciar haber recolectado un poco más del mínimo de firmas requeridas para convocar el referendo, olvidando la cifra de cinco millones ofrecida por uno de los capos que conforma la pentarquía oposicionista. Con esto más la intensificación del bombardeo mediático y la promoción de acciones violentas de calle para perturbar el orden, pensaban que podían levantar el ánimo de sus desmoralizados seguidores, pero ya era tarde: éstos entendieron mejor el mensaje de su silencio inicial, así como la inesperada visita del embajador Shapiro a los estudios de VTV, de modo que ya el daño era irreversible. La mayoría, ya agotada y perdida la fe en sus "lideres" de laboratorio, ya entendió y tendrá que aceptar que no habrá otra forma de salir de Chávez sino cuando el pueblo que lo eligió decida sacarlo por los votos y no por el capricho de unos gángsteres que sólo piensan en Venezuela como si fuera un botín al que echarle mano.
No obstante, dada la calaña de estos especímenes, aprendices de Mussolini, hay que estar muy alerta ante cualquier intento desestabilizador de su parte. La fiera está herida de muerte, pero aun puede lanzar un zarpazo desesperado.