Como no me rijo por las normas del protocolo diplomático, permítame ir al grano de manera directa y sin mayores hipocresías, aun cuando, como lo sabemos, el uso de la franqueza y la honestidad no sea precisamente el arte que a usted le desvele.
Para el mundo entero la forzada risita de colmillo que usted adorna tan meticulosamente con esa inocente mirada de pajarito en orfandad, es probablemente el más elaborado código de falsedad que se conoce hoy en día, habida cuenta de su propio delirio por el truco, la tramposería y la adicción al engaño.
Una vergüenza de la historia que por su solo y descabellado afán belicista prefiere terminar en el más inmundo tremedal de los tiempos antes que atender las inmensas penurias de su pueblo, pretendiendo en todo momento presentarse como un candoroso cultor del buen proceder y la buena intención como si la gente no supiese detectar a los farsantes del poder. Eso es lo que usted es.
Sin embargo, no voy a referirme a eso, que a fin de cuentas son asuntos suyos de tipo personal que no nos incumben a los venezolanos. En la visión profundamente democrática y tolerante que hemos aprendido a cultivar de esta parte del Meta, inspirados fundamentalmente por la palabra orientadora de nuestro querido presidente, los defectos del prójimo no son obstáculo para la solidaridad sino razones para el respeto y la condescendencia.
Por eso a usted se le recibe hoy aquí con la debida decencia y por las obligaciones de Estado que el presidente Chávez respeta, en el suelo del mismo Bolívar que usted y sus santanderianos ancestros mancillan con tan demencial gozo a cada rato en medio de su frenético culto a una apátrida oligarquía cada vez más desfasada y repugnante.
El asunto es otro.
El asunto es el juego irresponsable que hace usted con nuestro continente suramericano, exponiendo el futuro de nuestra heredad con la insensata y regocijada entrega de nuestro porvenir al imperio norteamericano en un acto de prostitución jamás visto en tierras suramericanas desde los tiempos de la Malinche, y que hoy hace de Colombia un doloroso prospecto de Estado libre asociado para Estados Unidos.
No le queremos señor Uribe... no sirve usted para nada a la maravillosa historia de redención de nuestros pueblos.
Váyase rápido, háganos el favor.
albertoaranguibel@gmail.com