Sergio Lucio Catilina fue un patricio romano de familia noble, venida a menos tanto política como económicamente, que aspiraba revivir las glorias de sus ancestros y en tal función se dedicó a luchar por ingresar al Senado. En vista de que las vías regulares no le permitían ascender a la posición deseada, se dedicó a conspirar contra la República, pero no tuvo éxito gracias a las denuncias de Marco Tulio Cicerón, quien en sus fogosos discursos ante el Senado denunció sus planes conspirativos obligándolo a huir de Roma perseguido por el ejército y, tras ser alcanzado antes de escapar hacia La Galia, fue derrotado en la batalla de Pistoia en la cual perdió la vida. ¡Y muerto el perro, se acabó la rabia!.
En Venezuela tenemos no uno, sino cinco o más Catilinas, pero hasta ahora no ha surgido un Cicerón que haciendo suyas las palabras de aquel exclame:"¿Hasta cuando, Catilina, abusas de nuestra paciencia?", recogiendo así el sentimiento mayoritario de un pueblo que quiere vivir en paz y que lo dejen trabajar, así como al gobierno que legítimamente se dio, el cual apoya y defiende como ha quedado más que demostrado.
¿Será necesario que este pueblo, al unísono, alce su voz para pronunciar estas palabras?. Y lo que aun es peor ¿Tendrá que pasar de las palabras a los hechos como aquel de Fuenteovejuna para hacerse justicia por propia mano deshaciéndose del infame Comendador?. En verdad esto no sería deseable. Es contrario a las costumbres de la civilización y a la idiosincrasia de nuestro pueblo, pero todo tiene un límite, hasta la paciencia de un pueblo que ya está arrecho por los desafueros de unos vergajos vende patria que sólo aspiran "cogerse el poder para ellos" (Ramoncito Escovar dixit) para seguir disfrutando de los groseros privilegios que inicuamente tuvieron durante más de cuarenta años durante los cuales sólo se acordaban del pueblo cada cinco años para pedirle sus votos, que luego se repartían a su entera conveniencia.
Señores (es un decir) desesperados: Dejen que este proceso revolucionario discurra por el pacífico cauce que lleva y no pretendan desviarlo ni, mucho menos, contenerlo, porque arrasaría no sólo con ustedes que al fin y al cabo sería lo de menos (por no decir lo deseable) sino también con incontables vidas, víctimas de su desmedida ambición. Terminen de meterse en sus duras cabezas que este proceso es incontenible. El pueblo ya tomó conciencia de lo que es una democracia participativa en la cual su voz se deja oír a la hora de tomar decisiones que lo afectan y no que estas sean tomadas en cenáculos conformados al estilo de IV-R y por los mismos nefastos personajes o quienes representan sus intereses, en los cuales se decida lo que convenga a sus mezquinos intereses.
El pueblo además está consciente de su fuerza, como lo demostró el 13 de abril con gran nobleza, al contrario de lo que demostraron los criminales que planificaron las acciones del 11 de abril, que arremetieron salvajemente contra todas las instituciones y personas que consideraban un obstáculo para el logro de sus torvos fines y estaría dispuesto nuevamente, de ser necesario, a inmolarse para demostrarles que NO PASARÁN.