¿Y si los habilitan…?

Mitad del año 2004. El reloj ronda el mediodía del 13 de junio. El Teresa Carreño está a reventar, pleno de franelas rojas y e ímpetus juveniles. Una muchachada de estudiantes bolivarianos escucha y aliña con bulla el discurso del orador central, el entonces vicepresidente José Vicente Rangel.

Para esa hora de aquel día intenso, el auditorio, como la mayoría de los seguidores del presidente Chávez, tenía la convicción de que la oposición no había recogido las firmas suficientes para convocar a un referendo revocatorio presidencial.

La semana anterior se habían realizado los llamados “reparos”, ideados por el CNE para confirmar la validez de centenares de miles de firmas “planas” (escritas con letra similar).

Tras varios días de recolección y confirmación, la oposición ya no alardeaba de contar con los millones de firmas (¡27!, luego 8 y después 5) que inicialmente se arrogó. Para ese momento, apenas aspiraba a arañar el mínimo de 2 millones y medio exigido por la Constitución (20% del padrón electoral) para activar la consulta.

“¡No las recogieron!”

Hasta ese día, ningún alto dirigente del chavismo se había permitido dar crédito a la posibilidad, siquiera remota, de que la oposición pudiera haber completado las firmas.

“¡Se jodieron, no las recogieron!”, comenzaron a corear los jóvenes cuando José Vicente empezó a referirse al tema de las firmas.

Esa, que había sido por meses una de las consignas centrales del chavismo, fue aprovechada por el veterano Vicepresidente para allanar el camino al cambio de seña que luego, un poco más tarde, se concretaría con el anuncio oficial del CNE y, en horas de la noche, con la cadena del Presidente en la cual apareció aceptando el desafío y llamando a sus partidarios a la Batalla de Santa Inés.

Cuando Rangel soltó aquel “¡y si las recogieron, también se jodieron!”, el auditorio rojo-rojito tardó unos microsegundos en reaccionar. El desconcierto inicial dio paso, en seguida, al entusiasmo por la posibilidad de propinarle una derrota contundente al adversario en el terreno que él mismo había escogido. “Así es, carajo, también se jodieron!”.

No canten victoria

En la noche, Chávez coronó con una alocución que alguien tan recalcitrantemente antichavista como Jorge Olavarría debió catalogar como una pieza magistral de oratoria política, que transformó una derrota en una victoria (1).

El Presidente comenzó reivindicando el referéndum como obra de la Constitución que él mismo promovió y acotó que recoger 20% de las firmas para activarlo no era un imposible para ningún grupo político.

“Ahora, he visto por allí a sectores de la oposición cantando victoria, diciendo que me han derrotado (…) Aquí en mi espíritu no tengo la más mínima pizca de una derrota. Yo aún no he jugado. ¡Ahora es cuando comienza el juego!”.

“Han venido jugando ustedes casi solos. Sólo han cumplido, y eso nos contenta, que se hayan olvidado –ojalá que para siempre- de golpes de Estado, de sabotajes terroristas, de lanzar bombas a embajadas, de guarimbas, de secuestrar venezolanas y venezolanos, de importar paramilitares. Ojalá que se olviden de eso para siempre, y se vengan de verdad con fe y optimismo por el camino de la democracia, de esta nueva democracia. Pero no es muy bueno cantar victoria antes de tiempo”.

Terminó recordándoles la anécdota del Rey Pirro, quien tras la extenuante toma de una ciudad brindó por la victoria con sus generales, uno de los cuales le advirtió: “Su majestad, con otra victoria como ésta, estamos perdidos”.

“Es una buena reflexión para los que andan cantando victoria. El juego apenas comienza. Nosotros estamos listos para ir al referendum revocatorio presidencial”.

¿También se joderían?

Cuatro años después de aquel giro, que además de conducirla a una espléndida victoria reencontró a la Revolución Bolivariana con su propio discurso democrático, participativo y protagónico –usurpado hasta entonces por sus adversarios-, ningún vocero del chavismo, ni alto, ni medio, ni bajo, se ha permitido admitir públicamente la posibilidad de un giro en la postura oficial con respecto al tema mediático del momento: el de las inhabilitaciones dictadas por la Contraloría General de la República.

Son momentos, circunstancias y particularidades muy distintas, pero la actitud desafiante de personajes como Leopoldo López y Enrique Mendoza, por sólo mencionar a dos de los más conspicuos, expele un airecillo similar al de la arrogante Coordinadora Democrática en el 2004, de la que ellos mismos fueron voceros.

El hecho de estar inhabilitados para optar a cargos públicos, debido a irregularidades administrativas cometidas en sus respectivas gestiones públicas, ha sido hábilmente aprovechado por ellos y por el poder mediático que los respalda para hacer aparecer al chavismo como temeroso de medir a sus propios candidatos con tales personajes en el terreno electoral.

Puede que sea todo un espectáculo el canibalismo que tales sanciones producen dentro de la oposición, y que las manifestaciones a favor de los sancionados resulten bastante escuálidas con respecto a la bulla que los medios le dan al tema, pero, consideraciones éticas y jurídicas aparte, en el plano político las cosas lucen al revés: los conservadores planteando que “el pueblo decida” y los revolucionarios refugiándose en un discurso conservador: “hay que respetar la ley”.

Sea que el TSJ termine o no habilitándolos, convendría que ciertas voces en el chavismo, especialmente aquellos que hipotéticamente competirían con los inhabilitados, vayan imitando al José Vicente de 2004 y advirtiendo en público: “¡y si los habilitan, también se jodieron!”.

Es más, si yo fuera Aristóbulo, ya habría aparecido pidiéndole al TSJ que le permita, más allá de lo que diga la ley, propinarle una histórica derrota al niño mimado de la oligarquía.

Salvando las distancias, un giro como el de aquel 13 de junio.

(1) Pável Mudarra: La campaña del No. Estrategia para ganar elecciones.

Taquitos

AMINISTÍA INTERNACIONAL. Semanas antes del referendo del 02/12/2007 en torno a la reforma constitucional, cuando el país se debatía entre el Sí y el No, Amnistía Internacional lanzó una campaña contra la violencia en Venezuela, con calcomanías que rezaban “No dispares”, donde el “No” aparecía bastante más grande que el “dispares”. Ahora, en puertas de elecciones de gobernadores y alcaldes, la misma Amnistía Internacional lanza una campaña contra la violencia hacia la mujer, consistente en afiches y vallas con mensajes concientizadores y teléfonos dónde formular denuncias, con un juego de colores amarillo y negro… los mismos de un partido político que antes también se presentaba como una ONG, Primero Justicia. Tras comentar tales coincidencias en mi programa radial Todos en confianza, y las suspicacias que ellas despiertan, recibí una llamada de Marcos Gómez, representante de Amnistía Internacional en Venezuela, quien en tono amable me explicó que el amarillo y el negro son los colores que distinguen a esa organización en todo el mundo y que más bien aquí habían tardado en adoptarlos, conscientes de que se prestaba para malos entendidos. Aunque en su ánimo, según me dijo, no estaba ejercer derecho a réplica alguno, sirvan estas líneas para consignar su argumento y contribuir a que cada quien se haga su propia opinión. CITA. “El único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor”. Jacinto Benavente


columnacontralacorriente@yahoo.es


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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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