Nunca la lejana China estuvo tan cerca de nosotros. 109 atletas, cifra record en nuestra historia deportiva, obran el milagro. Viernes en Venezuela y sábado en el milenario país marcan la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, allá, al otro lado del mundo. O aquí, en la aldea global, en la cosmovisión de Mc Luhan
Nuestra generación nació en la posguerra y creció bajo la guerra fría. Desde niños oímos hablar de Pekín. Durante la juventud, tiempos del llamado “equilibrio del terror”, admiramos al país que tildaba a la Unión Soviética de revisionista y al imperialismo yanqui de “tigre de papel”, las dos grandes potencias de aquel mundo bipolar.
La primera de las nombradas, la extinta URSS, se desplomó. La segunda, EEUU, atraviesa una profunda crisis económica mientras se aferra a su rol de gendarme del planeta. Un narrador hípico diría que, entre tanto, China se les coló por los palos. El antiguo país agrícola y atrasado es hoy la cuarta economía del mundo. Y cuidado.
Es allí donde arrancó la fiesta olímpica de este 2008. De pronto, a mi generación, le cambiaron la grafía y la fonética. Pekín ahora es Beijing, cosa de los chinos. Aquel gran timonel que liberó y construyó la gran nación, ya no es Mao Tse Tung, como tanto lo leímos en la editorial “Viento del Este” y en su “Libro Rojo”. Ahora es Mao Zedong. Menos mal que el nombre sigue siendo el mismo, Mao, como lo recordamos y citábamos, cual un camarada de lo más cercano y familiar.
El “Libro Rojo” dejó ser la biblia maoísta y el comunismo monolítico dejó de ser dogma. Ya desde el ocaso del siglo XX, en lugar de la canción “El oriente es rojo”, vienen hablando de “un país, dos sistemas”. Ningún gigante despierta en forma imperceptible, ni siquiera los sigilosos chinos. El mundo entero, ante los primeros desperezos, volvió la vista hacia la gran nación asiática.
Allí, en la Puerta de la Paz Celestial, se alistan 109 deportistas venezolanos para dar la cara por el tricolor nacional. La cifra histórica no es casualidad y, con el programa barrio adentro deportivo, el número aumentará para la próxima cita olímpica de 2012. Pero tampoco los esfuerzos y logros ocurren impunemente. La disociación sicótica no perdona el éxito, así tenga que denigrar de su propio país.
Un diario nacional –el de Otero Castillo- se ha adelantado a descalificar cualquier triunfo que alcance Venezuela en Beijing. Ante los pronósticos de las autoridades deportivas de lograr unas cinco medallas, el periódico dividió el presupuesto olímpico del país entre ese número de posibles lauros para titular, en primera página, que serían las preseas más caras de la historia. Prosiguió con otras entrevistas para descalificar de antemano cualquier éxito.
Se lee y no se cree pero son, asombrado Sancho, cosas veredes. Resulta inconcebible que mientras los muchachos olímpicos y sus familiares suspiran y sueñan, un medio de comunicación los desaliente antes de partir a la pista y al campo del lejano oriente. Ya en Beijing, El Nacional siguió en su empeño de burlar esperanzas y menospreciar sueñoS.
Menos mal que los deseos ni los malos augurios empreñan. Venezuela ha crecido deportivamente y cada uno de los atletas que está en China, independientemente de los resultados, pertenece a la élite de los mejores del universo. Ellos y ellas se ganaron su cupo a fuerza de disciplina, sacrificio, calidad y talento. Son representación y orgullo de la patria. En Pekín o Beijing, no importa. Su tesón por alcanzar el cielo nos ha puesto cerca la lejana China. El Olimpo los premie, mientras los perros de la baja prensa ladran. Señal de que también en deporte, la juventud venezolana avanza.