Es lugar común decir que las crisis son oportunidades. Alguien leyó eso en un logograma chino y lo ha divulgado bastante como para tener que explicarlo. Además, no conozco ni ese ni ningún otro signo mandarín. Así que tomaré solo la idea básica y algo que nos inspira Edgar Morin, de visita entre nosotros en estos días, invitado por el Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y la Tecnología.
El desafío es enorme. Tenemos demasiado atornillado el paradigma capitalista como para decir que vamos a superarlo y socialismo y tomar el Cielo por asalto y todo suave. Porque el problema no está en que Bill Gates, McCain y Obama nos quieran jorobar, sino que los socialistas nos dejamos seducir por una camionetota y una corbata Louis Vuitton.
Son aparatos ideológicos que andan por todas partes. Pero no siempre fue así. Cuenta George Duby, en su magistral biografía de Guillermo el mariscal o el mejor caballero del mundo, que don Guillermo se encontró por un camino con un cura y una mujer. El religioso acababa de abandonar su vocación y planeaba hacer vida marital con aquella dama, cosa que a don Guillermo le dio lomo. Pero don Guille era un feudal a toda prueba de tentaciones capitalistas, así que cuando el ex clérigo y la señora le comentaron que llevaban un dinero para colocarlo a plazos, don Guille se indignó y les quitó la plata, que se gastó en la taberna más cercana. Le enfureció que aquella pareja fuese a vivir de la usura, indefendible para el mejor caballero feudal del mundo. Por eso rasparon un fósforo a los Caballeros Templarios, por andar de banqueros en pleno feudalismo.
Ahora nos parece natural no solo que alguien viva de la usura sino que que a los pobres nos expriman, por ahora, un billón de dólares para dárselos a unos ricos de manifiesta ineptitud. De paso, si un banquero no sabe de negocios, entonces ¿de qué sabe?
Pero el esperpento comienza a minar la petulante cuan idiota ideología neoliberal, sobre todo cuando la gente que confió en ella ahora tiene que dormir en un automóvil en un estacionamiento. “Los tiempos están cambiando”, cantaba Bob Dylan hace tres décadas. Y siguen cambiando. Lo mejor es que depende de nosotros, como nunca. ¿Verdad que esas camionetotas son bien ridículas?