Aparecieron Marx y Engels y todo cambió, menos el cambio mismo. Más allá de la Dialéctica Hegeliana se impuso la Filosofía Marxista, vale decir que por primera vez empezó a teorizarse sobre la nueva cosmovisión mundial, y con el aporte perfeccionista de Lenin se teorizó sobre sus ciencias derivadas: El Materialismo Histórico y la Dialéctica Materialista.
Esas dos ciencias, de máximo nivel cognoscitivo, representan el andamiaje sobre el cual ningún científico que se precie de sí puede dejar de montarse, o a lo sumo se limitaría a envolverlo en mendaces sutilezas literarias al servicio de quienes pagan su aburguesamiento. Hablamos de los Nobeles, de los apologistas del modo capitalista, de los Economistas Vulgares, de los crematísticos, etc. Y hablamos también del pirataje de los parlanchines de asuntos económicos, o sea de los tiraflechas de siempre. Entre estos últimos salvamos a quienes limitan sus intervenciones a variantes crematísticas asimilándolas a temas económicos.
Es un hecho que la Filosofía posthegeliana gobierna en toda la fenoménica universal menos en la perteneciente a la jurisdicción burgocapitalista, y menos también en aquella que la misma dialéctica científica contempla para el dinámico devenir comunista, donde tampoco ocurrirá el “Fin de la Historia” sino su metamorfosis por otro modo de una elevación espiritual tal que nos es prematuro y aventurado imaginarlo aún.
Con la nueva filosofía materialista fueron muchas las viejas y tradicionales “constantes” que desparecieron del universo y de la mentalidad humana. Tales constantes pasaron al basurero no reciclable de la historia. Por ejemplo, y sin que Dios haya enmudecido, las ideas y la palabra dejaron de ser la fuente originaria del mundo, aunque los vestigios religiosos imperialistas que todavía subsisten sigan negándolo como en los tiempos de Galileo, el sabio de Pisa.
Volviendo a Marx y Engels, y más recientemente y por razones clasistas, a esos filósofos alemanes se les negó la paternidad de la cacareada y premiada Ley de la Relatividad o no absolutez no sólo del tiempo y espacio sino de la elástica y siempre mutante materia de la que estamos hechos. Cierto es que cada día aparecen nuevas formaciones de complejos atómicos, de elementos “pesados” y “livianos” como suele llamárseles.
La academia burguesa sigue atribuyendo a Albert Einstein la paternidad de semejante e ínsita propiedad de la materia. Recordemos también que este sabio alemán, un filoburgués hasta su último cromosoma, coyunturalmente fue vendido al mundo como “socialista” después de haber sido él el principal coordinador de las pioneras fabricaciones atómicobelicistas. Las matanzas de Hiroshima y Nagasaki, de permanente recuerdo, siempre estarán asociadas a Albert Einstein, quien como buen energetista, deliberada o complacientemente, negó el carácter energético de la materia, y formuló que la Energía (“E”) implica la destrucción de la esta. No en balde la burguesía de alto poder económico aprecia e idolatra tanto la fórmula E = mc2, como un nuevo dios al mejor estilo de los egipcios preptolemaicos.
Desde luego, en Matemática siguen su curso muchas relaciones estereotipadas e invariantes, a las cuales muy convencional y transitoriamente se les da un carácter tieso, libres de mutaciones. Pitágoras infirió que en la naturaleza su creador hablaba en términos numéricos, como si el cambio no fuera la Naturaleza misma. Pitágoras no pudo, o no tuvo tiempo, ver que tales relaciones eran tan fugaces como su temporalidad personal.
Si pudiéramos observar mejor, reconoceríamos que todos los días son tan nuevos como cuando nació el Universo, que ningún lunes se parece a otro, sólo que nuestra cortedad temporoespacial nos impide percibir la cotidiana novedad de flores abotonadas, del tierno tejido en formación del feto incipiente y de la frescura de nuevas sustancias que constantemente aparecen y desaparecen para seguir coexistiendo.
Luego de ese enrevesado circunloquio paso a citar una muestra de los fenómenos materiales sujetos al cambio histórico. El paso de la moda es quizás una de las más frágiles mutantes de la fenoménica universal. Efectivamente, ya en la década de los cincuenta un humorista español afirmaba que las revistas más caras de su actualidad eran las que traían “mujeres vestidas”.
Vemos que ahora las llamadas prendas íntimas pueblan coloridamente los exhibidores comerciales más pacatos y refinados. Como si esas prendas hubieran sido expulsadas de herméticos y prostibularios recintos, de los viejos serrallos, de las casas de lenocinio y afines. Como si las ciudades modernas fueran el más abierto y acogedor burdel de los tiempos modernos.
¿Cuáles son las prendas íntimas que no se han agotado, además de las que fueron acaparadas por la mediática publicitaria y comercial?
En cuanto a las Revoluciones Cambistas, estas son simples expresiones de una de las leyes de la Dialéctica Materialista. La acumulación de capital pasa zigzagueante y explosivamente por cambios cuantitativos y cualitativos.
Creemos que el alboroto (de unos) y el alborozo (de otros) con motivo del problema del crac en proceso actual no pasan de ser un nuevo cambio cualitativo al cual habrá que enfrentarse proletariamente desde nuevas o futuras posiciones y posturas politicoeconómicas.
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