Masoquismo popular

Cuando el austríaco Sacher-Masoch calificó de masoquistas a quienes  gozaban sufriendo, no aludió expresamente a ninguna de las  respetadas figuras religiosas, mártires y afines.  Tiempo después es obvio que así se infiriera. 

En desagravio de esos respetables ciudadanos del mundo religioso debemos reconocer que su atípica conducta respondía a un plan en pro de la salvación de los pueblos, sus gremios  o sus dioses. 

Aunque en principio S-M trató particularmente  el tema del placer sexual distorsionado, es un hecho que esta desviación   puede ser analógica y perfectamente extendida a las satisfacciones  morbosas que pueda sentirse con el maltrato físico o psicológico que otra persona pueda infligirnos.

Y mientras este anormal sentimiento sólo  involucre personas aisladamente consideradas no representaría mayor problema. Este se presenta cuando semejante  irregularidad psicológica sea experimentada colectivamente.

Estamos hablando de la curiosa satisfacción política “popular” que caracteriza a todo un colectivo local, regional y nacional, en cualquier  país del mundo y desde el propio nacimiento de las sociedades humanas. Hablamos de cómo todo un pueblo y  con sus propios pasos y en cambote  va  derechito a las urnas electorales a elegir motus propio o inducidamente a una  gente que no son sus familiares, o  a lo  sumo  con quienes sólo tiene vinculaciones políticas harto deleznables.

Estamos hablando de la tradicional y republicana escogencia popular y democrática de gobernantes a quienes no se les exige de antemano ninguna garantía, más allá de su  siempre y cuestionable palabra entretejida en sus rayadas y  conocidas promisiones de difícil cumplimiento.

Resulta por demás sorprendente la conducta masoquista de quienes masivamente una y otra vez siguen entregando el patrimonio y la conducción del destino de toda una  sociedad a un puñado de privilegiados. Estos, escogidos coyuntural y tradicionalmente,   se yerguen conductores nacionales, y a ellos se les  tiene y conoce como líderes.

Tales líderes asumen para sí la misión expresa de adueñarse de toda la sociedad in sólidum,  hacer  y deshacer  a su antojo, irrespetar costumbres y principios constitucionalmente pactados, burlar el Fisco Nacional a  diestro y siniestro, y hasta mostrarse represivos, asesinos y atropelladores de quienes no les caigan en  gracia.

Se trata de un masoquismo desenfrenado y enfermizamente reiterativo. De poco han servido los sempiternos fracasos y decepciones acumulativamente recibidos y claramente experimentados por un pueblo que sigue sin autoevaluarse, que sacrifica su autoestima a la voluntad de gobernantes, a pesar de que estos  han terminado defraudándolo las más de las veces. 

Conste que aún en las sociedades sin clases resulta muy dudoso que un gobernante vele por todos y cada uno de sus gobernados. Débese tener en cuenta que cada funcionario público es una persona cargada de problemas comunes a sus electores. A diario nos consta que la mayoría de los gobernantes son pobres y consecuencialmente muy ávidos de riqueza. Su elección como administradores de la cosa pública pasa a ser el equivalente del “poner a zamuros a cuidar carne”.

Desde luego,  dentro de un gobierno puede haber gente de holgada posición económica, pero la facilidad que le ofrece la administración del Patrimonio Colectivo a fin de mejorar su propio peculio y  conservar su estatus siempre le resultará más expedita que estar al frente de su  empresas y gestiones  privadas.

Definitivamente, el descubridor  del “masoquismo”  se quedó corto cuando atribuyó el padecimiento de esta anomalía a las personas en particular, y no a los pueblos en su conjunto para decidir la mejor forma de gobierno y sus mejores hombres públicos.

Semejante masoquismo carece de todo objetivo racional que pudiera justificar a todo un pueblo cuando este desde hace milenios viene practicando  sin éxito alguno la elección de terceros para una Administración Pública en la que necesariamente todo el pueblo  tendría que ser juez y parte. 

osmarcastillo@cantv.net



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Manuel Martínez


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