No quitamos ni negamos la significativa importancia del Poder Legislativo en
las sociedades modernas. Su soberanía e instauración data de los tiempos de
Montesquieu (mediados del S. XVIII). Es un poder popularmente independiente,
si hacemos abstracción de la división social de clases.
En Venezuela, la fiebre legislativa arranca en el año 1811 (Primera
república). Esta fiebre no ha cesado, por el contrario todos los años en el
enfeudado "palacio legislativo" diariamente se derrama litros de tinta en
proyectos de leyes y leyecitas, que por lo general se han ido acumulando
porque todos los días aparecen nuevos motivos legislativos.
El casuismo jurídico que heredamos de la parlanchina y leguleyista España
ha tenido en nuestro país una de las réplicas más prolijas de América
Latina.
Como si fuera poco, como Montesquieu dio carácter autónomo a un "poder"
que debería ser meramente transitorio, este se despacha y da su vuelto. La
última aberración de esta fiebre leguleyesca fue la solicitud de reforma
complementaria que acompañó la reforma del día 2D, des pasado año.
Ahora tenemos enquistados en la Admón. Pública a una gran cantidad de
legisladores activos y jubilados de nunca acabar. Un personal altamente
remunerado que exclusivamente debería cobrar a destajo (dietas), sin sueldo
ni derivados salariales. Porque la labor legislativa es meramente textual.,
de redacción según lo vayan señalando los especialistas en las distintas
ramas que interdisciplinariamente concurran en cada caso .
El venezolano debe preguntarse, ¿por qué y para qué tenemos un equipo
permanente a tiempo completo de legisladores, si de paso, la misma
Administración Pública se ha declarado en quiebra para aplicar oportuna y
eficazmente las leyes ya aprobadas desde hace décadas.
Somos una sociedad donde se ha legislado hasta la saciedad. Donde la
mayoría de las leyes terminan siendo poco menos que letra muerta, o en el
mejor de los casos se han convertido en la principal fuente de diversas
matracas por parte de un funcionario público de alto, mediano y bajo rangos
burocráticos. Estos funcionarios, muy lejos de aplicar sanamente estas leyes
y correspondientes procedimientos derivados, más bien, han estado
chantajeando con ella ante el primer asomo de violaciones e infracciones y
quebrantamientos varios.
Ese parasitismo se ha extendido a todos los estados y alcaldías. Creemos que
hay una buena dosis de parasitismo legislativo que la actual asamblea
legislativa nacional debería revisar, si en verdad estamos en un proceso de
significativos cambios sociales.
marmac@cantv.net