El título se lo fusilé a mi amigo Héctor. Y no con ánimos de hacer un “sesudo análisis” de los resultados de las elecciones regionales que acaban de realizarse, me atrevo a hacer algunas consideraciones de por qué, a juicio muy personalísimo, perdimos bastiones tan importantes como la Alcaldía Metropolitana y el estado Carabobo, por nombrar sólo dos de las que más me duelen.
En todos los casos creo que privó un primer elemento: no hubo elecciones por la base sino la escogencia entre dos o tres candidatos enviados desde “arriba” por la dirección del PSUV. Ello trajo como consecuencia que algunos de ellos ni siquiera conocieran el estado al que representaban.
En el caso del Distrito Metropolitano que es poco más o menos que una Gobernación, creo que Aristóbulo, siendo un candidato de lujo, tuvo que pelear contra una gestión gris, sin resultados que mostrar, llevada “adelante” por el hijo de José Vicente Rangel, cuyo único mérito, digámoslo, es ser hijo de. El candidato a suplirlo, basó su campaña en el discurso de la seguridad; resultando un pelo cuesta arriba porque estamos hablando nada más y nada menos que de un Ministro de Interior y Justicia que durante su gestión como Ministro fue arropado por la inseguridad. El Alcalde Metropolitano también le tiró su camión de piedras a una candidatura que debió ganar al centrar su gestión casi en su totalidad a Libertador.
Pero sobre todos, la responsabilidad recae en nosotros, los electores, que todavía estamos esperando a que el gobierno, el Estado, sea el padre protector cuya función debería ser cambiar votos por tapas de zinc, bolsas de comida, trabajar en el ornato y demás pendejadas que no constituyen la esencia de un proceso que con errores y aciertos ha venido trabajando en la inclusión social y política de los habitantes de esta Patria. No valoramos los avances que hemos tenido en lo relativo a la participación protagónica de la solución de nuestras propias necesidades a través de los Consejos Comunales; le dimos una patada por el trasero a las Misiones que nos llevaron a ser reconocidos como uno de los países que más avances presenta en educación y salud. En fin, cambiamos nuestro voto por un plato de lentejas en una especie de respuesta-reacción que nos lleva de nuevo a épocas pasadas.
El gorila Ledesma, ese al que el pueblo llevó a la Alcaldía Metropolitana, tiene en su haber varias medallas entre las que destaca la reacción desmedida de la represión contra los estudiantes (los de antes, los pela-bolas) que peleábamos en las calles el pasaje estudiantil. Debe recordar Ledezma, el adeco recalcitrante, cuántos asesinatos perpetrados por su Policía costó el pasaje estudiantil: casi niños como Jimmy quedaron sembrados en estas calles de Dios. En Caracas solamente el costo fue bien alto. 13 jóvenes estudiantes perdieron la vida a manos de la temible poli-ledezma. Los buhoneros, muchos de los cuales probablemente votaron por el clon del abuelo Monster, pronto verán desvanecidas sus esperanzas de copar todos los espacios de la capital con sus mercados ambulantes.
Afortunadamente el gorila no puede -como lo hizo cuando el Golpe de Estado contra el Presidente Chávez- saltarse alegremente la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y hacer a su antojo. Los chicos Belmont-Goicocheas que celebran la victoria mientras reservan pasajes para sus “merecidas” vacaciones en Disney deben saber que en el oeste, en Libertador y en el mismo Petare hay un pueblo que aunque en muchos casos votó reactivamente, conoce sus conquistas y las va a defender en la calle.
Finalmente, creo que estos resultados obligan a quienes dirigen las riendas de este proceso a sentarse seriamente a evaluar aspectos como el sectarismo que privó en muchas declaraciones (satanización del PCV y PPT); los mecanismos de selección de los candidatos; el trabajo que se hace desde la Asamblea Nacional; desde las Alcaldías, Concejales; Ministerios; Direcciones y desde cualquier espacio desde el que en nombre del Estado y del proceso se trabaja en función de fortalecer, profundizar y cumplir con los mandatos del pueblo.
A Aristóbulo, el más merecido reconocimiento por esa campaña cuesta arriba que llevó adelante a pesar de las circunstancias.
SÓLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO