Enciendo el televisor y veo un reporte de VTV sobre el desalojo de unas viviendas en situación de grave riesgo en el barrio Federico Quiroz. El operativo está a cargo de la alcaldía de Libertador, ahora bajo la conducción de Jorge Rodríguez. Aparecen varios ciudadanos expresando su acuerdo con la medida, pues les han garantizado ayuda, acompañamiento y reubicación en un lugar sostenible y seguro para echar nuevas raíces. Un señor se despide de su antigua morada diciendo que lo importante es preservar la vida, más que las cosas materiales.
Las autoridades y la comunidad organizada, acota una voz en off, no permitirán que las casas a punto de desplomarse vuelvan a ser ocupadas por otras personas.
De seguidas, el rostro de otro caballero, de lentes de aumento y gorra color claro, ocupa la pantalla frente a un micrófono. Da detalles acerca de lo que allí ocurre.
El hombre no habla como uno de los desalojados, sino como parte de los organizadores de aquella jornada. El insert lo presenta como vocero del banco comunal ¿Su nombre? Nelson Mora.
Reaparición
La constatación me produce una media sonrisa de secreta satisfacción.
No hay nadie alrededor a quien comentarle el significado de aquel reporte.
Lo que Mora declara con total serenidad entra por mis oídos, pero el cerebro sólo procesa sus primeras palabras.
Su voz se va extinguiendo a medida que comienzo a escarbar en mi memoria, devolviéndome al domingo 22 de julio del 2007.
Ese día fue transmitido el programa Aló, Presidente desde aquel mismo lugar, que fue escenario de un desagradable incidente entre el presidente Hugo Chávez y Nelson Mora.
Invitado a intervenir en el programa como parte de la comunidad, éste molestó al Presidente al advertirle que sus funcionarios lo tenían engañado con respecto a la acción de gobierno en esa zona popular.
Chávez reaccionó con disgusto, interrumpió a Mora y proclamó que a él nadie lo tenía engañado. Mora no pudo continuar su intervención.
Aquella escena dejó un sabor amargo entre las multitudes que todos los domingos reciben la visita de Chávez en sus hogares a través del televisor. Globovisión se encargó de extraerla con pinzas para repetirla hasta el cansancio durante toda la siguiente semana.
A falta de fuerza política propia, el antichavismo ya andaba montado en la promoción del desencanto de las mayorías populares frente a la Revolución Bolivariana, línea que le daría frutos seis meses después, el 2 de diciembre de 2007, con la abstención de tres millones de chavistas en el referéndum de la fallida reforma constitucional.
Durante todo este tiempo, Nelson Mora eludió las insistentes invitaciones del canal opositor para exponer, a través de sus cámaras, lo que no pudo terminar de decir en el Aló.
Aunque dolido en lo personal, su conciencia política le permitió rechazar esos 15 minutos de fama por los cuales se desviven los tele-políticos. Pesaron más los intereses del colectivo al cual pertenece que sus propias circunstancias personales. Ya llegaría el momento de que se hiciera justicia en su caso particular.
Reivindicado
Ignoro si el reconocimiento de su liderazgo fue algo deliberado por parte del nuevo alcalde Rodríguez o, simplemente, un fenómeno espontáneo, que no casual.
En todo caso, su sola aparición en pantalla como uno de los líderes del barrio Federico Quiroz, con responsabilidades concretas en la organización popular, y en una actividad de gobierno, opera en la práctica como una reivindicación. Tanto a él, como a la validez de su planteamiento original, como a quienes con él se sintieron impotentes.
No dudo que Nelson Mora estará también incorporado en la campaña por la enmienda constitucional que permitirá a Hugo Chávez volver a presentarse como candidato presidencial en 2012. Tampoco dudo que él, como millones, espera que no sólo se enmiende la Constitución con ese propósito, sino que también haya un propósito de enmienda de los errores, excesos y omisiones que, desde adentro, ponen en riesgo a la propia revolución.
Taquitos
ESPECULACIÓN. Un breve viaje a México me permite constatar la enorme disparidad de precios entre ambos países petroleros. Por no mencionar los taxis, infinitamente más económicos que aquí, a pesar de que allá la gasolina es más cara, comento apenas el caso de los libros. Los dos tomos del Diccionario de Política, de Norberto Bobbio, que aquí se venden en hasta 800 bolívares fuertes, allá cuestan el equivalente a 150 bolívares fuertes. Podrá argüirse que el cambio oficial está sobrevaluado, pero la diferencia no aguanta ni siquiera un cálculo con el llamado dólar ilegal (o innombrable). Lo mismo ocurre con los vehículos, equipos de computación y un largo etcétera de productos que, de paso, son importados con dólares de Cadivi a 2,15 bolívares. ¿Qué está pasando, Dios mío? CITA. “Desde Carabobo se está preparando un golpe de Estado”. Augusto Martínez, presidente del Consejo Legislativo Estadal, al denunciar lo que califica como un intento de desconocimiento de la mayoría del Psuv (9) frente a Proyecto Venezuela (6) por parte del nuevo gobernador, Henrique Fernando Salas Feo.
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