El Maco, es un pueblo margariteño cercano a otros como El Cercado, Santa Ana y hasta Juan Griego, pero relativamente, en la mentalidad de un margariteño, alejado del mar. Unos cuantos amigos y amigas, entre estos muchos educadores, son nacidos en aquella población. De las tantas habilidades de los maqueros, destaca la de haber sido excelentes y prestigiosos zapateros.
Tengo dos versiones sobre el calzado de aquel poblado. Una habla de su elaboración absolutamente artesanal, hecho a mano, cuando aún las máquinas del ramo no habían llegado por lo menos a la región; de un terminado delicado y preciosista, pero muy dados a chirriar, como los ejes de la carreta de Atahualpa Yupanqui, en este caso por falta de grasa.
La otra proviene de amigos maqueros. Uno de ellos contaba, como cuando salía hacia la escuela, solía quitarse los zapatos y ponérselos en la puerta de ésta. La razón, según su historia, la que amenizaba con grandes risotadas, estaba en la dureza y el peso de los mismos. Además de producirle dolores en los píes por la poca flexibilidad, le cansaban en exceso por el peso. En lo que sí coincidían todos, era que aquellos zapatos, además de bellos y fina confección, eran de una gran resistencia contra viento, mareas, caminatas incesantes que terminaban estropeando los pies y cansaban el transcurrir del tiempo. Se pasaban de un hermano a otro y hasta alcanzaban a la nueva generación. No había en ellos aquello que se llamó obsolescencia planificada
Tan famosos fueron en Margarita, que el folclorista Jesús Avila, por años canto una canción como "Homenaje a los Zapatos Maqueros".
Allá en Irak, cuando el presidente puesto por la invasión gringa y unas elecciones dudosas, el kurdo Jalai Talabani, apenas acababa de elogiar a Bush, con la obscenidad de "haberle devuelto la democracia a su país", en una rueda de prensa, un periodista iraquí, llamado Multazer Al Zaidi, hoy aclamado en el mundo árabe y hasta propuesto por el ingenio popular para dirigir los destinos de su país, humillado, despreciada su soberanía, autodeterminación y atropellado, tuvo el valor de levantarse, dentro de la jaula, rodeado por las fieras y lanzarle a la cara sus zapatos maqueros, pesados, resistentes, que han soportado bombardeos, minas, metralla de la gruesa y toda clase de agresiones y además chirriantes, como los ejes de la carreta de Atahualpa, porque le gustaban "que suenen", al segundo, el mismísimo presidente de los Estados Unidos.
Para un árabe, según reportó un periodista, aquel gesto, como para cualquier oriental venezolano de mi época, es una radical y determinante demostración de desprecio. Justamente eso, ese sentimiento del pueblo árabe y sobre todo de los iraquíes irrespetados, fue lo que quiso manifestar el periodista. Pero Al Zaidi, llevado por su enorme disgusto represado, cometió un error y una injusticia, cuando calificó a Bush de perro en lugar de genocida, pues pudo haberse generado un conflicto con la Sociedad Protectora de Animales.
Este hecho, que bien podrían los defensores del periodista, justificar como una manifestación de la libertad de expresión, como aquí lo hacen los opositores al gobierno del presidente Chávez, ojalá no lleve a aquel a las cárceles de Guantánamo o cualquier otro centro clandestino de tortura. Pues uno espera que Human Watch Rigths, Reporteros Sin Fronteras y la SIP, no saldrán en defensa del original y valiente fablistán.
El volar de aquellos zapatos, cual botas de siete leguas, por encima de las cabezas de los periodistas congregados en una sala de conferencia iraquí, rumbo al rostro de Bush, como una manifestación de repudio contra quien el ejecutor y gran parte de la humanidad cree merecer, nos recordó a muchachos y muchachas estudiantes que, en la Caracas bucólica de 1958, no permitieron que Nixon entrase al Panteón Nacional y, con su presencia y sus zapatos sucios, ofendiese los restos del Padre Libertador. Por esta osadía en defensa del honor nacional, se movieron las tropas gringas con la orden de invadirnos en lo que se encendiese la luz roja. Los zapatos de Al Zaidi, alzaron vuelo porque su pueblo invadido está.
Por esto último, uno tiene el derecho a pensar que estos zapatos, ahora famosos como aquel con el cual Nikita Kruschev, golpeó insistentemente la mesa de oradores en la ONU, podrían ser maqueros, que por la forma que les usó el periodista desprecian, pero por lo fuertes y pesados pegan duro y chichón hacen. ¡Lástima!