Paradojas del mundo contemporáneo: en víspera de una reunión de periodistas convocada por el Centro Carter y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Caracas, para debatir sobre “El nuevo paradigma del periodismo profesional”, a miles de kilómetros de allí, en Bagdad, capital de Irak, un periodista se convertía en protagonista de la noticia al quitarse los zapatos en plena rueda de prensa y lanzarlos (con mala puntería) al rostro del hombre más poderoso del planeta, el presidente de EEUU, George W. Bush.
"Éste es un beso de despedida del pueblo iraquí, perro", gritó Muntazer al-Zaidi (*), quien de esta forma floreó a Bush con los dos insultos más fuertes del mundo árabe: lanzarle un calzado a alguien y llamarlo alkalb (perro).
Mejor alpargatas
El incidente, que en un tris dio la vuelta al mundo por TV e Internet, ha llevado al Secret Service a emitir una nueva directiva sobre ruedas de prensa con Number One para exigir a los reporteros, fotógrafos y camarógrafos que acudan a esas citas en alpargatas, so riesgo de tener que dejar sus Timberland en custodia a la entrada del recinto, como en las casas y restaurantes tradicionales japoneses.
Bromas aparte, el hombre tenía motivos de sobra para dirigir su furia contra el visitante. En aquel par de zapatos voladores viajaba el dolor de toda una nación, y la humanidad sensible entera, por el genocidio cometido contra ese pueblo.
Un millón de muertos después (se dice rápido), Bush ha reconocido como un error la acusación de que Irak poseía armas de destrucción masiva, el pretexto empleado por EEUU para invadir su territorio y controlar sus pozos petroleros, amén de insuflar oxígeno a la economía yanqui a través de su complejo militar industrial. Los gringos lo eligieron, o al menos lo aceptaron, pero ¿por qué otros pueblos han de calarse sus genocidas “errores”?
A falta de testículos en el planeta para llevarlo a un Tribunal Internacional -de esos concebidos para genocidas amateurs, pero no para los grandeligas-, Muntazer al-Zaidi puso los suyos encima del yunque. Varias costillas rotas, una mano fracturada, un ojo roto y moretones generalizados fueron la cuota inicial de su sacrificio, cobrada por los agentes del Secret Service.
Éstos no sólo le pasaron factura por el hecho en sí, que ya es bastante, sino el ridículo en que los dejó a ellos, los más pintados del mundo de la custodia de personalidades, armados de los más modernos avances tecnológicos, al ingeniárselas de esa manera para “atentar” contra la humanidad del inhumano.
Salvando sanguinarias distancias, su originalidad recuerda la de un personaje de la película “El Padrino”, quien pasó el estricto cateo de la mafia antes de reunirse con il capo y, una vez ante él, le dice que debe acercarse para transmitirle un mensaje secreto al oído. Tras el sí, se le aproxima, se quita los lentes en un santiamén y le clava la montura en la yugular…, a sabiendas de que aquello le costaría su propia vida.
Ágil pese al alcohol
Ahora Muntazer, a diferencia de Bush, tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados para enfrentar cargos por su “crimen” ante un tribunal.
Bush ha pedido a las autoridades iraquíes que sean benévolas con él.
Si algo hay que reconocerle, es que, a pesar del alcohol, George conserva buenos reflejos y agilidad, pues esquivó con maestría el primer zapatazo, que iba directo a la zona de strike. El otro era bola.
“Lo único que puedo decirles del zapato es que era talla 44”, bromeó en su reacción inicial ante los colegas de al-Zaidi.
No le queda más remedio que hacer chiste y abogar por su atacante, no vaya a ser que el juicio en contra del periodista se termine transformando en el juicio contra sí mismo, ése que ningún poder del mundo ni magistrado alguno puede ni quiere hoy entablarle al jefe imperial, por más que esté en puertas de entregar el mando al primer negro elegido presidente de EEUU y, formalmente, convertirse en ciudadano común. A Muntazer, Fidel dixit, la historia lo absolverá. Sólo lo condenan los perros, por compararlos con ese carajo.
Paradigma
Aquí en Venezuela tenemos una antecesora de al-Zaida: una periodista muy querida en el gremio -Mary Wilson-, quien cierta vez, cuando trasladaban a un hombre señalado de violador y asesino múltiple a un tribunal, soltó su grabador y le estampó un derechazo al “entrevistado”.
Lo política y periodísticamente correcto obliga a condenar ambos actos de violencia de parte de periodistas. En privado, la doble moral, característica de la sociedad actual, permite comprenderlos e incluso celebrarlos.
Sobre todo en un país donde hace tiempo se impuso el paradigma “profesional” de un periodismo que llama poco menos que perro al adversario (sí, al adversario) y lo trata como a un callejero sarnoso, cuando no le lanza cosas bastante más cochinas que una suela de zapatos.
Un paradigma que, inicialmente y durante un buen tiempo, caracterizó a una de las dos aceras del periodismo y la política venezolana, la del antichavismo, pero que hoy -lamentablemente y a pesar de sus elevadas motivaciones- se asoma también en la que se hizo mayoría criticándolo.
Pero de eso hablaremos la semana entrante.
(*)Para divertirse emulando a al-Zaida, visite este juego en Internet: http://play.sockandawe.com/
TAQUITOS
BLABLAZO. Se llamaba Edgar Fernández y se hizo famoso cuando, durante una manifestación pro-RCTV, se subió a la tarima para quejarse por las agresiones de los manifestantes y declararse orgulloso por ser chavista y trabajar en el canal 8. Sus compañeros lo llamábamos cariñosamente “Blablazo”. Hombre educado, respetuoso, de buen humor y entregado al trabajo, se ganó el cariño de todos sus compañeros, amén del reconocimiento de sus hermanos de causa por aquel gesto valiente que lo hizo famoso, sin que por ello se le subieran los humos, cosa tan común en la televisión. Su muerte ha sembrado dolor y desconcierto. Se espera una investigación que esclarezca las causas y, si los hubiera, que dé con los responsables. Es el mismo dolor y la misma aspiración en el caso de Yenri José Quintero Reyes, también camarógrafo de VTV, quien perdió la vida en un atraco la semana pasada. ¿REVIVIR LA CTV? Cualquiera sea el argumento, no es justo que el Estado eche a la calle a un trabajador con más de 20 años de servicio pagándole una liquidación sencilla basándose en que será suprimido el organismo para el cual labora. La de la periodista Brizaida Torres, trabajadora del Conac, alcanzó Bs. 13.027, 30, la mitad de los cuales corresponde al sueldo de diciembre, vacaciones fraccionadas, bono vacacional, cesta ticket y bono navideño. La aspiración mínima de un trabajador que pierde su empleo por causas ajenas a su voluntad es la doble indemnización, así sea por la vía de un bono especial, si acaso hay inconveniente jurídico en que el patrono reconozca el despido injustificado. Ese planteamiento lo hice de buena fe en esta columna y personalmente ante las autoridades, no sólo en el caso de Brizaida, sino en el de todos los ex trabajadores del Conac que no fueron reubicados en otros organismos. No se pudo o no se quiso tomar en cuenta. Viene un año económicamente difícil. Si el tema laboral no se maneja con cuidado, pasará lo que cuenta Gramsci en Cuadernos de la cárcel: los mismos obreros que apoyaban a los comunistas terminaron apoyando a los fascistas. ¿Será que la revolución le entregará la bandera de la defensa de los trabajadores al sindicalismo adeco? Ya revivimos a Ledezma. ¿Haremos lo mismo con la CTV? CITA. “Tuvimos mucho éxito… logramos vacunar a muchos dentro de nuestros delimitados confines contra la tentación de votar por él y por eso (Ollanta) Humala perdió el decisivo combate por Lima. También mi colega Rolando Rodrich, director de la edición del norte, le dio una lucha diaria sin cuartel y creo que eso fue determinante para que Humala no haya salido más fuerte en esa poblada zona”. El día del periodista, Alfo Mariátegui, director del diario Correo, de Lima. 02/10/2006, citado por Raúl Wiener.
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