Bolívar cercenado

 Los mismos que se apresuraron a retirar y esconder el retrato de Simón Bolívar el aciago 11 de abril de 2002, hoy se dedican a cercenar sus discursos y distorsionar sus proclamas. Esta gente, cuando no invisibiliza al Libertador, altera sus escritos y manipula su pensamiento. El vocablo “bolivariano” o “bolivariana” los espanta y no es para menos. 

 Durante la extinta Cuarta República pasaron de la marmolización del héroe a su minimización. Un extremo se dedicó a vivir del bronce y el culto al prócer, mientras otro, pretendidamente iconoclasta, usufructuó de la moda que ellos mismos impusieron; ésta no era otra que hablar mal de Bolívar. Alí Primera era entonces un solitario que le cantaba al Padre de la Patria, sin importarle el riesgo de la calificación de “cursis”. 

 El huracán revolucionario que se desató el 27 de febrero de 1989 y reapareció más organizado el 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, arrasó con los mitos y estereotipos que mineralizaron al héroe y colocó en el medio de la calle al Bolívar subversivo, ese que incomoda a los buenos espíritus y revive en los burgueses rentistas el odio mantuano contra los patriotas de la independencia.  

 No es casual que entre la metralla de epítetos que lanzaron contra el líder de la insurgencia bolivariana del 4 de febrero de 1992, aflorara con toda su carga colonial y racista el calificativo de “zambo”. El siglo XIX no estaba tan lejos de la piel y el cerebro y brotó el sentimiento atávico de los amos del valle y los blancos de orilla que, ayer galicados y hoy mayamizados, nunca morirán en un París con aguacero bajo la prosa de un jueves en el recuerdo.

 El histórico Discurso de Angostura es uno de los documentos sometidos a la tijera de estos neo-mantuanos sin mantuanaje. Podan aquí y pican allá. Al párrafo en el que Bolívar critica la permanencia del mismo hombre en el poder, le suprimen la frase con que el Libertador explica la forma para evitar cualquier tipo de desviación. Al respecto dejó escrito el gran caraqueño: “Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares”.

 Cercenan esta frase del discurso porque ningún gobierno en toda nuestra historia ha realizado más elecciones que el de Hugo Chávez. En 14 oportunidades el pueblo ha concurrido a las urnas desde 1999 hasta el sol de antier, el pasado 23 de noviembre, cuando puso en manos del proceso bolivariano la mayoría de las gobernaciones y alcaldías de todo el territorio nacional. Lo demás son cantos de cetáceos.

 También podan la oración inicial de dicho discurso. Allí expresa Simón Bolívar: “¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta!”. Además de las elecciones rutinarias, el pueblo ha sido convocado para elegir la Asamblea Nacional Constituyente que redactó y aprobó, en 1999, la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela

 Y es esto justamente lo que se hace con la enmienda: convocar la soberanía nacional. En tiempos pretéritos, Rafael Caldera y Gonzalo Barrios se reunían en torno a una mesa de dominó y entre piedras y trancas, ahorcaban al pueblo y ellos dos decidían, en nombre del bipartidismo, el curso de la Carta Magna y el destino del país. Se explica entonces la repulsa de sus descendientes políticos cuando se convoca al pueblo -y no a ellos- para que decida qué hacer con nuestra Constitución.


earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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